Crítica: Distrito 9 (Sector 9) (District 9) (2009)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Sudáfrica / Nueva Zelandia, 2009: Sharlto Copley (Wikus Van De Merwe), Jason Cope (Grey Bradnam), Nathalie Boltt (Sarah Livingstone), Sylvaine Strike (Dra Katrina McKenzie), John Summer (Les Feldman)

Director: Neill Blomkamp, Guión: Neill Blomkamp & Terri Tatchell

Trama: Hace 20 años una enorme nave extraterrestre llegó a Johannesburgo, Sudáfrica, con un masivo contingente de alienígenas enfermos o en estado de desnutrición. Las autoridades han optado por refugiarlos, y los han ubicado en villas de emergencia, las cuales se las conocen como Distrito 9. Ya que la presencia alienígena provoca disturbios entre los residentes del lugar, una corporación ha accedido a hacerse cargo de la supervisión del Distrito 9, y para ello nombra a Wikus Van De Merwe como director de la zona. Pero Wikus resulta ser bastante ingenuo y carece del carácter necesario para administrar el Distrito 9. Ahora, en una redada a la zona, Wikus parece haberse contagiado con un virus alienígena y su cuerpo ha comenzado a mutar. Y las autoridades de la corporación han decidido cazarlo, ya que su ADN extraterrestre le permite activar y utilizar las sofisticadas armas capturadas a los alienígenas. Despreciado por humanos y aliens, Wikus se ha convertido en un paria cuyo destino es incierto.

Distrito 9 Corría el año 2005 y Microsoft venía negociando desde hacía tiempo la adaptación a la pantalla grande de uno de sus videojuegos más exitosos: Halo. Para ese entonces ya disponían de un libreto escrito por Alex Garland (el mismo de 28 Días Después / Exterminio y Sunshine, Alerta Solar), y todo parecía encaminado para que Peter Jackson (El Señor de los Anillos) fuera el productor de la película. A medida que el proyecto iba madurando, Jackson decidió que el sillón del director estuviera ocupado por el sudafricano Neill Blomkamp ya que parecía la opción perfecta: Blomkamp era un especialista en efectos especiales, e incluso había rodado cortos publicitarios para la saga de Halo, los cuales terminaron resultando premiados en diversos festivales.

Pero Microsoft y la Fox empezaron a discrepar acerca del rumbo del proyecto, y la adaptación del videojuego terminaría por congelarse en el 2007. Para ese momento Jackson había visto el corto de Blomkamp Alive in Joburg – que narraba una pequeña alegoría racial, con la llegada de extraterrestres a Johannesburgo en plena época del apartheid – y, considerándose obligado con el director, decidió financiarle un largometraje que expandiera dicha historia. El resultado final fue Distrito 9, una pequeña película independiente de ciencia ficción que tomó por sorpresa las taquillas norteamericanas en la segunda quincena de Agosto 2009, y que rápidamente trepó hasta los primeros puestos de los mejores filmes del género en los charts de la IMDB.

Distrito 9 tiene la particularidad de ser ciencia ficción pensante en una época en que ese modelo se encuentra en extinción. Pero a su vez posee suficientes elementos de acción como atraer a todo tipo de público. Es uno de esos raros casos en donde la historia tiene músculos y cerebro, y el desarrollo está lo suficientemente cuidado como para que resulte emocionante.

Si uno desmenuza la premisa, no hay nada excepcionalmente original en la historia. Blomkamp parece haber tomado a Alien Nation (1988) (extraterrestres llegando a la Tierra y conviviendo con humanos), mezclarlo con gotas de El Planeta de los Simios (1968) (alegoría racial) y una fuerte dosis de La Mosca (1986) (humanos mutando en otras especies), y rodarlo en un estilo tipo El Proyecto Blair Witch (1999) (aquí la historia se cuenta a través de videocámaras, cintas de TV, cámaras de vigilancia). Pero a medida que la narración avanza, uno termina por olvidarse de todas las influencias y la historia adquiere personalidad propia.

Tal como en Alive in Joburg, el punto central de Distrito 9 es la alegoría sobre la discriminación. Aquí aparecen de la nada unos dos millones de alienígenas en estado físico deplorable que, para colmo, deciden aterrizar en un país tercermundista como Sudáfrica. Como nadie sabe qué hacer, terminan ubicándolos en guetos que son más parecidos a un campo de concentración que a otra cosa. A duras penas los humanos se dan a entender con los extraterrestres, a los que alimentan lanzándoles latas de comida para gatos desde el aire. Las corporaciones se hacen cargo, pero no por humanidad sino con el fin de explotar la tecnología alienígena en provecho propio. Como mucha bola no le dan a la situación humanitaria de los extraterrestres, deciden nombrar a un funcionario petimetre e incompetente como es Wikus Van Der Merwe. Wikus debe hacer redadas constantes en el Distrito 9, ya que los extraterrestres suelen vender sus armas a los nigerianos que también viven dentro del gueto, amén de sofocar revueltas por comida y otro tipo de insubordinaciones. La mala suerte de Wikus hace que el pobre incompetente termine contagiándose un virus alienigena, el que empieza a provocar mutaciones en su cuerpo. Sí, Wikus empieza a transformarse en un alien más.

Uno de los puntos más fascinantes de Distrito 9 es la construcción del universo en donde coexisten humanos y extraterrestres, que es completamente realista. Este es un mundo viviente y creíble, con rutinas y conductas establecidas. No hay invasores del espacio, sino una nave gigante cargada con clase obrera alienígena muerta de hambre. Todas las repercusiones del arribo, la convivencia con esa raza desconocida, el temor a los visitantes están narrados de manera creíble. Y del mismo modo ocurre con la rutina diaria. No hay mucha diferencia entre las incursiones de la policía al Distrito 9 con redadas similares a villas miseria y favelas – brutalidad policial, miedo constante que termina en casos de gatillo fácil, incomprensión de los marginados -. Cambien a los aliens por los hombres de color durante el apartheid, y el efecto sería el mismo – la gente discrimina al diferente y lo oculta en un lugar fuera de su vista sin preocuparse en lo más mínimo de su existencia -. La cereza del postre es cuando Wikus salta al otro lado del mostrador y pasa a ser uno más de los segregados. Allí sufrirá en carne propia el mismo trato brutal que los humanos le dan a los aliens.

Pero semejante historia no podría terminar de enganchar si el personaje de Sharlto Copley no resultara simpático. Es tan ingenuo y aplicado en su juego burocrático, que termina siendo un inútil agradable. No es un tipo eficiente, ni uno con mucho carácter, pero a lo largo de toda la historia termina por evolucionar (en más de un sentido), y al final de la proyección es un verdadero héroe. Uno se ríe de sus ingenuidades, sufre con sus padecimientos y termina por festejar sus actos heroicos (más fruto de la desesperación que otra cosa). Lo que comienza como alegoría termina convirtiéndose en algo épico; y cuando llega la acción, el director Blomkamp la dirige de manera impecable. Todas esas escenas están impregnadas del factor “guau!”; simplemente lo dejan a uno con la boca abierta.

Quizás lo que se le puede reprochar a Distrito 9 es que el tercer acto no es muy consistente cuando uno se pone a analizarlo. Hay cosas que no tienen mucho sentido – como el laboratorio secreto del alienígena Christopher -, e incluso el final es abierto y da lugar a varias interpretaciones – ¿habrá una secuela en la cual los aliens vendrán a vengarse de la brutalidad de los humanos? -. Pero, por su parte, la historia del protagonista cierra con un toque melancólico de gran clase.

Distrito 9 es ciencia ficción sólida, que entretiene y trabaja a un nivel inconsciente. Aunque es temprano, la votaría junto con Watchmen como las dos mejores películas fantásticas del 2009. Y desde ya crea enormes expectativas por el próximo trabajo de Neill Blomkamp.