Crítica: Brightburn: Hijo de la Oscuridad (2019)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

2 atómicos: regularUSA, 2019: Elizabeth Banks (Tori Breyer), David Denman (Kyle Breyer), Jackson A. Dunn (Brandon Breyer), Matt Jones (Noah McNichol), Meredith Hagner (Merilee McNichol), Gregory Alan Williams (Sheriff Deever)

Director: David Yarovesky – Guión: Brian Gunn & Mark Gunn

Trama: Brightburn, Kansas. Los Breyer son un matrimonio de granjeros que rayan en los 40 y que, desde hace rato, están buscando de tener un hijo. Pero el tiempo y los tratamientos pasan, y la verdad oculta amenaza con asomarse de manera inevitable. Sin embargo una noche sienten un estruendo y un meteorito se estrella en su propiedad. En realidad es una nave espacial que ha impactado contra la Tierra y que en su interior porta un bebé. Ahora ha pasado el tiempo y Brandon – el alienígena que los Breyer han adoptado como hijo – está a punto de cumplir doce años. Aunque su apariencia es humana, Brandon es apático y poco sociable, y el resto de los chicos de la escuela lo miran con recelo. Su comportamiento comienza a ponerse cada vez mas extraño, coleccionando fotos de autopsias y acosando a la compañera de clase que tanto le gusta. Y cuando ésta lo rechaza, Brandon no duda en destrozarle los huesos de la mano. Llamados por las autoridades de la escuela, los Breyer defienden al niño pero las señales de que algo anda muy mal son tan evidentes que son imposibles de ignorar. El chico está cada vez mas agresivo y se ensaña con cada persona que lo cuestiona. Y cuando éstos desaparecen o sufren devastadores accidentes, resulta obvio que Brandon está implicado. Y es que la cápsula que lo trajo a este planeta – y que los Breyer guardan en el granero de su granja – se ha reactivado sola, martillando la mente del chico todas las noches con el mensaje telepático de que ha sido enviado a este mundo para dominarlo y destruirlo usando los superpoderes que posee. Con Brandon en plena escalada asesina, no hay nada ni nadie que pueda detenerlo… a menos que su madre, Tori, encuentre alguna respuesta – y una solución definitiva – entre los restos de la nave espacial que lo trajo a la Tierra.

Arlequín: Crítica: Brightburn: Hijo de la Oscuridad (2019)

Superman: el superhéroe imposible. El tipo hace cosas que científicamente son inexplicables: vuela, echa rayos por los ojos, es indestructible y superfuerte. Y es una contradicción ambulante, tema al cual le he dedicado un artículo completo en este portal. Es imposible que el boy scout de América tenga un absoluto control Zen sobre sus sentimientos de manera de que el tipo jamás se enoje con nadie, o que estalle alguna vez por las injusticias de la vida y del mundo como para querer hacer puré a alguien. Además, si es tan fuerte… ¿cómo no destroza las tazas de café o los platos en los que come?. ¿Cómo no pulveriza las manos que estrecha o aplasta a las personas que abraza?. Debería vivir en un estado de permanente control, obrando con nosotros con la misma delicadeza que tendríamos con una hormiga para no destrozarla. Y esa imposibilidad de exaltarse, de ser efusivo,… de emocionarse y perder el control de su fuerza implicaría automáticamente que el contacto humano le estaría vedado. No podría acariciar. No podría abrazar. No podría amar. Si no puedes amar a nadie por temor a matarlo, la soledad es inevitable. Y la alienación también.

Mas que los superpoderes de Superman, la gran pregunta sería, de existir un ser así en el mundo real, cómo podría conservar la cordura. No hay contacto humano posible con lo cual no hay matrimonio, familia ni hijos. La raza humana te mira con recelo, e incluso planea en secreto métodos para combatirte y aniquilarte por si un día te rebelas, te enloqueces o te vuelves senil. Sin ataduras emocionales con este mundo, el sentimiento de desprendimiento de la realidad sería inevitable y progresivo… y pondría a Supie en el mismo dilema existencial del Doctor Manhattan en Watchmen¿Por qué Dios querría vivir entre nosotros y sufrir nuestros padecimientos cuando puede arrasar todo y dominarnos, o simplemente marcharse a otro planeta para tener una existencia pacífica?. ¿Por qué debería luchar por nosotros cuando somos una raza autodestructiva?.

La noticia de la existencia de Brightburn me daba una luz de esperanza para saber si a alguien más se le había ocurrido semejantes preguntas. Partiendo de la premisa de “¿qué pasaría si Superman fuera malvado?”, quizás un grupo de libretistas inteligentes (o a lo M. Night Shyamalan, tipos disparatados que al menos se arriesgan a crear extravagantes teorías para justificar la existencia y el accionar de sus personajes) podría abordar estas cuestiones desde una postura iconoclasta y justificar la conducta malvada de un superser partiendo de su naturaleza inhumana. Vale decir, salirse de la regla, abordar el tema desde otro punto de vista, aplicar la lógica… y filosofar sobre el tema hasta el punto de crear una película de terror que fuera pensante… sin que eso implique que deba ser aburrida o que carezca de sobresaltos y gore. No sólo ver a Supie malo achicharrando gente y estrujando músculos y huesos, sino que sus padres – principales responsables de su código moral interno – pudieran entrar en discusiones como las planteadas en el primer párrafo de esta review. ¿Por qué este tipo debería estar de nuestro bando?. Lamentablemente Shyamalan no estaba disponible y lo que tenemos es a un grupo de palurdos – un par de primos de James Gunn con Viaje 2: La Isla Misteriosa en su prontuario como libretistas; el director del delicioso clip “Inferno” donde Zardy Hasselfrau y los suyos promocionaban el lanzamiento en video de Guardianes de la Galaxia 2  –  que terminaron generando la cosa mas chata, poco original y escasamente convincente que exista. No hay nadie – en todo el maldito cast – que opere con la mas mínima lógica. Los Kent de turno nunca se calentaron en ponerle una vacuna al pibe o ni siquiera temieron que el flaco se tirara un gas y matara a toda la humanidad. Digo: es un ser de otro planeta, viene con otras bacterias, otras enfermedades, otra sangre… Si vas a jugar a la versión realista de Superman, tenés que pensar – como mínimo – en decirle algún día de que no es de acá y que si embaraza a alguien capaz que de a luz algo con cinco ojos y diez tentáculos, cuando no, que la parta al medio como un queso cuando tenga relaciones. Que no puede hacerse exámenes médicos y que su partida de nacimiento es trucha. Que no puede enojarse con nadie porque puede pulverizarlo literalmente, y estar todo el tiempo pensando en qué van a inventar para castigarlo el día que se salga de control, haga burradas en la adolescencia o decida portarse mal. La teoría le funciona a Superman porque está criado en la América de los años 30 con una educación ultraconservadora donde los hijos jamás le discutieron nada a sus padres, y donde los Kent era un modelo de sencillez y sabiduría; pero estos dos nabos – padres del nuevo milenio, tipos ocupados en sus cosas, en sus trabajos y en sus celulares, y que ni siquiera tienen una gran química con el chico – aceptan la anormalidad de las cosas con total naturalidad. No dicen ni mu cuando la cortadora de césped aparece deshecha porque Brandon (ah… por Marlon Brando… guau, qué  inteligentes que son estos Gunn…) decidió probar que era indestructible metiendo la mano en la hélice. O siquiera se ponen blancos del susto cuando los llaman del colegio y les informan que el pibe le deshizo la mano a una nena de su clase que le tiene miedo porque lo ve un poquito sicópata. Ni siquiera pierden el sueño cuando Brandon hace brulee a medio gallinero porque acaba de descubrir que puede lanzar rayos con los ojos y está testeando el superpoder del día. Tampoco se hacen pis encima cuando descubren el cuaderno secreto del pibe, lleno de dibujos espantosos que ilustran masacres de todo tipo y la Tierra prendida fuego gracias a la mirada calorífica de Brandoncito

Si lo ves no muy de cerca, Brightburn es tan estúpida que debería haber sido escrita como una parodia tipo Scary Movie. Los razonamientos de Elizabeth Banks y David Denman son abominables. La Banks defiende al engendro de otro planeta aún cuando haya masacrado medio pueblo. El tema del superser descarrilado está desaprovechado criminalmente – sólo sirve para crear algunas matanzas novedosas – y lo que tenés es una variante de La Profecía pero con Damien viniendo de otro planeta, sin sectas satánicas que lo protejan y sin Ave Satani de Jerry Goldsmith en la banda de sonido. Ahora los padres del Anticristo no son dos poderosos políticos sino una pareja de pueblerinos simplones. Pero, por el resto, sigue la misma mecánica, con el chico malvado de turno sacando de su camino a la gente que le molesta… y por la razón mas estúpida del mundo, que es que no quiere que sus padres se enteren… aún cuando sea imposible disfrazar que asesinó a la mitad del pueblo en apenas un par de noches.

Todo es burdo, brusco, inexplicable. Brandon pasa de buen pibe a asesino serial en dos segundos. Cuando se enoja, golpea la mesa y se despacha con un pulso EMP que apaga todo pero que nadie le da importancia. Tampoco les llama la atención que flamee por ahí con una manta roja como capita o que se le pongan los ojos rojos cuando se enoja. El libreto tira por ahí que en realidad se volvió malo porque la cápsula espacial que lo trajo – y que los Kent… los Breyer tienen guardada en el granero – posee un mensaje mental preprogramado que ahora, al cumplir doce años, se ha activado y que le dice que fue enviado a la Tierra para destruir el planeta. Pero todo es demasiado simplista y decepcionante, nadie reflexiona sobre nada de lo que pasa, y solo se atiene a seguir la linealidad de los hechos, terminando por convertir a Brighburn no sólo en un filme difícilmente recomendable sino en una oportunidad única desperdiciada de la manera mas incompetente posible.