Crítica: Cazador de Trolls (Trolljegeren) (2010)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Noruega, 2010: Otto Jespersen (cazador), Hans Morten Hansen (Finn), Tomas Alf Larsen (Kalle), Johanna Mørck (Johanna), Glenn Erland Tosterud (Thomas)

Director: André Ovredal, Guión: André Ovredal

Trama: Un grupo de estudiantes de cine se encuentra rodando un documental sobre la cacería ilegal de osos en Noruega. Ahora han ubicado a un misterioso hombre, del cual sospechan que se trata de un cazador furtivo. Tras acosarlo, el individuo se da por vencido y acepta sumarlos a sus misiones nocturnas … en las cuales da caza a enormes trolls que se han escapado de sus zonas de origen. Mientras que al principio los chicos piensan que se trata de una broma, muy pronto se topan con enormes gigantes de tres cabezas que comienzan a perseguirlos. Así es como descubren que existe una enorme organización estatal destinada a controlar los trolls y mantener su existencia en silencio. Y ahora el grupo ha comenzado a internarse en las tierras norteñas – dominios exclusivos de las criaturas -, en donde encuentran pruebas de que los trolls han comenzado a desplazarse en masa hacia regiones habitadas, en un movimiento inédito y casi imposible de controlar y ocultar.

Cazador de Trolls (Trolljegeren) De los países escandinavos suelen venir sorpresas de gran calibre, tal como Dead Snow (2009), Rare Exports (2010), Déjame Entrar (2008) e incluso el glorioso fan film Star Wreck: In the Pirkinning (2005). Vendría a ser el equivalente del nuevo milenio de lo que fue el cine australiano en los 80´s: un paraíso de creativos dedicados al cine fantástico y plagado de ideas frescas. Ciertamente el cine escandinavo es más formal y tradicional que el cine australiano (que es mucho más de autor y más sólido intelectualmente), y pareciera mamar en la serie B norteamericana, aunque no quita que tenga sus sorpresas. En el caso que nos ocupa, Cazador de Trolls es un falso documental al estilo de El Proyecto Blair Witch, sólo que está matizado con elementos de comedia y fantasía. El resultado final está ok y es disfrutable, pero dista bastante del revuelo provocado en Internet por los comentarios virales de los fans incondicionales del filme.

Si bien la película trata sobre monstruos gigantes y está rodado en primera persona, Trolljegeren es la antítesis de Cloverfield y es bastante parecido a un documental tradicional de National Geographic. Sustituyan a los trolls por enormes bisontes o elefantes enloquecidos (que atacan esporádicamente zonas pobladas) y el resultado hubiera sido el mismo. El filme se enfoca más en la gente relacionada con el tema – los conspiradores que se dedican a ocultar pruebas de la existencia de los seres frente al gran público; el solitario cazador que los mantiene a raya en los territorios autorizados; las experiencias de la gente que ha lidiado con estos seres; los hechos científicos sobre su modo de vida y sus costumbres, etc – que en las mismas criaturas, y hay momentos en que la película se toma muy en serio a sí misma. Eso no quita que hayan momentos de comedia que a menudo rayan en lo absurdo, como el dato de que los trolls detectan cristianos a varios kilómetros de distancia, de que las criaturas explotan o se vuelven de piedra cuando los bombardean con rayos ultravioleta (hay una delirante explicación científica de todo esto), de que son mamíferos cuyo embarazo duran 15 años, de que nacen con una cabeza pero se le forman varias con el correr del tiempo, de que hay trolls de bosque y trolls de montaña (y por ende son razas antagónicas que se la pasan pelean por sus territorios todo el tiempo), y de que han sido radiados al norte, lejos de los asentamientos humanos. El segmento en donde el cazador explica que las manadas de bueyes almizcleros de las zonas norteñas han sido plantadas por los humanos para que los trolls se alimenten, y que las enormes torres de tensión montadas en la zona no son más que un vallado eléctrico para evitar que se escapen (a la Jurassic Park) resulta inspirado y sumamente delirante.

El problema con Cazador de Trolls es que esos raptos de inspiración son esporádicos y la mayor parte del tiempo el filme se siente como un documental más, con momentos demasiado dialogados y exceso de solemnidad. Uno podría decir que el director André Ovredal está creando momentum cómico, pero los remates de los chistes (o de las ocurrencias) son más simpáticos que hilarantes (tampoco es una escalada de delirios al estilo de Incidente en el Lago Ness, que es otro falso documental mucho más inspirado que éste). Es como si uno se dedicara a observar la realidad y comenzara a elucubrar explicaciones paranoicas sobre particularidades del mundo que nos rodea (como el caso de las torres de tensión), pero no fuera más allá de eso. Digo: aquí el tema daba para mucho – los trolls, por ejemplo, son criaturas torpes e idiotas, y son más una víctima de los hombres que una amenaza real – pero todo ese trasfondo trágico es desperdiciado por el filme. Es como un gran chiste nerd que tiene su gracia en los primeros minutos, y que se dedica todo el tiempo a hacerlo más sofisticado pero no más profundo. La abundancia de detalles científicos o anecdóticos no equivalen a la exploración de detalles como de dónde surgieron las criaturas o por qué hacemos lo que hacemos para mantenerlas alejadas de nuestro mundo. Al elegir una figura tan pasiva como los trolls, el director podía haberse despachado con un mensaje sobre la naturaleza del hombre.

Cazador de Trolls es recomendable y está bien hecha, pero tampoco es el fenómeno que todos dicen. Los efectos especiales son buenos, hay momentos cómicos, y el entretenimiento es sólido; pero hay una sensación de potencial desperdiciado que termina por invadir al espectador a medida que se acerca al final.