Crítica: Drive: Acción a Maxima Velocidad (2011)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2011: Ryan Gosling (conductor), Carey Mulligan (Irene), Bryan Cranston (Shannon), Albert Brooks (Bernie Rose), Oscar Isaac (Standard), Ron Perlman (Nino)

Director: Nicolas Winding Refn, Guión: Hossein Amini sobre el libro de James Sallis

Trama: El es un conductor de riesgo que trabaja en las películas; pero, durante las noches, acepta trabajos clandestinos para la mafia – liderando el escape de ladrones contratados por la pandilla para dar jugosos golpes urbanos -. Su mentor Shannon está orgulloso de él, y por ello le ha ofrecido el empleo de piloto en un coche NASCAR que recientemente ha montado junto con los líderes de la banda, Bernie Rose y Nino. Mientras tanto, el anónimo conductor se ha involucrado sentimentalmente con su vecina Irene, una chica separada y madre de un niño cuyo marido está en la cárcel. Al salir éste de la prisión, los planes de romance quedan abortados; pero el sentimiento por la muchacha es tal que el conductor acepta ayudar al ex convicto a dar un último golpe y poder pagar así las deudas contraídas por protección durante su tiempo de reclusión. El problema es que el golpe ha sido una trampa y, lo que es peor, el ultraviolento Nino está involucrado en la jugarreta, amenazando matar a Irene y todos los que la rodean si no recupera su dinero. Es por eso que, para salvar a Irene y a su niño, el conductor deberá emprender una última misión, cosa de saldar las cuentas con todos y liberar a la muchacha de su impensado yugo. ¿Pero será este un viaje de ida, o realmente el habil piloto podrá salirse con la suya y logrará escapar con la chica?.

Ryan Gosling es un antihéroe ultra cool en la estupenda Drive: Acción a Máxima Velocidad (2011) Ryan Gosling es un antihéroe ultra cool en la estupenda Drive: Acción a Máxima Velocidad (2011)

Yo creo que entre finales de los años 60 y la siguiente década de los 70 es cuando el cine norteamericano produjo sus mejores obras. No es difícil encontrar el por qué cuando uno chequea la enorme camada de directores – jovenes, osados, innovadores – que surgieron en esos tiempos, sea Spielberg, Lucas, Scorsese, Ford Coppola, sumados a tipos del calibre de Arthur Penn, Peter Yates, John Boorman, John Milius y un largo etcétera. El cine ha evolucionado desde entonces, pero no ha producido tantos filmes memorables como en aquella época; es por ello que muchos cineastas miran con nostalgia el pasado y se animan, de vez en cuando, a revivir el estilo directorial de aquella época. Drive, por ejemplo, es una visita a los policiales de antaño, que toma mucho del estilo de clásicos como A Quemarropa y Bullitt con algo de The Driver (1978). Es muy estático – usa muchos primeros planos y cámaras lentas – y se basa mucho en climas logrados a base de performances intensas y silenciosas; pero, cuando se pone en movimiento, estalla con toda la furia y es capaz de proveer secuencias shockeantes de las cuales Tarantino se pondría orgulloso.

Honestamente la dupla central no es de mi agrado; tienen cara de payasos, vienen de otros rubros – dramas históricos, comedias independientes, etc – y no parecen los mas adecuados. En lo personal, nunca pude tragar a Carey Mulligan, la cual tiene particular devoción de hacer de víctima llorosa. Acá hace de esposa penitente de un convicto recién salido de la cárcel, obligada a pasar cuitas todo el día en compañía de su hijo pequeño. No es la mas bonita ni la mas simpática del mundo y, francamente, no sé que le ve Gosling, a no ser de que vive a dos metros de su puerta y le genera un romance cómodo. No hay mucha quimica entre ambos, principalmente porque los tipos se la pasan callados y mirándose, lo que parece mas propio de un romance indie bien de cine arte. Ni siquiera llegan a explotar en una noche de euforia y pasión, ya que lo máximo que consigue el protagonista es un beso. Quizás sea su fragilidad lo que le despierta el sentimiento protector que los hombres llevamos adentro, vaya uno a saber.

Drive no es enteramente original; en pocos minutos uno deduce cómo viene el drama, ya que se trata de otra historia de criminal de vida perfecta al cual un par de cambios de último momento – laborales, sentimentales – le empiezan a mover el piso hasta producirle una crisis terminal. El problema es involucrarse en los nuevos conflictos que surgen alrededor, en donde el protagonista deja de ser frío y calculador y se vuelve descuidado y emocional, un detalle que pronto es explotado por sus enemigos. Acá el tipo es un conductor de riesgo que en sus ratos libres trabaja para la mafia, liderando el escape de los ladrones a la hora de dar un golpe jugoso. Al no participar del robo el tipo tiene la cabeza fresca y despierta, y ello queda patente en la brillante secuencia inicial en donde esquiva el rastrillaje de la policía sin demasiada alharaca y con mucha astucia. Pasada esa secuencia, la cosa se vuelve dialogada y estática, en especial porque uno debe devorarse el reprimido romance entre Gosling y Mulligan.

Honestamente, Gosling se ve y suena demasiado blando para el papel. De todos modos es muy efectivo cuando explota en violencia, ya que el blandengue demuestra ser inesperadamente brutal, capaz de despedazar gente con un martillo, o patear la cabeza de un matón hasta dejársela como una sandía podrida. Como suele pasar en los policiales, las coincidencias están a la orden del día, y el robo al cual asiste – para ayudar al desvencijado esposo presidiario de la Mulligan – resulta estar vinculado con los intereses de uno de sus patrones (un rabioso Ron Perlman, el cual hace una dupla perfecta con un inesperadamente efectivo Albert Brooks). Ups, al tipo no le interesa dejar testigos así que las cosas salen mal y dispara una espiral de violencia. Es el momento en que el conductor debe emprender un viaje de ida para salvar a los inocentes, quizás a las únicas dos personas que le interesan sobre la Tierra.

Si el desarrollo es algo largo y estático, es porque el director Nicolas Winding Refn (Bronson) se dedica artesanalmente a crear momentum. Los planos son largos y artísticos, en absoluto no convencionales, enfocando las cosas desde ángulos inusuales – vemos una pelea a través de las sombras de los combatientes; Gosling parece fundirse con el decorado varias veces; la cámara se centra en personajes de relleno que pronto demuestran ser los responsables de algún acontecimiento importante de la historia -, y haciendo que Gosling sea un antihéroe astuto y despierto, atento a las mas minimas señales de peligro que sienta en su entorno. Por el otro lado está el placer de las persecuciones automovilísticas, hechas con stunts y no con CGI, y en donde se siente la emoción provocada por la velocidad, el rugido de los motores y la adrenalina. Definitivamente es un filme rodado de manera inusual y tremendamente efectiva, en donde los acontecimientos resultan impredecibles y en donde el protagonista termina triunfando gracias a su inteligencia.

Drive: Acción a Máxima Velocidad es un estupendo thriller. La acción impacta y hay buenas actuaciones. El suspenso es tremendamente efectivo y no hay nada en la trama que uno pueda dar por sentado. Es simplemente la historia de un criminal que decide redimirse, aún cuando el proceso genere toneladas de cadáveres y termine por hacer trizas su mundo; pero la vida de un inocente vale más que la de mil condenados y aquí Ryan Gosling lo demuestra, yendo hasta las puertas del mismo infierno con tal de salvar a aquella que podría haberlo conducido a una vida de paz, felicidad y normalidad.