Crítica: Cloverfield – Monstruoso (2008)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2008: Michael Stahl-David (Rob Hawkins), Jessica Lucas (Lily Ford), Lizzy Caplan (Marlena Diamond), T.J. Miller (Hudson ‘Hud’ Platt), Odette Yustman (Beth McIntyre), Mike Vogel (Jason Hawkins)

Director: Matt Reeves, Guión: Drew Goddard

Trama: Rob Hawkins y Beth McIntyre tienen un romance, el cual registran en video. Un mes después, usando la misma cámara y cinta, Hud Platt – amigo de Rob – comienza a filmar lo que es una fiesta sorpresa para éste, ya que ha sido ascendido en su empresa y debe viajar a Japón al día siguiente. Pero Rob descubre que Beth ha ido a la fiesta acompañada de un hombre, y ambos se ponen a discutir en uno de los pasillos – ya ha pasado mucho tiempo y Beth sentía que Rob había perdido el interés en ella -. La chica se retira del festejo antes de tiempo, mientras Rob permanece lacónico en un rincón y comienzan a discutir el inconveniente amoroso con sus amigos. Pero un estruendo estremece a Nueva York, y noticias de un accidente naval en la bahía alarman a la población. Rob, Hud y el resto de los amigos corre a la azotea para ver al barco siniestrado, pero gigantescas explosiones provocan una estampida general. Al ver la cabeza de la estatua de la libertad arrancada de cuajo en medio de la calle, cunde el pánico. En el trayecto, Rob recibe una llamada de Beth, que ha quedado atrapada en el departamento de su padre. Pero mientras intentan huir, alcanzan a ver a una gigantesca criatura, que destroza el puente de Brooklyn y que parece inmune a la artillería. En contra de la sensatez que indica el momento, Rob, Hud y un par de amigos deciden ir al rescate de Beth mientras el monstruo arrasa de manera imparable la ciudad de Nueva York.

Cloverfield (Monstruoso) Cloverfield (Monstruoso) es un film de J.J. Abrams, por más que en los títulos figure Matt Reeves como realizador. Hay pocos casos en la historia del cine en que un productor resulta más importante que el director, y se me ocurre compararlo a las producciones de George Pal o Ray Harryhausen. Y esto suele suceder porque el talento creativo pasa por Abrams más que por ningún otro. J.J. Abrams era un joven escritor de guiones que comenzó a tener éxito con la serie de TV Felicity. Pero la fama de Abrams quedó establecida en el status de culto a partir de los sucesos de las series Alias y Lost. La industria apañó lo que consideraba un talento incipiente, y le dió un presupuesto multimillonario para su film debut como director que fue Mision Imposible III. De allí en más, las puertas del cine mainstream se abrieron para Abrams, anotándolo para la dirección de la inminente precuela de Star Trek (2008).

Cloverfield (“campo de tréboles”) es un proyecto pergeñado por Abrams durante una gira de promoción de Mision Imposible III que hizo en Japón. Al llegar a tierras niponas, se sintió fascinado por la enorme cantidad de merchandising de Godzilla, y pensó que los americanos no tenían un monstruo representativo. Existe King Kong, pero como figura romántica; Abrams pensaba algo en terminos más apocalípticos y comenzó a desarrollar en secreto el proyecto, utilizando técnicas de encubrimiento del libreto que serían la envidia de la CIA. En todo momento el guión se mantuvo en secreto, incluso durante las audiciones de los actores que luego interpretarían el film (escribiendo escenas totalmente falsas para el test screen, o reciclando tomas de algunas de sus series). Después desarrolló una campaña publicitaria de guerrilla, con falsos websites, trailers que no explicitaban en absoluto nada de la historia – simplemente usando su nombre como marca: “el proyecto sin nombre de J.J. Abrams” -, y desarrollando una aura de misterio que terminó por generar una enorme expectativa. Los métodos de Abrams no son nuevos – El Proyecto Blair Witch fue uno de los precursores en implementar dicho tipo de campañas -. Sin dudas el esfuerzo resultó productivo, ya que Cloverfield abrió con 41 millones de dolares de recaudación en su fin de semana de apertura, cifra record para esta altura del año en el calendario norteamericano. Todo indica que es un blockbuster imparable y, posiblemente, un film de culto.

Pero en sí, no hay nada excesivamente original en Cloverfield. Bien se puede resumir como Godzilla 1954 encuentra a El Proyecto Blair Witch. Hay una puesta en escena realmente bien orquestada, un argumento correcto y un collage de ideas ya antes vistas, hecho prolijamente. Pero los caminos que recorre ya se han visto en otros films, sólo que aquí se produce un conglomerado de influencias que termina por generar un producto nuevo pero no revolucionario.

El tema es que, lo que hace Cloverfield, es tomar un típico film de monstruos y narrarlo enteramente desde la perspectiva (y el caos) que sufren los protagonistas. Aquí hay cero explicaciones científicas de dónde, cómo y qué es el monstruo – por otro lado, no siempre es necesario explicar todo -. Es simplemente una fuerza devastadora de la naturaleza desatada en Nueva York – en cierto punto, uno podría compararlo con la perspectiva que padece Tom Cruise en La Guerra de los Mundos -. Lo que agrega Abrams es que todo el film es rodado a traves de la video cámara hogareña de uno de los protagonistas. Esto lo convierte más en un documental filmado con técnicas de guerrilla que en una película con guión tradicional, y es lo que lo asemeja a un Kaiju Eiga rodado a la Blair Witch: la cámara se mueve todo el tiempo, hay corridas, respiraciones agitadas (incluso una despedida similar a la de Heather Donahue en la carpa), planos sorpresivos donde se ven amenazas y horrores, y una tensión constante que se puede cortar con un cuchillo.

En ese sentido, Cloverfield es obviamente la antítesis de El Proyecto Blair Witch: mientras que el film de Daniel Myrick y Eduardo Sanchez operaba de forma subconsciente – existe una amenaza latente y del cual sólo se ven señales esporádicas -, aquí la naturaleza de dichas señales es mucho más explícita y frecuente. Edificios enteros vuelan por los aires; el puente de Brooklyn es partido a la mitad, o la cabeza de la Estatua de la Libertad es cercenada y lanzada por las avenidas. Lo que la cámara en mano le agrega es un sentido de inmediatez y caos que un rodaje tradicional no podría obtener. Además, las tomas del monstruo sólo duran unos escasos segundos – en algún caso, un poco más -, pero nunca pasa de ser un vistazo (y cuando algo se ve, se lo ve parecido a la criatura que enfrentaba Luke Skywalker en el foso de Jabba the Hutt en El Regreso del Jedi). Tal como Tiburón, el director Reeves sigue el viejo axioma de “menos es más” (y algo que también había usado con los episodios iniciales de Lost, donde otra criatura no visible asolaba a los naúfragos en la isla), lo cual no agota la exposición del monstruo y mantiene el halo de misterio. Además, agrega a la trama el concepto de que el monstruo posee parásitos en forma de arañas del tamaño de un hombre, que matan o contaminan a aquello que las toque – la idea de la contaminación también parece captada de The Host -.

Es un film de guerrilla, pensado para el shock. El resultado es efectivo. A diferencia de otros críticos, no encontré el preambulo largo y aburrido, aunque sí algo vacío. La película falla en darle algún carisma de importancia a los caracteres centrales (o al menos, a alguien), y los retrata como yuppies superfluos. Quizás el enfoque del director sea ese – ver a un grupo de gente vacía, que de pronto se vuelven personas cuando sucede el desastre -. Sí es así, no sería raro concluír que todo el proyecto es una especie de racconto no oficial del 11 de Setiembre del 2001, reemplazando aviones suicidas por un monstruo descomunal. Los neoyorkinos abstraídos en su rutina, aislados del mundo en su propia burbuja hasta que la realidad se los lleva por delante.

Es allí donde Cloverfield se aproxima muy cerca de la estatura de Godzilla 1954. Rob y sus amigos huyen en el caos del polvo y los edificios desintegrándose; las ventanas estallan, hay muertos y socorristas por doquier. Mientras que Godzilla 1954 era la catarsis japonesa de la bomba, sustituyendo al dispositivo atómico por un monstruo irreal (una alegoría), Abrams reemplaza aquí a los terroristas por otra criatura gigante y produce la catarsis norteamericana. Las imagenes del film son idénticas a lo que mostraba la CNN en aquella mañana fatídica de setiembre 2001.

El problema de Cloverfield es que no pasa mucho más de eso. Mientras que Godzilla proveía la figura del científico armamentista, que construía otro dispositivo peor a la bomba atómica – que podía vencer a la criatura -, se atormentaba por ello (y por los posibles usos malintencionados) y decidía morir con él, Cloverfield no provee ningun otro tipo de conclusión más que una recreación masiva de los atentados terroristas. Es así como si fuera: 11/9: The Joy Ride, un espectáculo animado de los estudios de cine, donde el espectador corre en medio de la muchedumbre en pánico mientras los rascacielos se desmoronan. Si Cloverfield seguía los conceptos básicos del film original de Godzilla (el único serio), podría haber desarrollado una conclusión relativamente similar (y obvio punto de polémica), como que el monstruo (los terroristas) fueron producto de la misma nación que sufrió el ataque. Se puede decir que es una tesis paranoica y que se entraría en terreno de debate (y delirio) político. La cuestión es que los Kaiju Eiga (filmes de monstruos japoneses o de cualquier otra parte del mundo) tienen una serie de reglas: el monstruo debe luchar contra otro monstruo, y los humanos son testigos, con lo cual el film es entretenimiento sin sangre. Pero cuando no existe un monstruo antagonista, la criatura unica y principal (sea Godzilla o Gamera) funciona como alegoría. Por algo está matando a humanos. Cuando el bicho masacra gente, el guión debe darle algún tipo de significado. En Tiburón era una fuerza real de la naturaleza convertida en maldad pura; pero en Cloverfield, cuando un film muestra una situación tan descabellada (un monstruo del tamaño de un rascacielos), el sentido es simbólico. El tema es que el film no se preocupa en revelar nada de esto, siquiera en alguna conclusión perdida que pudieran tener los protagonistas. Sólo se preocupa en generar constantes situaciones de tensión – que sin dudas, están bien filmadas -, si no es el bicho gigante son los parasitos que son una excusa del guión para generar horror en espacios cerrados. Con lo cual sólo se puede concluir que Monstruoso es un muy buen espectáculo de suspenso y shock, pero carente de alguna substancia, y que su única razón de ser es producir emoción por la emoción misma.

CLOVERFIELD

Cloverfield (2008) – Avenida Cloverfield 10 (2016) – The Cloverfield Paradox (2018)