Crítica: El Día que Paralizaron la Tierra (The Day The Earth Stood Still) (1951)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1951: Michael Rennie (Klaatu / Carpenter), Patricia Neal (Helen Benson), Hugh Marlowe (Tom Stevens), Sam Jaffe (Dr Jacob Barnhardt), Billy Gray (Bobby Benson), Lock Martin (Gort)

Director: Robert Wise, Guión: Edmund H. North, basado en el relato Farewell to the Master de Harry Bates, Musica – Bernard Herrmann

Recomendación del Editor

Trama: Una nave espacial desciende en Washington, e inmediatamente el ejército y la muchedumbre la rodea. Del platillo surge un hombre y un enorme robot, pero la tensión causada por el evento provoca que un militar dispare accidentalmente al visitante al ver un movimiento sospechoso del mismo. Gort, el robot, desvanece en segundos las armas de la milicia. Llevado a un hospital, el visitante dice llamarse Klaatu, y le indica al secretario de Estado norteamericano que posee un mensaje para todos los gobernantes del mundo. Pero las negociaciones diplomáticas para la cumbre fallan debido a los recelos políticos, y Klaatu decide escaparse del nosocomio. Vestido como un hombre corriente y haciéndose llamar Sr. Carpenter, el alienígena decide investigar la civilización terrícola para entender mejor su manera de pensar. Y mientras se aloja en el hotel familiar de Helen Benson, llega a la conclusión de que su mensaje sólo será escuchado por los hombres de ciencia. Pero Washington vive bajo ley marcial, y el ejército se encuentra totalmente abocado a la tarea de encontrar a Klaatu. El visitante logra obtener el visto bueno del Dr. Barnhardt para realizar la reunión, pero decide dar una muestra de fuerza para que la Tierra entienda la magnitud del poder que maneja. Por ello paraliza todo tipo de electricidad en el mundo durante 30 minutos. Pero esto termina por alarmar a las autoridades, que deciden capturar a toda costa a Klaatu – vivo o muerto – porque entienden que se trata de una amenaza. Y cuando Klaatu se apresta a dirigirse a la reunión con los científicos, resulta capturado y muerto. Con Klaatu muerto y Gort activándose automáticamente en plan de destrucción, pareciera que el mensaje de paz alienígena se hubiera perdido para siempre y que la Tierra será arrasada en represalia por la muerte del mensajero espacial.

Arlequin: Critica: El Dia que Paralizaron la Tierra (The Day The Earth Stood Still) (1951)

  ¡Gort!…¡Klaatu barada nikto!

La ciencia ficción cinematográfica tuvo manifestaciones muy esporádicas en el cine hasta llegar a los años 50. Salvo George Melies, los seriales o los filmes de Frankenstein, no podemos hablar de la sci fi tal como la conocemos sino hasta principios de los años 50 con títulos como Destino: La Luna y Rocketship X-M, los que inauguran el género en su formato moderno. Con The Thing From Another World los alienígenas llegan al cine y pronto se convertirán en la moda de la década.

Y seis meses después del film de Hawks llega este gran clásico de Robert Wise. Pero si bien The Thing From Another World como The Day The Earth Stood Still tuvieron su suceso (y muchos de sus elementos pasaron a la cultura popular), no fueron lo que se actualmente se entiende como blockbusters. El éxito comercial y la masificación del género vendría de la mano de George Pal con La Guerra de los Mundos en 1953.

Resulta bastante obvio el por qué. War of the Worlds es una aventura pochoclera (bien llevada) mientras que los filmes de Hawks y Wise funcionan mejor en cierta vena intelectual; lo suyo es el suspenso y el mensaje, no la destrucción masiva. Carecen de la espectacularidad formidable de War of the Worlds, pero sin duda son filmes mejor construidos argumentalmente.

La idea de The Day The Earth Stood Still es en realidad muy simple y está llevada a cabo de modo impecable: es una alegoría de la historia de Jesucristo. Klaatu es el mensajero de una raza superior, con absoluto poder para devastar la Tierra pero que prefiere llegar con un mensaje de paz. Es víctima del temor de los hombres (su herida, su muerte posterior); la personalidad que adopta es la del Sr. Carpenter (el señor carpintero, como el oficio de Jesús); debe producir hechos excepcionales para ser creído (“milagros” como la parálisis mundial por falta de electricidad – que da el título al filme -, exceptuando hospitales, aviones en movimiento, y otras naves y edificios primordiales), y debe morir y resucitar para poder entregar su mensaje – si continúan con la carrera armamentista atómica, serán destruídos (sufrirán el castigo divino) -, lo que termina haciendo frente a un grupo de elegidos – ningún político, solo personas comunes y hombres de ciencia; personas “racionales” que puedan interpretarlo -. Después de su sermón, se eleva a los cielos. Es una idea formidable.

Pero esta historia también sirve para ilustrar los miedos de los años cincuenta. La Guerra Fría, los enfrentamientos políticos que impiden que frente al mayor acontecimiento de toda la historia – la aparición de este enviado – los hombres no puedan dejar de lado sus disputas políticas y acudir a recibir el mensaje. La paranoia sobre lo desconocido – a pesar de que la primera agresión es humana y de que Gort sólo evaporó las armas, el público insiste en destruir al robot y eliminar al alienígena – y la gran advertencia sobre el manejo irresponsable del poder nuclear. Es un claro síntoma de los tiempos de aquel entonces – el miedo al holocausto atómico, la escalada armamentista -, que el filme expone en una clave pacifista que lamentablemente no prosperaría. Salvo rarísimas excepciones, hasta la llegada de E.T. El Extraterrestre en 1982 (que también utilizaría la resurrección como imagen argumental) prácticamente no hay encuentros con alienígenas que no devenguen en invasiones o destrucciones masivas. Quizás esto tenga que ver con los mecanismos de la mente humana; un mensaje pacifista nos recuerda la trágica realidad del mundo en que vivimos, mientras que la visión opuesta – la de los invasores que vienen a conquistarnos – suena más irreal y fantástica, es improbable de que suceda. Es como que el ser humano no quiere que un filme le recuerde el mundo en que vive, sino que prefiere desatar todos sus miedos en el cine – volverlos realidad en la pantalla como una especie de catarsis de dos horas y, cuando regrese a la realidad, este mundo le parecerá menos hostil -.

Es un filme hecho de modo impecable. No hay demasiados efectos especiales: la llegada de la nave a Washington es un clásico, al igual que Gort o las palabras que Patricia Neal debe decirle para detener su escalada de destrucción y rescatar / revivir a Klaatu. Pero más allá de los FX, el film mantiene muy bien su ritmo cuando Klaatu se encuentra en traje de calle. La historia no decae en ningún momento.

Por supuesto con el paso de los años se ha creado mucho de leyenda alrededor de la película. En el cuento original Adiós al Maestro la historia se desarrollaba en el futuro, donde Klaatu era asesinado por un fanático religioso. Su posterior aparición no era por resucitación, sino que eran clones generados automáticamente y con escaso tiempo de vida. Y, a diferencia del film, se terminaba por descubrir que “el Maestro” del título era el robot y no Klaatu, que era simplemente un servidor de Gort.

El guión traslada la historia a los años más febriles de la Guerra Fría; pero el libreto sufrió varias modificaciones, en buena parte gracias al código Hays. Por ejemplo, la mención de Klaatu de que su resurrección es sólo un método temporal y que sólo un Dios todopoderoso podría hacerlo ilimitadamente es un añadido impuesto por la censura, con el cual discreparon ampliamente el guionista y el director. Suena absurdo que una raza tan formidable no haya podido vencer a la muerte. El otro cambio es una escena cortada, en la cual – en el trayecto entre el hotel y la residencia del Dr. Barnhardt – Klaatu y el militar presencian un interrogatorio policial a posibles sospechosos, pero en un momento la muchedumbre se avalanzaba a golpear a uno de ellos pensando que era el mensajero alienígena. Hubiera sido una escena muy interesante de ver.

Como Klaatu, Michael Rennie da una performance notable. Es sobrio, sutil, racional, pero se permite el asombro, el humor e incluso el horror. Es una presencia que se impone en pantalla; en muchas escenas, su actuación denota un escrutinio real de una mente superior sobre las acciones estúpidas de los seres humanos. Y mientras Rennie domina la escena, el resto acompaña sin desentonar, pero sin demasiadas chances de sobresalir. Está Hugh Marlowe haciendo las veces de un Judas moderno – avisando a las autoridades, motivado por el miedo y la fama, mientras tiene los diamantes en su mano -, actor que regresaría al género en La Tierra vs. Los Platillos Volantes. El rol de Patricia Neal es necesario pero a su vez carece de peso – sería inútil criticar su rol de madre por dejar pasear a su hijo con un extraño por toda la ciudad, pero a final de cuentas es un mecanismo que precisa la alegoría para contrastar a Klaatu con una mente inocente como es la de un niño -; lo mismo pasa con el de Sam Jaffe – está para realizar un par de preguntas vitales y nada más -. Y por supuesto, la fascinante presencia de Gort, interpretado por Lock Martin, un gigante que en la vida real trabajaba de portero en el teatro chino Grauman de Hollywood – el que se utiliza para las ceremonias en la que los artistas estampan sus manos en las baldosas de la ciudad del cine -.

Es un clásico que ha envejecido muy bien, si bien la Guerra Fría ha desaparecido y el temor atómico es mucho menor. En términos de lenguaje cinematográfico, sigue siendo una obra muy moderna – no hay caracteres, diálogos o situaciones que se hayan vuelto ridículos por el paso del tiempo y los cambios culturales -. Y continúa siendo fascinante en sus términos intelectuales.

EL DIA QUE PARALIZARON LA TIERRA

El Día que Paralizaron la Tierra (1951) es el clásico de ciencia ficción dirigido por Robert Wise. Ultimatum a la Tierra (2008) es la remake protagonizada por Keanu Reeves y dirigida por Scott Derrickson