Crítica: Caprice (1967)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

calificación 2/5: mediocre USA, 1967: Intérpretes: Doris Day (Patricia Foster), Richard Harris (Christopher White), Ray Walston (Dr Stuart Clancy), Edward Mulhare (Sir Jason Fox), Jack Kruschen (Matthew Cutter)

Director: Frank Tashlin – Frank Tashlin & Jay Jayson

Trama: Patricia Foster, espía industrial. Su rubro es la industria cosmética y, desde hace años, trabaja a las órdenes de Sir Jason Fox, pope del rubro. Ahora Fox le ha encargado una última misión: la de infiltrarse en la empresa de Matthew Cutter – competidor de Fox – y robar la fórmula de un ultrasecreto spray para el pelo, el cual es capaz de protegerlo del agua de mar. Pero Foster es acosada por Christopher White – encargado de la seguridad de industrias Cutter -, el cual sospecha de las intenciones de Patricia. Pero las cosas darán un giro inesperado cuando Patricia descubra que los cosméticos Cutter son la fachada de una vasta red de distribución de narcóticos extendida por toda Europa. Con los asesinos en los talones Foster se verá forzada a aliarse con White – a sabiendas de que sus intenciones son poco claras -; pero el terreno está minado y los traidores se esconden en propios y ajenos. Desesperados por llegar a terreno seguro Foster y White se verán forzados a tomar medidas extremas, arriesgando sus vidas con tal de llevarles las pruebas a las autoridades. ¿Podrán los aventureros completar con éxito su misión, o serán detenidos por los sicarios del crimen organizado – de una vez y para siempre -?

Doris Day y Richard Harris ponen cara de Aspirineta en esta escena de Caprice (1967)

Doris Day y Richard Harris ponen cara de Aspirineta en esta escena de Caprice (1967)

Caprice (1967)Por décadas Doris Day fue la novia de America, una mujer hermosa, angelical y talentosa que construyó su carrera a base a comedias blancas aptas para toda la familia. Pero – como les pasa a todos los artistas – el tiempo pasa y los gustos del público cambian y, para finales de los años 60, la Day estaba pegando la vuelta. Ella seguía practicando el humor naif – que era su marca registrada – en una época en donde los hippies iniciaban la liberación sexual, el flower power y la cultura de las drogas, sangraba la Guerra de Vietnam, y el código Hays era bombardeado por los cineastas mas jugados que le lanzaban desafiantes filmes saturados de violencia y sexo. La Day era un dinosaurio en el universo cinematográfico y carecía de alternativas para actualizarse, amén de contar con el peor enemigo de todos en la figura de su marido Martin Melcher, el cual oficiaba de su agente plenipotenciario y le hacía firmar en obras espantosas que estaban derrumbando su carrera. Para colmo Melcher era un pésimo administrador y la fortuna que Day había amasado en mas de 20 años de carrera se había disuelto gracias a sus desmanejos financieros. Si Doris Day no terminó en la calle fue gracias a que Melcher falleció en 1968, lo cual frenó en seco el proceso de destrucción del patrimonio de la estrella (aunque la Day quedaría pagando deudas contraídas por su esposo durante los siguientes 20 años!).

Entre toda la última tanda de burradas que rubricó Melcher antes de irse al otro barrio, Caprice figura como una de las mas destacadas. Doris Day coquetea con la bondmania y, para que la trama sea blanca y libre de asesinatos y sexo, termina por transcurrir en el aséptico mundo del espionaje industrial. La idea es robar la fórmula de un super spray capaz de proteger el pelo de cualquier inclemencia del tiempo (e incluso del agua de mar) lo cual generaría una fortuna de arranque para el industrial que poseyera semejante producto. El punto es que, aparte del contrabando de secretos, la cosa se complica al descubrir que la Day tiene su propia agenda e intenta descubrir quién asesinó a su padre, un agente de Interpol que investigaba la conexión de las cosméticas con una enorme red de distribución de narcóticos diseminada por toda Europa. Y mientras uno digiere eso debe sorportar las bobadas de Richard Harris, el cual tiene quimica cero con la Day y carece de gracia en lo absoluto para la comedia.

Decir que Caprice es una película estúpida es hacerle un halago. Las situaciones son largas, estiradas y sin gracia. Doris Day se ve como la abuela de Richard Harris y tiene el sex appeal de una monja. Ray Walston (Mi Marciano Favorito) sobreactúa salvajemente pero no logra inyectarle vida a sus insípidas líneas. Aparte de Harris está Edward Mulhare, pero su personaje no existe sino que es un mecanismo del libreto para tapar los agujeros de lógica a la hora de proveer las explicaciones finales. Lamentablemente Caprice tampoco triunfa en ese apartado ya que la última media hora es un dislate plagado de dobles traiciones y argumentos carentes de toda lógica.

A mi me gusta Doris Day – en especial, sus filmes con Rock Hudson -, pero Caprice está a años luz de ser su mejor hora. Se trata simplemente de un bodrio sobreproducido cuyos ropajes de lujo no pueden disfrazar el gusto rancio de su distinguido contenido.