Crítica: Blood: The Last Vampire (2009)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Japón / Francia / Honk Kong, 2009: Gianna Jun (Saya), Allison Miller (Alice Mckee), Liam Cunningham (Michael), JJ Feild (Luke), Koyuki (Onigen), Colin Salmon (Powell)

Director: Chris Nahon, Guión: Chris Chow, sobre el animé del mismo nombre creado por Kenji Kamiyama

Trama: En las épocas feudales del Japón, sus numerosas guerras internas desataron un baño de sangre que ha atraído a los demonios. El más poderoso de ellos es Onigen, quien lidera las huestes de los vampiros desde entonces hasta la actualidad. Ahora – en el Japón de 1970 – las legiones de vampiros se han vuelto cada vez más agresivas. Los únicos que conocen su existencia y la combaten son los integrantes de una poderosa sociedad secreta conocida como el Consejo, los que soportan a Saya – mitad humana, mitad vampiro -, su principal cazadora de demonios. Las pistas les llevan a creer que los vampiros se han nucleado alrededor de la base militar norteamericana residente en Yokota. Mientras el Consejo monta la operación, camuflándola como trabajo de campo de la CIA, logran infiltrar a Saya en las instalaciones de la base. Su objetivo es cazar y destruir a Onigen pero en el camino Saya encontrará una feroz resistencia.

Blood: The Last Vampire Blood: The Last Vampire fue un cortometraje animado que generó una sorprendente respuesta en el año 2000, obteniendo numerosos premios y el beneplácito de la crítica. Pasarían 9 años hasta que la historia fuera expandida y adaptada en una versión en vivo. Sin haber visto el anime original, Blood: The Last Vampire 2009 se erige como un entretenimiento más que sólido. Ciertamente es un pastiche de influencias, pero las buenas performances y diálogos, y la buena mano para la acción del director francés Chris Nahon lo transforman en pura diversión.

Posiblemente Japón sea la nación más fetichista del mundo. Y entre sus miles de fantasías, la principal de ellas debe ser la de las adolescentes vestidas de colegialas. Es probable que esto tenga que ver con un sentimiento oculto de anarquía contra la rigidez de la autoridad y educación japonesa – es algo similar a la fantasía sadomasoquista de los ingleses con preceptoras montando a sus alumnos boca abajo sobre sus rodillas y azotándo sus nalgas con tablas de madera -. Pero, mientras que en los ingleses esto tiene que ver más con una especie de recreación sexual exagerada de la infancia, los japoneses van mucho más allá de eso. Desde el anime hasta el erotismo japones está plagado de chicas en trajes de marinerito violando a sus maestros, comportándose de manera extremadamente violenta, o siendo abusadas de millones de maneras posibles. Es algo que predomina en todas sus manifestaciones culturales – manga, anime, e incluso la pornografía y el hentai – en proporciones muy superiores a cualquier otra fantasía trash proveniente de otra cultura (norteamericana, europea, etc), y que termina siendo como una perversión generalizada y aceptada. Quizás el tema de fondo tenga que ver con que la cultura japonesa abraza los polos opuestos de la inocencia – la adoran en su manera más infantil como las películas de Godzilla; o se dedican a destruirla de la peor manera posible como Audition -. No tienen términos medios; o disfrutan de cosas muy tontas e infantiles, o gozan desatando todo su sadismo sobre los personajes más ingenuos hasta destrozarlos.

En el caso de Blood: The Last Vampire, la idea de la colegiala asesina no es nueva – pregúntenle sino a Quentin Tarantino -. Pero aquí la historia no se queda sólo con eso sino que toma ideas de montones de fuentes. Desde la Gogo Yubari de Kill Bill hasta los duelos de espadas de Highlander; la idea del mestizo cazador de vampiros de Blade; e incluso la adolescente asesina de demonios a la Buffy, la Cazadora de Vampiros. Y cuando llega la acción, Chris Nahon no duda en “homenajear” (por no decir robar) tanto a Matrix como a la mencionada Kill Bill. El duelo entre Saya y las legiones de vampiros en el callejón de Tokio es casi calcado al enfrentamiento de Uma Thurman con el ejército de los 88 locos.

Y aún con todo eso, cuando uno ve Blood: The Last Vampire no piensa en robos o que sea una mala copia de una película mejor que uno ya haya visto. Ciertamente no es original, pero está bien narrada. Una de las cosas que más me sorprendió fue la sencillez con que explican las reglas de este universo. En la edad media japonesa hubieron tantas matanzas que los demonios llegaron a la Tierra atraídos por la sangre. Contagiaron a otros, se hicieron más fuertes, comenzaron a asediar a los humanos. La heroína es hija del primer cazador de vampiros, de allí viene su misión. Recibe soporte de una sociedad secreta. Su arma es una espada capaz de matar demonios. Punto. Lo más interesante de esto es que prueba mi teoría de que no son necesarias explicaciones elaboradas (y que a veces complican las cosas en exceso o terminan resultando ridículas) para el surgimiento del mal. Como en El Señor de los Anillos, el mal aparece y surge inmediatamente el bando opuesto. Blanco y negro. Es algo que George Lucas parece haber olvidado cuando creó ese engendro mutante que fue la trilogía de precuelas de La Guerra de las Galaxias. Hay que establecer un mundo con bandos enemigos, donde el bien es la minoría, y mantener las cosas dentro de la simpleza.

Ciertamente Blood: The Last Vampire no está exenta de fallas. Nunca queda claro cúales son los intereses de los vampiros dentro de la base norteamericana en Japón, ni por qué están obsesionados con liquidar a la hija del general. La revelación del desenlace se puede anticipar a la legua. Pero el resto termina siendo una aventura pulp más que disfrutable. La coreana Gianna Jun destila carisma como Saya. Los diálogos son coherentes. La acción está más que ok. E incluso los flashbacks – explicando el origen de Saya – son muy buenos. El director Chris Nahon (El Beso del Dragon) maneja las cosas con estilo. De todos modos a la crítica americana apenas le gustó y, a pesar de estar hablada en inglés – porque a los palurdos yanquis no les gusta leer subtítulos -, tuvo una recaudación pobrísima.

Consiga Blood: The Last Vampire y obtendrá una hora y media de puro entretenimiento. No es el filme más original sobre la Tierra, pero cumple con creces su objetivo, y es más que recomendable desde el punto de vista de esta modesta columna.