Crítica: Elysium (2013)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2013: Matt Damon (Max DeCosta), Jodie Foster (secretaria Delacourt), Sharlto Copley (Kruger), Alice Braga (Frey), Diego Luna (Julio), William Fichtner (John Carlyle), Wagner Moura (Spider)

Director: Neill Blomkamp, Guión: Neill Blomkamp

Trama: Año 2154. La Tierra está superpoblada y el grueso de sus habitantes viven sumidos en la pobreza. Toda la riqueza está concentrada en las manos de unos pocos poderosos, quienes viven en una idílica estación orbital llamada Elysium y la cual cuenta con los más modernos avances de la tecnología. Desde que era niño Max DeCosta ha soñado con ir a Elysium, pero la entrada está vedada a los pobres, a quienes no se les considera ciudadanos. Pero las cosas cambian radicalmente cuando DeCosta sufre un accidente en la fábrica y termina envenenándose seriamente con radiación. Manteniéndose con drogas, su plazo de vida es extremadamente limitado – apenas cinco días – y su muerte será un hecho… a menos que logre infiltrarse en Elysium para utilizar las fantásticas instalaciones médicas, capaces de regenerar el tejido humano en cuestión de segundos. Pero el único que puede darle un salvoconducto es Spider, un líder revolucionario que quiere acabar con el orden existente, y el cual le propone una misión suicida: encabezar un comando para secuestrar a un poderoso industrial y exigir un cuantioso rescate por él. Pero grande será la sorpresa de DeCosta cuando descubra que el industrial posee un chip en el cráneo, el cual contiene los planes para dar un golpe de estado y reformar el software maestro que maneja Elysium. Ahora los golpistas han lanzado todas sus fuerzas tras los pasos de DeCosta y sus aliados, desesperados por hacerse de los datos perdidos. Y, con el tiempo en su contra, DeCosta deberá decidir entre salvar su propia vida o arriesgarlo todo en lo que ha terminado por convertirse en una batalla por la libertad y la igualdad en todo el planeta Tierra.

Elysium Elysium es el esperado debut hollywoodense de Neil Blomkamp, el director sudafricano que saltara a la fama con Distrito 9 en el 2009. Cuatro años después Blomkamp se despacha con otra alegoría social camuflada de aventura de ciencia ficción, la cual mantiene muchos puntos en común con su opera prima. Y si bien el escenario que pinta resulta muy interesante y jugoso, el relato sufre enormemente gracias a la mala definición de los personajes y la falta de empatía el protagonista con el público. Es dificil hacer fuerza por un perdedor egoísta al cual le importa un pito el destino de toda la humanidad y que sólo está interesado en salvar su propio pellejo.

Elysium es un filme distante. Toda esta gente habla (y habla mucho) pero jamás se sienten como personas reales. No conocemos su intimidad, no hay un aspecto simpático de sus vidas, son tipos grises envueltos en existencias totalmente egoístas. Hay casos tristes como el de Alice Braga – una enfermera que trabaja en un pestilente hospital público desbordado de casos (y que me hace acordar a algunos nosocomios del Gran Buenos Aires!), gana poco, atiende como puede a sus pacientes porque carece de recursos y que, para colmo, tiene a una hija con cáncer terminal -, pero el resto es una caterva de individuos centrado en la satisfacción de sus propias necesidades: Jodie Foster quiere el poder, William Fichtner quiere el dinero, Matt Damon quiere curarse, Wagner Moura (Tropa de Elite!) quiere voltear el gobierno de los ricos… a nadie parece importarle la vida de los otros. Ni siquiera a Moura, el cual debería ser el carismático líder de una revolución humanista que pretende la igualdad para todo el mundo… pero que termina mandando al muere a la mayoría de sus asociados con tal de obtener la información que él precisa.

En sí, la historia de Elysium es simple: es otra variante de Metropolis, salpicada con detalles de Distrito 9 y Johnny Mnemonic. Los pobres de un lado, los ricos del otro. Un día un pobre se cansa (o, en el caso de Damon, llega a un punto de desesperación), y decide cruzar la frontera. La movida provoca el desequilibrio y la revolución. Aquí es el operario de una fábrica de armamentos que termina envenenado accidentalmente con radiación. El tipo no es ningún santo – tiene antecedentes por robo y se encuentra en libertad condicional – así que, como tiene calle y contactos con el bajo mundo, decide ofrecerle sus servicios a un oscuro líder revolucionario para que le brinde un salvoconducto falso hasta la estación orbital de los ricos, ya que allí hay unos aparatos fantásticos capaces de curarlo completamente en un santiamén. Para cumplir la misión le ponen un sistema servomecánico conectado a su espina (otra que el doctor Octopus), lo que lo vuelve casi sobrehumano: pelea, salta y corre a una velocidad impresionante. Ahora debe secuestrar a un rico para pedir un rescate, y él decide vengarse del asqueroso millonario que era su jefe. El problema es que el secuestro sale mal, el quía queda con la memoria implantada del ricachón y, lo que es peor, el tipo estaba metido en un inminente golpe de estado. Los golpistas quieren tapar todo y, sobre todo, hacerse con los datos robados, para lo cual mandan a un temible mercenario llamado Kruger, papel a cargo de Sharlto Copley. Si usted pensaba que Copley era un pavote sin gracia, especializado en interpretar a tipos grises o loquitos con buena onda, espere a ver lo que hace con Kruger: el tipo mastica con furia cada una de sus líneas y opera con un grado de violencia y amoralidad pasmosa. Por muy muy lejos el Kruger de Copley es el mejor personaje que tiene la película.

Pero si Copley es fabuloso en el papel, los problemas pasan por el resto, los cuales están desdibujados o desbalanceados. Matt Damon es un actor de la hostia y es un tipo que anda muy bien como héroe de acción, pero aquí resulta totalmente inapropiado. Nunca da la impresión de ser un pobre diablo, un tipo sufrido que vive en la miseria, sino que está tan anabolizado que parece un Schwarzenegger vestido con ropas harapientas, lo cual aniquila totalmente su credibilidad – el rol precisaba un tipo desvalido, como era el mismo Copley en Distrito 9; un perdedor que en su hora más oscura termina por transformarse en un héroe -. Por su parte Jodie Foster (formidable actriz!) apenas tiene tiempo para hacer algo con el rol; es muy unidimensional y acartonado, y hubieran podido contratar a cualquier otra actriz para el papel. Alice Braga es un adorno que sirve de excusa para darle un cierre al filme, y el resto está de relleno.

En sí, el escenario es muy interesante – uno bien puede imaginarse a Robocop suelto en semejante contexto, con gente que negocia apliques biónicos, balas inteligentes que explotan cuando el usuario lo desea, minas voladoras que se adosan a la piel de la gente y la hacen volar en pedacitos, discos duros implantados en el cerebro de la gente, y un largo etcétera -, pero la narración no termina de sacarle el jugo que corresponde. Ni siquiera la acción resulta memorable. A mí me da la impresión que esta misma historia, sin cambiarle siquiera una coma, hubiera dado mucho más frutos en manos de un James Cameron – alguien acostumbrado a darle carnadura a épicas futuristas en donde los desvalidos pelean contra los poderosos -. Le hubiera dado oxígeno a los personajes, hubiera llevado la duración a unas tres horas, y hubiera hecho pausas para crear algo de clima. Acá pasan demasiadas cosas, hay demasiadas sub historias, y no hay tiempo para desarrollar los personajes como corresponden. Todo el tono épico de la trama queda diluido por la burocracia del relato, el que intenta centrarse en demasiados detalles del universo que pretende pintar.

Definitivamente Elysium no es una mala película; sus ingredientes son de calidad pero no están cocinados como corresponde. Hubieran puesto a otro actor (un alfeñique) en lugar de Damon, y hubiera estirado el metraje para descomprimir la historia, y todo el filme hubiera ganado en efectividad. Así como está termina resultando un producto inteligente, aunque incompleto y para nada memorable.