Crítica: Campo de Batalla: la Tierra (Battlefield Earth) (2000)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2000: John Travolta (Terl), Barry Pepper (Jonnie Goodboy Tyler), Forest Whitaker (Ker), Kim Coates (Carlo), Richard Tyson (Robert), Michael McCrae (Zete), Sabine Karsenti (Chrissie), Christian Tessier (Mickey), Michael Perron (Rock)

Director: Roger Christian, Guión: Corey Mandell & J.D. Shapiro, basados en la novela homónima de L. Ron Hubbard, Musica – Elia Cmiral

Trama: Es el año 3000, y ya hace 1000 años que la humanidad fue derrotada en tan sólo 9 minutos por la raza alienígena Psychlos. Los Psychlos invaden planetas para arrasar con sus recursos minerales – en especial el oro – y transportarlos hacia su mundo original. Mientras tanto, los seres humanos viven en un estado de barbarie y misticismo. Con las fuentes de alimento en vías de extinción, Jonnie decide ir a explorar el resto de las ciudad y encontrar un lugar más próspero para su tribu, pero termina siendo atrapado por los Psychlos. La base próxima reside en Denver, cuya ciudad en ruinas se encuentra cubierta por una gigantesco domo que le provee un ambiente respirable a los alienígenas. Quien regentea Denver es Terl, el más cruel de los Psychlos, pero para su desgracia recibe la orden del alto mando de permanecer en la Tierra por mucho tiempo más, en vista de los excelentes resultados de su gestión. Terl se enfurece y prepara un plan para armar un enorme cargamento de oro y fugarse con él. Habiendo descubierto un enorme filón en una zona radiactiva – letal para los Psychlos – Terl decide capacitar a los humanos y enviarlos a excavar en la zona. Pero Jonnie aprovechará el aprendizaje de las maquinarias y la cultura Psychlo para preparar una revuelta y comenzar a liberar a la humanidad de la opresión alienígena.

Campo de Batalla: La Tierra L. Ron Hubbard es uno de personajes más tristes de la historia. Comenzó como un escritor de ciencia ficción de stock en la revista Astounding Tales of Science Fiction en los años 40, proveyendo numerosos cuentos que bien puede catalogarse de pulp – literatura sci fi puramente pasatista -. El tema es que en los años 50 decidió crear una disciplina – la Dianética – mediante la cual fue encontrando adeptos. La Dianética consistía en una compleja teoría mediante la cual los seres humanos son rezagos de una civilización alienígena anterior, y que parte de los recuerdos de dichas vidas pasadas se encontraban enterrados en el inconsciente de las personas, los que podían ser revividos gracias a un maravilloso aparato que había inventado Hubbard. La polémica no se hizo esperar, en especial cuando Hubbard presentó a la Dianética como una ciencia, y ante la fuerte oposición a sus disparatadas teorías terminó por transformarla en una religión, que es la Cientología. Como suele pasar con los cultos disparatados, la gente que suele caer en sus redes suele tener profundos problemas sicológicos o familiares, y no pasó mucho tiempo hasta que la Cientología se llenara de adeptos.

Uno no tiene problemas con esas religiones profanas que aparecen de la nada; cultos disparatados surgen a cada rato hoy en día, y es una señal de la locura de nuestros tiempos que permite germinar semejantes cosas. El tema es que la Cientología pronto comenzó a rodearse de muy mala fama e innumerables rumores comenzaron a correr sobre ella: desde una formación seudo nazi hasta que Hubbard vivía rodeado de un ejército paramilitar privado y fuertemente armado, que chantajeaba a sus fieles más poderosos y que ejercía presiones sobre quienes los criticaban. Dedicado a la Cientología, Hubbard abandonó la literatura durante 40 años, hasta que en 1982 se publicó misteriosamente el primero de una saga de libros – Battlefield Earth -, el cual se presume fué escrito por autores fantasmas y a los cuales Hubbard le prestó su nombre.

Obviamente cuando llegó la adaptación del libro a la pantalla grande en el año 2000, el repudio fue generalizado, aunque no todas las críticas tenían demasiado sentido. En general la impresión a priori que tuvo todo el mundo es que Battlefield Earth era un costoso y largo panfleto de propaganda de la Cientología – religión a la cual John Travolta y su esposa son adeptos, entre otros conocidos rostros de Hollywood como Tom Cruise -, y la gente procedió a defenestrar el film incluso sin haberlo visto. Como dijimos en ocasiones anteriores, la critica americana es una de las menos objetivas del mundo y más políticamente radicalizada, cuando no es simplemente interesada.

Pero Battlefield Earth no es por asomo una película de propaganda. Es directamente una terrible historia de ciencia ficción, algo que sólo un adolescente febril podría haber escrito. Es una trama sin pies ni cabeza, llena de lugares comunes, que intenta pavonearse como la más grande historia épica de todos los tiempos… y resulta ser una idiotez total. No es el peor film que hemos visto; en general las películas malas se calibran desde bodrios insoportables hasta filmes tan absurdos que terminan siendo excelentes comedias inintencionadas. El caso de Battlefield Earth es totalmente nuevo: no sólo desarrolla mal la historia, sino que empieza a bombardear con más y mayores disparates hasta que al final se apilan unos sobre otros. La cantidad de cosas absurdas que presenta el film es incalculable.

Veamos por qué. La historia inicial presenta un seteo que no es tan malo: a fin de cuentas, la humanidad está rezagada a unas minorías que viven en la barbarie, y el planteo no podría ser muy diferente a mezclar Conan con La Guerra de los Mundos. El problema es que Roger Christian es un director espantoso; ya cuando vemos las primeras escenas sobreactuadas comenzamos a horrorizarnos de lo que podremos esperar el resto del film.

Pero no. Porque Christian tiene una asombrosa capacidad para encarrilarse y generar nuevos sacrilegios narrativos. Una vez pasada la etapa de sobreactuación, la fuga y llegada de Jonnie a las ciudades es una secuencia formidablemente estúpida, creyendo que las estatuas y los maniquíes son seres humanos congelados por los dioses, o llevándose los vidrios de los escaparates por delante. Si éste fuera un film de Uwe Boll, podría decir que hay momentos en que plagia los planos torcidos de la clásica serie Batman (1966), y cuando no, en la captura de Jonnie directamente se roba toda la secuencia de la cacería de Joanna Cassidy en Blade Runner.

Pasado el momento de copia de estilos, el film pasa a reproducir las escenas de stock de las cárceles, con Jonnie peleando con los compañeros de celda que se creen dueños de la comida. Y ahí es cuando aparecen los Psychlos – unos gigantes de más de dos metros de altura, que parecen unos klingons jamaiquinos con enormes botas a lo Kiss -, con un festival de sobreactuación entre Travolta y Forrest Whitaker – el reciente ganador del Oscar, que debe rezar todos los días para que la gente se olvide se este film -. El personaje de Terl no me parece tan terrible: es un retorcido villano de stock que no inspira ninguna amenaza, pero en general es bastante gracioso (inintencionadamente). El tema está cuando Jonnie – que es el más rebelde de los humanos – es elegido por Terl para ser capacitado y enviado a explotar la nueva mina, es uno de los más notorios ejemplos de idiotez cinematográfica. Los alienigenas van a capacitar a quien obviamente le genera más problemas entre los animales humanos, como para que tenga todas las armas para incubar una revolución.

Mientras tanto, están los duelos de traiciones entre Terl y su esbirro Ker. Y mientras estos dos idiotas se viven filmando mutuamente y volándose partes de sus cuerpos, Jonnie y otros humanos son dejados solitos en las montañas durante dos semanas, el tiempo que usa Jonnie para: a) robar lingotes de oro de Fort Knox y dárselos a Terl – el que no sospecha nada de que sin una fábrica resulta imposible generar lingotes en medio de las montañas – b) robar y armar una bomba atómica, aunque Jonnie sea incapaz de leer un mapa c) capacitar a un montón de humanos ignorantes que en siete días están piloteando aviones Harrier a la Top Gun, dejando de lado que los aviones y el combustible tienen por lo menos 1000 años de antigüedad. El clímax es tan descomunal en su idiotez y disparate que es imposible no aplaudirlo.

Hay películas mucho peores. Al menos aquí no se trata de un film malo que es gracioso por tener un guión y un presupuesto paupérrimo. Es una super producción gloriosamente mala que inunda de disparates a la platea de un modo interminable. Realmente Travolta – productor del film – debe tener las neuronas quemadas para pensar que esto iba a ser un éxito, y de que era una obra que valía la pena. Así como está, es un enorme ladrillo que se suma al pesado lastre de terribles decisiones artisticas que están hundiendo una carrera que milagrosamente había resucitado en Pulp Fiction.