Crítica: El Código Da Vinci (The Da Vinci Code) (2006)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2006: Tom Hanks (Dr. Robert Langdon), Audrey Tatou (Agente Sophie Neveu), Sir Ian Mc Kellen (Sir Leigh Teabing), Jean Reno (Capitán Bezu Fache), Paul Bettany (Silas), Alfred Molina (Obispo Manuel Aringarosa)

Director: Ron Howard, Guión: Akiva Goldsman basado en el best seller de Dan Brown, Musica – Hans Zimmer

Trama: Un hombre aparece muerto en el Louvre, desnudo, con un pentagrama en el pecho, y en la misma pose que el Hombre Universal de Da Vinci. Antes de morir había acordado una cita con el experto en simbología Robert Langdon. La policía lo cita a ver el cuerpo, y Langdon comienza a decifrar mensajes ocultos que ha dejado el occiso, regados por todo el museo. Acompañado por la agente Sophie Neveu, Langdon descubre un plan para culparlo por el asesinato. E irá descubriendo una secreta conspiración por parte de los sectores más conservadores de la iglesia católica, para intentar ocultar que Jesús tuvo una hija con María Magdalena, y que su descendencia llega hasta nuestros días.

El Codigo Da Vinci Resulta interesante considerar, en este punto, qué es lo que se considera habitualmente como material de culto. Una acepción que indicamos en el índice de este sitio, dice que el cine de culto está basado generalmente sobre héroes. Eso es cierto, y la mayoría del material de culto se remite a ese tema. Pero también el término de culto se refiere al aspecto intelectual de una obra (y no hablamos de cine arte como Bergman, por ejemplo). No sólo las obras populares (las que adoran a un héroe), sino aquellos experimentos intelectuales que llevan a acaloradas discusiones, sea en pequeños círculos bohemios o a nivel masivo, merecen el status de culto. Podríamos concluir que todo aquello que deje un recuerdo imborrable en la mente del espectador (o del lector, si se trata de una novela), que genera seguimiento y debate intelectual, revisión constante, y un sentimiento de entusiasmo que no merma con los años, merece el apelativo de culto.

Existen novelas de culto, las cuales no siempre terminan por dar a luz obras de culto, obras maestras, y ni siquiera buenas obras. Como el caso de Duna, de Frank Herbert, que de libro de culto pasó a una rareza cinematográfica que no le gustó a casi nadie (y que comentamos en este sitio). Ahora, en el caso que nos ocupa, tenemos otra obra de culto que ha sido trasladada a la pantalla. Y, lo que resulta lamentable, no sólo es resultado es poco feliz, sino que uno llega a la conclusión de que la novela original debe ser terrible.

El Código Da Vinci ha vendido a raudales ediciones y tickets, en sus versiones escritas y cinematográficas, ha creado profundos debates (y polémicas), y ha generado toda una corriente de imitaciones como la pésima National Treasure, o la más potable Sahara. En general es una búsqueda del tesoro mezclada con conspiración – como para tener la presencia de algunos villanos y crear cierta tensión -, que se encarga de vincular liberalmente hechos históricos con tramas secretas que brindan acertijos sobre la ubicación del mencionado tesoro – sea dinero, una verdad oculta, etc -. No es un mal enfoque, de hecho es novedoso, pero hasta ahora no hemos visto ninguna obra que haya podido llevar adelante el planteo de modo decente. Y ni siquiera la novela de Dan Brown – la piedra basal que generó toda esta corriente – puede acertar el tiro, o elevarse por encima de sus competidores.

Es que el problema de El Código Da Vinci se da desde sus orígenes, al nivel de la creatividad del mismo autor. Básicamente son dos historias relacionadas: una trama policial y un ejercicio intelectual. El modelo que sigue es, fundamentalmente, El Nombre de la Rosa de Umberto Eco, donde un par de investigadores de elevada capacidad intelectual se dedican a resolver un asesinato enigmático, en una trama plena de acertijos, revelaciones, y un vasto arsenal de teorías ingeniosas sobre hechos de mayor o menor conocimiento popular. Pero mientras que Eco es un hábil narrador, que sabe equilibrar suspenso con sus juegos intelectuales y le da balance al relato, Dan Brown resulta ser un terrible amateur que termina por hundir una parte del relato en perjuicio de las ideas originales que pueda tener la parte restante. Concretamente, la trama policial apesta, tiene agujeros enormes de lógica desde el vamos, y sólo puede mantener la tensión a base de golpes de efecto – con traiciones y doble juegos sin motivo alguno aparente -. Muchas veces las adaptaciones cinematográficas pulen a un mal autor, pero este no es el caso. Comenzando por el asesinato que da inicio a la trama, que parece totalmente estúpido que un hombre moribundo se dedique a pintar medio Louvre con su sangre, dejando enigmas por todos lados, desnudándose y pensando en mensajes cifrados para el que debería ser nuestro héroe del relato. Hay un factor que se llama suspensión de la credibilidad, que lleva a que el espectador pueda creer que un hombre con capa roja pueda volar, o un tipo con un látigo pueda despacharse a medio ejército nazi, y que depende del guionista y del director. Este no es el ejemplo, y si bien pueden existir espectadores que toleren este trago tan sólo por ver el contenido del polémico relato, no es mi caso. Uno precisa ir in crescendo tragando cosas cada vez más absurdas, si el director tiene la habilidad de que podamos digerirlas sin ver lo ilógico de las mismas. Como decía Hitchcock, es el caso de los films “de refrigerador”; cuando un espectador sale del cine, vuelve a su casa y, después de muchas horas, cuando en la madrugada baja a tomarse un bocadillo de su heladera, cae en la cuenta de las mentiras y huecos de lógica que el director supo tapar con su talento narrativo.

La trama policial es terriblemente mala, y uno piensa que el film pudo haber sido mucho mejor sin ella. Simplemente tratándolo a un nivel cuasi documental, hubiera obtenido mejores resultados. No sólo no es original, sino que está plagado de clisés – el asesino albino rubio, que es un habitué del género desde Foul Play con Chevy Chase, por ejemplo -. Posiblemente la historia conspirativa esté pensada como relleno, puesto que la otra parte – la del ejercicio intelectual – no tenga tanto material como para llenar un libro o un film. Pero es definitivamente pésima, además de que los personajes tienen una definición nula, y que los actores trabajan – sobre base tan pobres – con un rendimiento interpretativo en piloto automático, con la excepción de Paul Bettany y Sir Ian McKellen, que siempre le dan un plus a sus papeles.

El otro aspecto, el polémico, y realmente la cereza de oro del postre, es el juego intelectual que plantea Brown al relacionar hechos históricos y plantear una teoría alternativa a la historia de Jesús. Ciertamente la obtención de cada porción de esa teoría está atada a la resolución de un acertijo previamente, que no siempre funcionan de modo feliz. Parece más la mecánica de un video game de aventuras que el de un relato. Y más absurdo se muestra cuando se llega al final del film, donde parece que toda esa tamaña complicación carece de sentido – ¿por qué complicar tanto la transmisión de un mensaje? -, y donde hay hechos que uno ya viene anticipando a pesar de los esfuerzos del relato en embarrar la cancha cada vez que puede, con tal de crear cierto suspenso. Sin duda la elección de Ron Howard para la silla del director se basa en su film previo Una Mente Brillante, donde explicaba con impecables recursos narrativos complejas teorías matemáticas. Howard recicla unos cuantos trucos de dicho film para las escenas en que se descifran enigmas (el resaltado de letras en frases compuestas de anagramas; representando holográficamente lo que Langdon u otro personaje está deduciendo), pero son bastantes los casos en que las conclusiones parecen traídas de los pelos. Además de que Howard no puede mantener cierto ritmo, de modo que hay tiempos muertos que no pasa nada, y hay escenas donde en un minuto se tiran un millón de hechos y teorías.

Pero si bien el esquema de acertijo / respuesta no siempre funciona bien, el único aspecto de la obra que resulta potable es su funcionamiento a nivel de juego intelectual de teorías. No hay nada demasiado nuevo en algunos conceptos (que Jesús era un humano corriente, que tuvo descendencia, el papel secreto de los Templarios en la historia, etc), pero resulta fascinante el modo en que se enlazan hechos e hipótesis. Hay mucha creatividad en el material de relleno que inserta Brown para pulir esa larga y compleja teoría, que resulta totalmente viable desde el punto de vista intelectual. Como dicen en Italia, si no es cierto, al menos está bien contado. El problema del film es que dedica demasiado tiempo a muertes idiotas y acertijos que no entusiasman demasiado a nadie, y cuando llega a la teoría intelectual, la vomita en fragmentos que duran segundos, cuando uno desearía que se explayara mucho más sobre la misma. Es ciertamente absurdo encasillar al Opus Dei como el villano del relato – siempre hubo tramas secretas y manipulaciones de poder en la Iglesia Católica a lo largo de toda su historia, y no siempre tuvieron nombre y apellido -, cuando ese papel podría representarlo sectores secretos de la iglesia (al estilo Estigma). Pero en cuanto al resto de la teoría se ve plausible, al menos desde el punto de vista de un espectador standard como yo, claramente ignorante en una vasta mayoría de los hechos presentados. Uno no puede negar que ciertos hechos pudieran haber existido, y que algunos textos de época conocidos de siempre (evangelios apócrifos) o recientemente afirman interpretaciones alternativas de la historia conocida por todos – los manuscritos del Mar Muerto, encontrados en 1946, hablan de Jesús como un líder político, crucificado por intereses del Imperio Romano (que lo veían como un sedicioso) y de los sectores religiosos locales (que esperaban un líder guerrero para alzarse en revolución), y que tuvo descendencia -. Este es el núcleo de la novela, pero lamentablemente no lo es del film, que lo dispara a una velocidad impresionante sin terminar en captar a la totalidad de la platea. Es el centro de la polémica, y lo que hizo que se vendieran tantos ejemplares a nivel mundial. Ciertamente las exposiciones de Ian McKellen son fascinantes – es la cualidad de McKellen para captar la atención del público y explicar las cosas a un nivel entendible -, pero son densas en datos y expresadas en poco tiempo. Y cuando el film va llegando a su conclusión, hay razonamientos que realiza el personaje de Tom Hanks con los cuales uno coincide – ¿cuál sería la polémica si esa fuera la verdad?¿disminuiría el papel de Jesús en la historia? – , pero tampoco Howard se dedica a profundizar en el tema. Es como que el director apura el paso sobre los puntos polémicos, y ni siquiera permite a los personajes debatir sobre los mismos. Y, como dijimos antes, buena parte de esta teoría no es nueva, pero al polemizar públicamente sobre la novela hace que todos salgamos corriendo a comprarla / ver el film y enterarse de qué se trata.

El film precisaba otro director, otro guionista y otro enfoque más existencial, además de construir una trama policial totalmente nueva – si se deseaba mantener una -. Pero así como está, resulta un fiasco donde uno debe devorar 120 minutos de un film entre malo y mediocre para obtener 30 minutos de una teoría interesante, polémica y ciertamente creativa, que no va más allá de la mera curiosidad.

EL CODIGO DA VINCI Y SECUELAS

Las películas basadas en las obras del escritor Dan Brown son: El Codigo Da Vinci (2006), Angeles y Demonios (2009), Inferno (2016)