Crítica: Carrie (1976)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorUSA, 1976: Sissy Spacek (Carrie White), Piper Laurie (Margaret White), Nancy Allen (Chris Hargensen), William Katt (Tommy Ross), Amy Irving (Sue Snell), John Travolta (Billy Nolan)

Director: Brian De Palma, Guión: Lawrence D. Cohen, basados en la novela de Stephen King

Trama: Carrie White – una tímida y reprimida adolescente – resulta víctima de las burlas de sus compañeras cuando le llega su primer período en las duchas después de una sesión de educación física. La chica es completamente ingenua acerca de lo que significa la menstruación a causa del feroz fanatismo de su religiosa madre, que lo considera un signo del pecado. Sus despiadadas compañeras han sido castigadas por los directores del colegio pero la líder del grupo, Chris Hargensen, planea una terrible venganza contra Carrie durante el baile de graduación. Y mientras tanto, Carrie ha descubierto que posee poderes telekinéticos que salen a luz en sus momentos de desesperación. Con ambas historias fluyendo hacia el mismo punto, todo anticipa que el baile de graduación de la escuela terminará por transformarse en una tragedia, cuando la chica desate todo su poder para vengarse del maltrato que ha padecido del resto de la gente.

Arlequín: Crítica: Carrie (1976)

Carrie es un clásico excepcional. Es el título que cimentó la fama del director Brian De Palma, lanzó al estrellato a un puñado de jóvenes actores – Sissy Spacek, Nancy Allen, John Travolta y, en menor medida, William Katt, Piper Laurie y Amy Irving -, y catapultó a la cima a Stephen King, convirtiéndolo desde entonces en el maestro del terror moderno.

En sí, no deja de ser una historia terriblemente manipuladora. Es melodrama puro y duro insertado en una ambiente de estudiantina y con algunos toques sobrenaturales. En el melodrama los personajes son fuerzas de la naturaleza que no disciernen sobre sus conductas, victimizan al protagonista y se lanzan en una trayectoria de colisión que genera el clímax – y donde usualmente el héroe termina por obtener la justicia que se le ha negado -. Los requerimientos para que un melodrama funcione son que el público se identifique con el héroe, y que el entorno funcione como villanos unidimensionales – cada uno de los personajes victimiza al protagonista en un aspecto, y la suma termina por abarcar la totalidad del mundo del protagonista -. En sí, el melodrama es un recurso clásico de las novelas de Charles Dickens, en donde el héroe gana por su resistencia al odio que lo rodea. En el caso de Carrie es una victoria pírrica – es obvio que su destino es trágico y nunca podrá ser feliz -.

Para poder digerir un melodrama se requiere de un director notable; de lo contrario, no deja de ser tortura sicológica en un sentido pornográfico, y resulta muy fácil caer en la caricatura. Imaginen un mundo de sádicos sin sentido mínimo de la humanidad. El enorme mérito de De Palma es transformar a ese entorno torturante en un grupo de personajes con algún aspecto intrigante. Las excelentes performances del cast ayudan enormemente. Sissy Spacek – que hasta ese entonces actuaba en papeles menores y trabajaba como asesora de vestuario junto con su marido – hace un tour de force formidable. Su Carrie es miserable, inocente, dulce pero resistente y con carácter cuando la ocasión la amerita. El resto de los villanos – principalmente la perra estudiantil de Nancy Allen y la mesiánica madre de Piper Laurie – tienen lo suyo. En el caso de Allen, son las complicadas maquinaciones para elaborar una inmerecida revancha contra Carrie – la seducción de su novio; posiblemente todos los favores sexuales prodigados (y no explicitados) para que otros muchachos se sumen a su siniestra operación -. En el caso de Piper Laurie, es su elaborada maquinación mental de la locura religiosa. Para ella, todo es radical y surge como reacción de rechazo hacia su propios deseos. Es como el típico caso de aquellos que han pasado por algo terrible y se ha ido al otro extremo, abrazando la religión con un fervor exacerbado. El tema es que, lo que sirvió de medicina en un determinado momento, se ha convertido en una droga después, y la gente pierde la perspectiva. La religión sirve para infundir fe y valores en la gente, para mejorar su vida y decirles que hay esperanza; no para convertirse en esclavos ciegos de sus propias creencias (y, peor aún, lastimar a otras personas a causa de ellas). Lo que ocurre es que, para Margaret White, Carrie es la representación en carne y hueso de su única noche de lujuria. Es un producto del pecado y, como tal, debe ser flagelado constantemente.

Toda la estructura de Carrie está basada en tres factores: agua, sangre y sexo. El sexo es omnipresente en todo el relato – desde la escena inicial de las duchas, pasando por los sugestivos planos de De Palma durante el entrenamiento de las chicas, siguiendo por las manipulaciones “orales” de Nancy Allen hacia John Travolta, y culminando en el baile de graduación (que no deja de ser una especie de rito de iniciación hacia la adultez) -. El sexo se relaciona con la sangre, y la sangre es el pecado – la menstruación es pecado; el horrible baño sangriento de Carrie es la culminación de la maldad de Chirs Hargensen -, y el pecado se expía purificándose con agua. Hay una imaginería religiosa muy fuerte en toda la historia, siendo la cereza del postre la martirización de Piper Laurie que termina como la figura de San Sebastián que Sissy Spacek adoraba en su cuarto de castigo.

Carrie funciona porque la puesta en escena es mejor que el relato original. Y al momento de despacharse con la acción, De Palma la rueda de manera excelente. Antes de hacer malas imitaciones de Hitchcock, De Palma era un director notable. Toda la secuencia del baile de graduación – con cámara lenta, descubrimientos graduales de lo que se avecina por parte de los protagonistas, el clima rojo y la pantalla dividida que permite ver cómo se va desarrollando la masacre – es un clásico. Es la culminación orgásmica de una revancha largamente deseada.

No hay nada que reprochar a Carrie; quizás el detalle sea su tono melodramático. El clima, las performances – la de William Katt es excelente, y debería haber tenido una mejor carrera posterior -, el manejo del relato es impecable. Incluso la sorpresa final es un clásico – un recurso que sería copiado hasta la saciedad por películas posteriores de terror -. Pero es un filme sólido y brillante que transita por una delgada línea (y que podría haber caído con facilidad en el exceso) y sale airoso del reto.

STEPHEN KING

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