Crítica: La Bestia con un Millón de Ojos (1955)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1955: Paul Birch (Allan Kelley), Lorna Thayer (Carol Kelley), Dona Cole (Sandra Kelley), Dick Sargent (alguacil Larry Brewster), Leonard Tarver (Carl), Bruce Whitmore (alienígena)

Director: David Kramarsky, Guión: Tom Filer

Trama: Allan Kelley vive con su familia en el desierto en Nuevo Mejico. Un día un extraño zumbido provoca la rotura de vidrios y cristalería en la casa de los Kelley, y el fenómeno es reportado por varios habitantes del poblado cercano. Después del suceso los animales comienzan a comportarse de manera extraña y a rebelarse contra sus dueños. Y Allan terminará por descubrir que la causa del fenómeno es el accionar de una nave alienígena que ha aterrizado cerca de su propiedad, cuyo tripulante controla las mentes de las bestias y de los hombres débiles, y planea con ello apoderarse del mundo.

La Bestia con un Millon de Ojos Hay algunas leyendas que corren acerca de La Bestia con un Millón de Ojos. Una que suena bastante probable es que la American International Pictures había quedado con un saldo de presupuesto y celuloide después de haber rodado cuatro filmes al hilo (en un tiempo mucho más breve a lo agendado), y decidió gastárselo todo filmando este esperpento de relleno. Aquí hay un circo de actores y locaciones vistos hasta la saciedad en otros filmes de la AIP, que participan en una historia chiquita, aburrida y prepotente. No hay nada, absolutamente nada que pueda a salvar a la película de la hoguera, y aún me estoy preguntando cómo me he enganchado para ver semejante bodrio.

Acá hay un extraterrestre muy suelto de cuerpo que quiere apoderarse de la Tierra en un alarde de originalidad. Como el bicho controla mentalmente a las criaturas cercanas a su nave, puede ver a través de ellas – de ahí el mote marketinero de “la bestia del millón de ojos” – y decide hacer una prueba piloto en un desierto norteamericano en donde vive la familia del protagonista. Está el horrendo Paul Birch – que haría doblete ese año con Day the World Ended, rodada en el mismo rancho en donde filmaron La Bestia con un Millon de Ojos – como el granjero bruto que lidera el cast, el que tiene una familia compuesta por su amargada esposa y su pétrea hija. A esto se suma que tienen un vecino mudo y algo retrasado que se la pasa leyendo pornografía en una casilla pegada a su propiedad.

La Bestia con un Millon de Ojos es un canto a la ineptitud. Birch actuando es horrible, y el cast que le acompaña es aún menos expresivo. Hay grandilocuentes discursos que no llevan a ningún lado, tensión dramática muy estúpida (la esposa está celosa de la libertad y las oportunidades que tiene su hija), un vecino retardado que está puesto a propósito para transformarse en el secuaz bruto controlado por el alien, y animales rebeldes que comienzan a atacar a los humanos, lo cual debe ser el único punto original del filme pero que está ejecutado como el demonio. Imaginen a perros simpáticos moviendo sus colas mientras los humanos corren a los gritos, exclamando de que los canes los están atacando salvajemente (!!!); o pájaros de papel que se estrellan contra los parabrisas de los coches. A esto se suma de que la nave espacial del alienígena es del tamaño (y con la forma) de un lavarropa. ¿Alguien dijo “patético”?.

El clímax es tan brillante como el resto del filme, con Birch y los suyos resistiendo mentalmente contra los ataques del alien, y venciéndolos ya que son buenas personas de corazón puro (wtf!!). Como para elevar la calidad del momento se suma el cameo del extraterrestre, el cual es una marioneta con la forma de una rana René mutante … absolutamente ridícula e inexpresiva.

En el universo de la serie B suelen haber abortos que resultan graciosos por su ineptitud. La Bestia con un Millon de Ojos no es uno de esos casos. Es lenta, aburrida y atroz, cuyo único mérito es haber puesto la piedra inicial de lo que sería – años más tarde – el subgénero “la naturaleza se rebela” , lleno de películas con animales asesinos y que daría a luz títulos como Willard, Tiburón o Piraña. Pero aún la película más mala de ese subgénero se ve como una obra maestra en comparación con el engendro que ahora nos ocupa.