Crítica: Blade (1998)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1998: Wesley Snipes (Blade), Stephen Dorff (Diácono Frost), N’Bushe Wright (Dra Karen Jenson), Kris Kristofferson (Abraham Whistler), Donal Logue (Quinn), Udo Kier (Dragonetti), Kevin Patrick Wells (Oficial Krieger),

Director: Stephen Norrington, Guión: David S. Goyer, basado en el comic de la Marvel creado por Gene Colan & Marv Wolfman

Trama: Blade es un hibrido entre humano y vampiro. Su origen se remonta a cuando su madre, en pleno embarazo, fuera mordida por un vampiro. Desde entonces Blade ha jurado exterminarlos y, por su origen híbrido, puede deambular de día. Pero el diácono Frost – líder de una facción rebelde de la nación vampira – quiere apoderarse del planeta sometiendo a la raza humana. Para cumplir con su propósito Frost debe invocar los rituales de una antigua profecía, lo que lo convertirá en el ser más poderoso y letal sobre la Tierra; pero, para ello, precisa la sangre de Blade y obtenerla se convertirá en una tarea casi imposible.

Blade Blade es un personaje secundario del panteón de comics de la Marvel, cuyo origen se remonta a 1973. En aquel entonces apareció como figura invitada en la historieta La Tumba de Drácula, y sus creadores – Gene Colan y Marv Wolfman – se dieron cuenta del gran potencial del personaje. Blade iría apareciendo como figura invitada en otras tiras, hasta obtener primero su propia historieta en 1974, y luego su demorada revista propia en 1994.

Pero, para fines de los 90, la Marvel veía con ojos codiciosos el éxito de la DC Comics en el cine (especialmente después del suceso de Batman de Tim Burton), y decidió arriesgar unas fichas con este personaje de segunda línea. La incursión de la editorial en el cine no era nueva; su experiencia se remontaba a los años 70, cuando la Marvel había pasado por graves aprietos económicos y tuvo que salir a subastar al mejor postor derechos sobre sus personajes, lo que resultaría en una serie de adaptaciones realmente dispares, que van desde la terrible serie de Spiderman (1977 – 1979) hasta la popular tira de El Increíble Hulk (1978 – 1982) con Bill Bixby. Ninguna de ellas terminó de satisfacer a los popes de la Marvel (aunque dejaran dinero), y con bastante recelo decidieron probar una cabeza de playa con un personaje cuyo posible fracaso no resultara tan resonante. Lo cierto es que Blade resultaría ser una gran sorpresa, y la Marvel se entusiasmaría a tal punto que llegaría a superar a la DC Comics en la proliferación de adaptaciones de sus personajes, prosiguiendo con XMen, Spiderman, Hulk, Iron Man, etc.

Pero en sí Blade no tiene nada de extraordinario. Es un filme de acción competente, con Wesley Snipes haciendo adecuadamente las rutinas heroicas, y nada más que eso. Las peleas están coreografiadas correctamente, pero el director Stephen Norrington no sabe hacer nada que resulte memorable – hay un enorme contraste en tal sentido entre este filme y su superior secuela Blade II, a manos de Guillermo del Toro -. El libreto de David S. Goyer parece demasiado entusiasmado por los combates cuerpo a cuerpo, y apenas explora algunas puntas fascinantes de una posible mitología acerca de sociedades secretas de vampiros que controlan el destino de la humanidad desde oscuras corporaciones. Goyer ganaría aplomo con el paso del tiempo, y esas ideas terminaría por expandirlas en la parte II y III de la saga.

Pero aquí el libreto pega unos cuantos repingos en la lógica. En el comic Blade era un moreno inglés, hijo de una prostituta del siglo XIX la cual había sido mordida por el diácono Frost – el cual era un esbirro de Drácula y al cual Blade perseguiría de por vida -. Toda la historia de origen ha sido aggiornada a la época actual, pero el libreto inserta de una manera muy estúpida una subtrama sobre la madre de Blade, la que seguiría viva, joven y convertida en una lasciva secuaz de Frost (y a la cual no le importan los lazos filiales). Si esa fuera la única falta del filme resultaría perdonable, pero el villano que compone Stephen Dorff parece un adolescente caprichoso y tiene un grado de amenaza cero. Tampoco ayuda que el mediocre cómico Donal Logue (de Grounded for Life) haga de secuaz torpe y charlatán. Hubiera resultado mucho mejor darle el papel de villano principal a Udo Kier, que con sus cinco minutos en pantalla resulta mucho más efectivo que Dorff en todo el filme. La compañera de viaje de Snipes, N´Bushe Wright, tampoco aporta algo relevante a la historia.

Eso no quita que Blade sea un buen entretenimiento, siempre que pueda digerir la artificialidad de las poses de Snipes. Aquí todo se ve algo rústico, pero igual es un producto ameno. Para ver la fórmula en todo su esplendor le recomiendo de todo corazón Blade II, que es muy superior y lima todos los defectos presentes aquí.

LA SAGA DE BLADE

Blade (1998), Blade II (2002), y Blade III: Trinity (2004)