Crítica: Baby Driver: El Aprendiz del Crimen (2017)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

5 atómicos: excelenteRecomendación del EditorUSA / GB, 2017: Ansel Elgort (Baby), Jon Hamm (Buddy), Jamie Foxx (Bats), Eiza González (Darling), Lily James (Debora), Kevin Spacey (Doc)

Director: Edgar Wright, Guión: Edgar Wright

Trama: Baby es un muchacho que trabaja para la peligrosa banda de ladrones de bancos que lidera Doc. Hace muchos años Baby le robó el auto a Doc – el cual tenía una fortuna en droga – y, desde ese entonces, ha quedado en deuda con el criminal, con el cual le va pagando a medida que va colaborando con los robos. Porque Baby es un conductor excepcional desde los 15 años, y no hay atraco en el cual no pueda escapar de la policía. Pero Doc insiste en que Baby siga trabajando para él, aún cuando las cuentas hayan quedado a mano con el último trabajo. Para colmo un nuevo rufián se ha unido a la banda – el moreno Bats -, un gatillo fácil cuyas operaciones siempre terminan con una masacre. Bats oda a Baby – así como odia a todos – y es cuestión de tiempo para que lo liquide ni bien terminen el último asalto. Y por si todo esto fuera poco, baby se ha enamorado de una camarera, con quien sueña una vida tranquila y normal. Pero Bats y Doc han descubierto a la chica y, previendo los planes de independencia del muchacho, amenazan con liquidar a la muchacha si intenta hacer algo raro. Es por eso que, en visperas del atraco, el clima se ha vuelto explosivo y denso, y las probabilidades de que Baby termine con un agujero en la cabeza son muy altas… a menos de que el muchacho improvise una insólita – y sangrienta – salida.

Arlequín: Crítica: Baby Driver: El Aprendiz del Crimen (2017)

Edgar Wright: el rey de los personajes cool. Baby Driver tiene de fondo una trama super previsible – ésa del antihéroe que tiene que hacer un último trabajo para la banda antes de retirarse, el cual se va a concretar en un clima extremadamente peligroso e inestable -, la cual hemos visto cientos de veces antes (desde La Fuga hasta Layer Cake, sin contar a Drive que es un primo lejano del filme que nos ocupa). Lo que la diferencia es el calibre de los diálogos y el perfil exótico de los personajes, lo que la eleva a la enésima potencia. Todos estos tipos son fascinantes, peligrosos hasta la médula y extremadamente inteligentes. Y cuando creés que Wright va a seguir el camino mas lógico y anticipable…¡zás!, los tipos hacen lo completamente contrario. Esa es la delicia de poner al mando un director brillante que aún conserva intacta la capacidad de sorprender al espectador.

El héroe es un bicho raro. Escucha música todo el tiempo, habla poco, parece que le faltaran varios caramelos al frasco. Lo que lo hace ultracool es que es un as al volante; es el chofer de escape de la banda de ladrones que lidera Kevin Spacey y, a la hora de la fuga, es Steve McQueen pisteando por las calles de Atlanta.  Para que nos pongamos de su parte, Wright nos cuenta una historia que lo inmuniza de la maldad que lo rodea: huérfano muy joven, aprendió a ser un demonio sobre ruedas a los 15, y sin querer se metió con la gente que no debía. Como quedó en deuda, ha pasado años trabajando para los rufianes hasta saldar la misma. Pero ahora que ha llegado el último pago… no lo quieren dejar ir – su talento al volante es demasiado formidable como para conseguir un reemplazo potable en el corto plazo -. Y, por primera vez en años, el héroe se ha enamorado. Escapar con la chica y los ahorros de varios años antes del último trabajo parece un imposible. Para colmo Spacey insiste en trabajar con un sicópata (un sacadísimo Jamie Foxx), el cual disfruta de dejar un tendal de cadáveres cada vez que entra en acción. Lo acompañan una pareja de ladrones que están en el negocio por la adrenalina mas que por el dinero (Elsa González y un super cool Jon Hamm, a años luz de su prolijo ejecutivo publicitario de Mad Men), los cuales chocan con Foxx hasta que empiezan a coincidir en que el loco peligroso no está tan errado en algunas conclusiones que saca. En especial cuando empieza a olfatear que Baby anda en algo raro. Y todo esto confluye en el último atraco, el cual no es el robo mas difícil del mundo, pero si uno extremadamente peligroso porque todos los miembros de la banda se odian entre sí y tienen su mano en la culata de la pistola, listos para desenfundar y descargarla sobre el otro en cualquier momento.

La acción es genial, la banda de sonido es formidable, pero lo mejor son los personajes. Mastican violencia, son super inteligentes, actúan por afuera del libreto. Spacey hace lo que Spacey saber hacer mejor – ser cínico, expeditivo, cerebral -, Foxx habla (y mata) hasta por los codos, Hamm rebosa sensualidad y peligro, y Ansel Elgort pone toda la actitud para ser un piola adorable. Hace la mímica de deliciosas canciones, descubre que tiene un lenguaje en común con todo el mundo al hablar de música, posee una química envidiable con Lily James… y si su plan de escape no es muy brillante, sus talentos al volante lo son y es lo que le ayuda a salvar las papas del fuego. Quizás la conclusión no es muy prolija o creíble – honestamente, no me imagino a Baby llevando una vida normal; incluso el pibe parece tener un serio trauma y no sé muy bien qué le ve la James aparte de la pinta (¿sólo van a hablar de música el resto de sus vidas?) – pero, hasta ese entonces, Wright lleva las cosas de maravilla y uno las goza a lo grande. El climax va contra las expectativas y, por lo inesperado, merece un aplauso de pie.

Baby Driver es una película genial, imperdible. Cómica, violenta, imprevisible, enteramente disfrutable. Quedan pocos directores en el rubro que logran salirse de la vaina y Edgar Wright es uno de ellos; y acá nos da una muestra de su talento en su hora mas inspirada, mostrando que lo suyo es mucho mas que una asociación incidental con Simon Pegg y que puede jugar en las mismas canchas que Guy Richie o Matthew Vaughn con igual o mas talento que esos monstruos.