Crítica: Dracula (Horror of Dracula) (1958)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

GB, 1958: Peter Cushing (Dr Van Helsing), Christopher Lee (Conde Dracula), Michael Gough (Arthur Holmwood), John Van Eyssen (Jonathan Harker), Melissa Stribling (Mina Holmwood), Carol Marsh (Lucy Holmwood), Valerie Gaunt (Mujer Vampiro)

Director: Terence Fisher, Guión: Jimmy Sangster, basado en la novela de Bram Stoker, Musica – James Bernard

Trama: Jonathan Harker acude al castillo del conde Dracula para comenzar a trabajar en la clasificación de su extensa biblioteca; pero en realidad Harker es un cazador de vampiros que viene a matar al conde y su compañera, y a acabar con su reinado de terror. Descubierto por Dracula, éste termina por apresarlo. Con el paso de los días el Dr. Van Helsing comienza a investigar sobre el paradero de su amigo Harker, y cuando llega al castillo del conde, descubre que ha sido transformado en vampiro. Van Helsing se ve obligado a matarlo y se lanza a la búsqueda de Drácula. Pero el conde – que ha perdido a su compañera a manos de Harker – desata una oleada de venganza y destrucción, primero convirtiendo a Lucy,la futura esposa de Harker, en vampiro, y después atacando a su cuñada, Mina Holmwood. Van Helsing y Arthur Holmwood deberán destruir al conde antes que la conversión vampírica de Mina sea irreversible.

Dracula 1958 - El Horror de Dracula Junto con La Maldición de Frankenstein (1957), estos son los filmes que pusieron a los estudios Hammer a competir en las grandes ligas. Durante 15 años la Hammer impondría su marca en el género del terror y tendría un dominio casi absoluto, siendo seguida de cerca por estudios menores (Amicus, AIP, etc) que copiarían su estilo pero que no podrían obtener la misma resonancia del estudio inglés.

Pero Drácula (o El Horror de Dracula, como también se la conoce) no es un filme que haya resistido muy bien el paso del tiempo. En todo caso, queda como una adaptación muy digna, seria y bien interpretada, pero carece de efecto de shock y bien podría ser exhibida en una matiné sin corte alguno.

El problema pasa por la cuestión de cómo ha evolucionado el lenguaje cinematográfico del terror. Comparada con la versión de la Universal de 1931 es superior; es una película mucho más explícita en cuanto a violencia, sangre y sexo. Pero a los estándares de hoy, se ve rutinaria. Un podría decir que la versión 1931 es muy teatral, inmóvil y con escaso horror – a lo sumo, algo de misterio sobre el personaje -; y la versión de Fisher es en todo caso más operística: hay escenarios enormes, mayor lujo, brillantes colores, y un sentido del destino mucho mayor en los personajes. Van Helsing es una fuerza implacable que simboliza al bien, un héroe sagaz que no se anda con medias tintas y que se encuentra totalmente convencido de conseguir sus objetivos. Por el contrario, Dracula es la encarnación del mal, un animal sediento de sangre decidido a castigar a sus cazadores. El tema está en que en la cinta esto se traduce más por los diálogos de los caracteres y algunas escenas ocasionales, que por una sensación abrumadora que pueda transpirar la pantalla. Es un filme sin atmósfera, sin suspenso, y sin capacidad de impacto.

Obviamente en los años 50 los códigos cinematográficos eran distintos, y para su época era una película shockeante. Este Drácula es un distinguido aristócrata que se transforma en una bestia demoníaca, con enormes colmillos y sus ojos inyectados en sangre. Es también una figura distinguida que destila sex appeal, y ataques como el que ocurre en la alcoba de Lucy o al comienzo del filme – con la compañera del vampiro exhibiendose en sensuales gasas transparentes – dejan traslucir el erotismo del carácter. Uno supone como ésto pudo haber caído en el conservadurismo de la época, sumándole además un par de escenas de violencia explícita – como cuando Van Helsing estaquea a Lucy en la cripta -, que sin duda deben haber tenido un fuerte impacto.

La Hammer había obtenido los derechos para adaptar la novela; pero la Universal tenía los derechos sobre su versión de 1931, con lo cual debía encarar las cosas de un modo muy diferente para no sufrir un juicio por violación de derechos. Así es que este Dracula 1958 no es una remake de la versión de Bela Lugosi, sino que funciona como una reimaginación de la historia donde algunas cosas y personajes coinciden, pero el enfoque es diferente. Harker está aquí, pero ya no es la inocente víctima que llega al castillo del conde, sino un cazador de vampiros. El tema es que la secuencia inicial está filmada de un modo terrible; no sólo Harker se ve muy torpe – confía en el conde, se toma sus tiempos para llenar su diario, deja pasar las horas alegremente -, sino que en el momento que decide atacar la cripta opta por liquidar a la compañera de Drácula antes que terminar con la vida de éste, que debería ser el personaje más peligroso. El maquillaje de Christopher Lee tampoco ayuda, con unas absurdas entrecejas que hacen que su primer plano inicial resulte inintencionalmente cómico. El encierro de Harker en su cuarto, y el pasar todo el día escribiendo su diario para atacar a los vampiros sobre el atardecer es de una estupidez colosal.

Pero como es habitual en los productos de la Hammer, si los actores secundarios son terribles y sus escenas malas, las cosas salen a flote cuando Christopher Lee o Peter Cushing están en pantalla. El Van Helsing de Cushing es un personaje inteligente, sin medias tintas, estoico frente a la adversidad. Cuando él ingresa al relato, es cuando el filme eleva su calidad. El problema es que hay poca acción (y eso que el enfoque de que Harker y Van Helsing ya son cazadores de vampiros, lo que debería sumergir al espectador inmediatamente en una aventura trepidante), y la que hay está filmada sin mucho nervio. Los ataques de Dracula son expeditivos pero carecen de shock. A lo sumo la única escena bien filmada en tal sentido es el enfrentamiento final entre Van Helsing y Dracula, que es original y disfrutable. Pero el resto termina por resultar anodino. Es una película sólida aunque algo tediosa. Hay una gran economía de medios que provoca que porciones enteras del relato clásico desaparezcan – no está el personaje de Reinfeld; el supuesto viaje de Drácula a Inglaterra en el Demeter se resuelve expeditivamente con un ataud montado en una carroza funebre sin conductor -; pero en cuanto a terror, hay poco y nada. El color de la sangre es risible, los ataques de los vampiros no impresionan, y sólo quedan las buenas actuaciones y un guión serio como rescatables.

El problema es Terence Fisher, que a mi gusto siempre fue un director sobrevaluado. El estilo de filmación de la película no difiere demasiado de los rutinarios policiales de los años 50: actores recitando largos parlamentos del guión, escasa acción, personajes estoicos, resolución expeditiva. Precisamente este estilo es el que terminaría por derrumbar a la Hammer con el paso de los años, con su incapacidad para superar (o al menos equiparar) el nivel de violencia, erotismo o siquiera suspenso que otras películas iban forzando sobre los códigos morales (y cinematográficos) de la época. Uno puede comparar este filme (o uno de los últimos de la Hammer en los 70) con El Exorcista, o yendo más atrás, con The Tingler de William Castle, El Hombre de los Ojos de Rayos X de Roger Corman – películas de esa misma época y que aún hoy tienen capacidad de impacto – … y puede apreciar que el horror Hammer es infantil. El otro problema pasa por la familiaridad con la historia: la Hammer se dedicaría a canibalizar a Dracula en 8 filmes más, cada vez de peor calidad, intentando seguir haciendo caja con el personaje. Es explotar una marca, es cierto, pero también uno se pregunta si no se puede crear otra mitología relacionada con un vampiro, algo que resulte fresco y original como fue la brillante Conde Yorga. Lo que terminaría por hacer la Hammer es saturar el mercado y quemar la impronta que ellos mismos habían creado. No hay demasiada evolución en su enfoque del terror. Terminan siendo obras serias, con un estilo propio, pero con una muy diluída capacidad de shock.

DRACULA

Otras versiones de Dracula comentadas en este portal: Dracula (1931) de Tod Browning y con Bela Lugosi; Dracula (1958) de Terence Fisher y con Christopher Lee; Dracula (1979) de John Badham y con Frank Langella. Nosferatu (1922) es una adaptación no oficial realizada por F. W. Murnau.