Crítica: Dioses de Egipto (2016)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

3 atómicos: buenaUSA / Australia, 2016: Nikolaj Coster-Waldau (Horus), Gerard Butler (Set), Brenton Thwaites (Bek), Elodie Yung (Hathor), Courtney Eaton (Zaya), Geoffrey Rush (Ra), Chadwick Boseman (Thoth), Rufus Sewell (Urshu)

Director: Alex Proyas, Guión: Matt Sazama & Burk Sharpless

Trama: En una versión alternativa de la historia, los dioses conviven con los hombres – y son sus reyes – en el antiguo Egipto. El dios – rey Osiris ha decidido que es el momento de su retiro, y planea pasarle la corona a su hijo Horus. Pero el hermano de Osiris, Set – dios del desierto – se opone a ello y provoca un golpe de estado, matando a Osiris y quitándole los ojos a Horus, envíandolo al destierro ciego y malherido. Pero hay un mortal que aún confía en el regreso de Horus y ése es Bek, un ladronzuelo que ama profundamente a la joven Zaya. Cuando Bek profana un templo en busca de joyas y los guardias de Set se enteran, mandan a arrestarlo, no sin antes matar a Zaya en el proceso. Desesperado, Bek va a buscar a Horus – que permanece oculto en un mausoleo en medio del desierto – y le pide que reviva a Zaya a cambio de reintegrarle sus ojos y derrocar a Set. Pero Horus no confía en los humanos y, después de mucho insistir, accede a unirse a la cruzada del muchacho. Y ahora para derrotar a Set – que ha absorbido el poder de otros dioses después de aniquilarlos – deberá a acudir a Ra, el dios mas grande y poderoso que mora en los cielos, abuelo de Horus y el único que posee el arma que le permitirá a Horus vengarse de Set por el asesinato de sus padres.

Arlequin: Critica: Dioses de Egipto (2016)

Espectacular, caótica y anacrónica. Tres palabras que definen a la perfección a Dioses de Egipto, el último opus de Alex Proyas. Proyas, hasta ese momento, era considerado un genio del cine fantástico con títulos como El Cuervo, Dark City y cosas mas que respetables como Yo, Robot y Knowing. Pero acá metió la pata, y mandó al tacho una producción de 150 palos verdes, recaudando menos del 10%. Como la critica norteamericana es peor que una horda de buitres picoteando un cadáver podrido, cuando alguien dijo “es horrible” todo el mundo saltó encima de Proyas para arrancar su propio pedazo y, de paso, despacharse con una sarta de insultos originales (que es para lo único que sirven los críticos yanquis: son creativos para denigrar al caído en desgracia de turno). La principal acusación fue la de whitewashing o “blanqueamiento” – roles de africanos o asiáticos en manos de caucásicos de ojos azules -, lo cual me parece una estupidez galopante. ¿Acaso Charlton Heston era egipcio cuando hizo Los Diez Mandamientos, o siquiera judío – romano cuando rodó Ben-Hur?. ¿O las películas de faraones con Yul Brynner y Jack Hawkins, en donde nadie dijo ni pío?. Yo lo que creo que es los norteamericanos se pasan de rosca con la corrección política y les encanta señalar con el dedo antes de usar la cabeza sobre lo que significa el término. Cuando una historia es original (o sea, se presenta al público por primera vez), uno puede poner actores caucásicos en roles raciales con el maquillaje debido ya que, a fin de cuentas, los nombres de las grandes estrellas son lo que hacen a la recaudación del filme, y es dificil encontrar un puñado de actores egipcios (o étnicamente correctos) que tengan magnetismo en la taquilla. Otra cosa es cuando uno hace una remake y la imagen duradera en la mente del público es la identidad racial de los protagonistas: es por eso que no se puede hacer una versión de Akira o de Ghost in the Shell sin poner actores asiáticos en el rol, no sólo porque ya es apropiación cultural sino porque es una afrenta contra el original. Que alguien me explique como camuflamos a Keanu Reeves como Kaneda. Al menos Scarlett Johansson podría haber tenido un script mas amigable que “bladerunnerice” el futuro que habita y lo haga una metrópoli cosmopolita. Pero aún así, es mas el riesgo de fallar que de acertar; cuando el original tiene una imagen tan fuerte e indeleble, es mejor respetarla. Acá, como la historia es totalmente nueva, podían despacharse con el elenco que quisieran pero…

Uno de los principales dramas de Dioses de Egipto es que el blanqueamiento es alevoso, y ni siquiera aplican maquillajes, lentes de contacto ni prótesis para tratar de camuflarlo. Los dioses egipcios se ven como neoyorkinos o europeos y, lo que es peor, hablan como tales. Cuando Gerard Butler hizo 300, al menos el blanqueamiento se camuflaba con bíceps, togas y diálogos en prosa cuasi homeriana. Acá los tipos tienen actitudes modernas y canchereadas que no van con el drama de época que pretenden vender. Olvídate de la rigurosidad histórica: esto es una fantasía basada en la mitología egipcia – la cual es fascinante -, y los reyes son dioses que pueden transformarse en bichos dorados de todo tipo como si fueran Los Caballeros del Zodiaco. Yo no tengo problemas con tirar la realidad por la ventana; sí tengo problemas con que estos tipos tengan ojos azules (ni siquiera usan lentes de contacto negros!), no se maquillen la cara (como uno imagina a los faraones), hablen como reos y se vean como norteamericanos y europeos recién levantados de la cama.

Es dificíl saber si corrigiendo el tema del lenguaje y la apariencia la historia hubiera funcionado mejor. Posiblemente no, porque la trama va muy rápida y vomita una tonelada de personajes sin darles algo de personalidad. Está Chadwick Boseman en un papel del cual se deberá estar avergonzando hasta el día de hoy – un sabio ególatra de modales delicados -, Elodie Yung (la nueva Elektra del Daredevil de Netflix) como una diosa del amor que no resulta demasiado magnética, y Nikolaj Coster-Waldau como un dios demasiado reo y sin carisma. Y aún con todo ello, uno sabe que la película está en problemas cuando Gerard Butler tiene los mejores diálogos. No son brillantes pero es consistentemente maligno, lo cual me resulta meritorio.

Ciertamente el aspecto visual es tan fascinante como recargado, y hay momentos en donde Proyas amenaza con generar escenas memorables – como las hechiceras que persiguen a Coster-Waldau cabalgando dos cobras gigantes, o el fabuloso espectáculo visual del gigantesco gusano cósmico que amenaza con devorarse el Nilo y todo Egipto – pero el filme es demasiado desprolijo como para darles lucimiento. La historia tiene mil vericuetos, los actores se ven anacrónicos en sus papeles, y los deus ex machina abundan para que uno termine por apostar por el filme. Todo lo cual termina convirtiendo a Dioses de Egipto en una costosa película para cable, de esas que uno ve gratis y se encadila con lo visual pero le importa poco y nada la trama ya que es movida y sirve para pasar el rato. Definitivamente no es la bazofia intragable que todos dicen pero tampoco llega a ser un buen filme.