Crítica: La Décima Víctima (La Decima Vittima) (1965)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Italia, 1965: Marcello Mastroianni (Marcello Polletti), Ursula Andress (Caroline Meredith), Massimo Serato (abogado de Polletti), Elsa Martinelli (Olga), Luce Bonifassy (Lidia)

Director: Elio Petri, Guión: Elio Petri, Ennio Flaiano, Tonino Guerra & Giorgio Salvoni, basados en el cuento La Séptima Victima de Robert Sheckley

Trama: En el futuro la guerra no existe y los conflictos son resueltos a través de un concurso patrocinado por el estado y llamado la cacería, en donde la gente se asesina entre sí y alterna los roles de victima y cazador. Los que hayan sobrevivido 10 cacerías se llevan un premio de un millón de dolares. Caroline Meredith ha culminado su novena cacería y recibe una oferta millonaria por parte de una empresa multinacional para televisar su próximo encuentro y realizar publicidad de sus productos durante la emisión. La víctima en este caso es el italiano Marcello Polletti, cuya vida sentimental y financiera es un desastre y depende de la obtención de las recompensas en el concurso para poder subsistir. Pero una vez iniciada la cacería, Caroline y Marcello comenzarán a sentirse atraídos entre sí; y aunque las reglas dicen lo contrario, muy pronto quedará en evidencia de que ambos participantes intentarán torcer el curso de los acontecimientos del concurso en su propio beneficio.

La Decima Victima En un principio fue El Malvado Conde Zaroff / El Juego Más Peligroso (1932) – realizada por los padres de King Kong, Ernest B. Schoedsack y Merian C. Cooper – la primera pelicula que vino con el argumento de la caza del hombre por el hombre mismo. The Most Dangerous Game sufrió un par de remakes con el paso del tiempo, pero no sería sino hasta la aparición de La Décima Víctima que alguien intentaría expandir la premisa para darle otras lecturas. Y si bien el filme de Elio Petri es una comedia liviana centrada en una visión alegórica de la batalla de los sexos (tal como estaba planteada en la década del 60), lo cierto es que un aspecto secundario (el contrato que firma Ursula Andress para televisar su próximo asesinato) terminarían por convertir a la película en un clásico menor. Decenas de filmes posteriores tomarían dicha idea para crear todo un subgénero especializado – competencias a muerte televisadas -, que van desde Robot Jox, Rollerball, The Running Man hasta Carrera de la Muerte (original y remake), y un largo etcétera.

Pero en realidad el tema de la acción es un aspecto secundario en La Décima Víctima. Quiten los disparos, y les queda una comedia intelectualoide y snob propia de los sicodélicos años sesenta – por momentos me hace pensar en algún experimento teatral salido del Instituto Di Tella, o en filmes argentinos extremadamente pop como Psexoanálisis (1968) -. Acá hay mucho vestuario fashion, excesivos diálogos (aunque delirantes en la mayoría de los casos), puras poses, y personajes de cartón pintado que sólo sirvern para espetar las teorías intelectuales de los autores de turno en medio del desarrollo de la trama. Marcello Mastroianni es el típico charlatán italiano, que tiene a su ex esposa y a su amante detrás de él, no le termina de gustar ninguna de ellas, y el juicio de divorcio le devora todas las ganancias que le genera el concurso. Por su lado Ursula Andress (más radiante que nunca) parece dedicada a la cacería simplemente por una cuestión de adrenalina. La excusa es el contrato de televisación de Andress, por el cual la chica debe seducir a la victima para llevarla a un estudio y allí rematarla delante de cámaras. Pero en ese coqueteo algo empieza a surgir entre ambos, y ello terminará por cambiar el desenlace en más de un sentido.

En realidad lo más interesante del filme son los aspectos secundarios, como las absurdas reglas de esa sociedad que ha legalizado el asesinato … siempre que sea dentro del concurso de marras. Si usted mata a otra persona que no es la victima asignada, le caen 30 años de cárcel. Usted puede estar tomando algo en la vereda de un bar, y ver pasar a gente corriendo y disparándose entre sí todo el tiempo. La policía tolera los homicidios generados por la cacería, pero no el mal estacionamiento. A esto se suma una proliferación de decorados sicodélicos, ropas extremadamente pop, e inventos futuristas e inútiles, como una mascota robot que no sirve para nada o un televisor cuya señal fija es un ojo gigante pestañeando. Pero si bien esos son condimentos del relato, cuando el filme llega al último acto se pone aún más delirante, especialmente con la salvaje sátira sobre los comerciales de TV y el marketing en general (por ejemplo, Mastroianni firma su propio contrato de publicidad, y debe llevar a Ursula Andress a una mansión en donde la va a devorar un cocodrilo mientras que él levanta un vaso y debe decir “Coca 80, un sabor realmente salvaje” !). Si bien la historia principal no es tan interesante como uno podría suponer, hay tantas perlitas sembradas a lo largo de la película (y tiene tanto ritmo) que uno siempre termina descubriendo algo y se la pasa bastante entretenido.

La Décima Víctima es rara, curiosa, y está tan llena de material que termina siendo divertida. Si no es el argumento, es la visión de la diosa Ursula Andress en paños menores, o los decorados colorinches, o las ropas pop… pero siempre hay algo que nos llama la atención. Quizás su discurso sobre la batalla de los sexos quede un poco diluído en semejante contexto saturado de ideas, pero eso significa que el filme es tan rico que permite varias lecturas… o que es una deliciosa golosina visual que nunca termina por desagradar.