Crítica: La Llegada (Arrival) (2016)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorUSA, 2016: Amy Adams (Dra Louise Brooks), Jeremy Renner (Dr Ian Donnelly), Forest Whitaker (Coronel G.T. Weber), Michael Stuhlbarg (Agente Halpern), Mark O’Brien (Capitán Marks), Tzi Ma (General Shang)

Director: Denis Villeneuve, Guión: Eric Heisserer, basado en el cuento “Historia de tu Vida” de Ted Chiang

Trama: La doctora Louise Brooks es lingüista. Ahora vive como una autómata luego de perder a su hija Hannah a causa de una enfermedad terminal. Pero Brooks debe rearmarse y entrar en acción para enfrentar el llamado del ejército, quienes precisan ayuda para contactarse con una raza de alienígenas cuya nave madre se ha posado en un valle de Montana. No es la única – once mas de ellas han aterrizado en distintas partes del globo -, pero todas permanecen en silencio y brindan acceso a científicos y expertos durante un breve lapso de un par de horas todos los días. Brooks – junto con el físico Ian Donnelly – comienzan una serie de pruebas, intentando que los extraterrestres comprendan conceptos básicos como “humano”, “tu”, “yo” y el sonido de sus nombres. Los avances son lentos pero significativos y pronto son compartidos con la comunidad internacional que está intentando lo suyo con las naves estacionadas localmente. El problema es que el ejército chino ha captado un mensaje – donde los aliens hablan de armas – y ha adoptado una actitud beligerante, entendiendo que los extraterrestres están a punto de atacar. La paranoia domina las comunicaciones y pronto todos los paises se aislan, omitiendo compartir los avances obtenidos en el lenguaje extraterrestre. Es por ello que Brooks y Donnelly deben hacer un último intento de contacto para descifrar las intenciones de los alienígenas antes de que los chinos ataquen y desencadenen una guerra interplanetaria de repercusiones inimaginables. Pero el tiempo pasa, los militares le han quitado su apoyo y, lo que es peor, las naves extraterrestres se han puesto alerta, flotando a 500 metros sobre el suelo. ¿Cómo podrá hacer una simple lingüista para evitar un ataque que seguramente determinará el futuro de la raza humana?.

Crítica: La Llegada (Arrival) (2016)

Todo director de porte aspira a hacer su propia 2001, Odisea del Espacio: una película de ciencia ficción que rompa moldes y que plantee cuestiones existenciales en el plano de lo fantástico y lo científico. Algunos – como Andrei Tarkovsky, con Solaris (1972) – lo han logrado; otros se quedan en las pretensiones, como el caso de Sunshine de Danny Boyle o The Fountain de Darren Aronofsky (mención de honor se merece Interstellar de Christopher Nolan). El consagrado director Denis Villeneuve – de Sicario y Prisioneros, entre otras películas formidables – se despacha con su propio modelo en Arrival. Una docena de gigantescos platillos volantes han llegado a la Tierra y se han posado en distintas partes del globo. La misión – de militares y científicos de los países involucrados – es comunicarse con los alienígenas cuanto antes, de manera de dilucidar las intenciones de su viaje. El tiempo corre, no sólo por el nerviosismo de las autoridades sino por el de la población en general, lo que determina saqueos, suicidios masivos de sectas enfervorizadas y una sensación de inseguridad general que puede terminar en caos y sedición. ¿Podrán los ejércitos mas poderosos – incluyendo el de Estados Unidos – contener a una población de millones aterrorizada, capaz de arrasar con todo lo conocido e incluso atacar a los visitantes espaciales con tal de paliar la paranoia que los atormenta?.

Y mientras el mundo amenaza con desmoronarse a pedazos, un grupo de científicos estadounidense va a probar de hacer contacto con los extraterrestres en la masiva nave espacial estacionada en un valle de Montana. Los americanos han coordinado esfuerzos con toda la comunidad internacional, de manera de intercambiar información y poder avanzar sobre el tema de una vez por todas. A final de cuentas los visitantes son pasivos, y brindan a los científicos breves lapsos de visita en donde internarse en sus naves y compartir un espacio de comunicación, vitrina mediante. Los bichos parecen calamares gigantes que deambulan sobre sus siete tentáculos y con los cuales expulsan una tinta que utilizan para escribir sobre la vitrina. La doctora Louise Brooks – especialista en lingüistica – debe intentar descifrar los mensajes, comprender su lenguaje y hallar la forma de dialogar con los extraterrestres antes que el nerviosismo global empuje a algún loco a apretar un botón rojo que termine por desencadenar una guerra intergaláctica (como es el caso de un prominente general chino, el cual no está dispuesto a escuchar sugerencias de su equipo de científicos).

Ya hemos visto antes filmes sobre el posible primer contacto de la humanidad con una raza alienígena. Ya sea la primigenia El Día que Paralizaron la Tierra (y su potable remake), el clásico de Spielberg Encuentros Cercanos del Tercer Tipo o Contacto (por mencionar unos pocos de una vasta lista, y un grupo de escasos ejemplares en donde las cosas van de manera científica, pacífica y seria); en todos ellos el tema de la comunicación era un problema que se resolvía rápidamente para dar paso al resto de la historia. Ya fuera por el uso de las matemáticas como lenguaje (o el sonido, en el caso de Close Encounters…), o la expeditiva solución de que los aliens han aprendido nuestro idioma por observación espacial durante décadas, lo cierto es que ninguno ha planteado el tema con la dimensión y la gravedad que ello supone. Digo: estamos frente a una civilización mucho mas avanzada que nosotros, y si nuestros intentos de comunicación son malinterpretados, podemos desencadenar una guerra de proporciones apocalípticas. Aquí los alienígenas de Villeneuve son intelectualmente superiores y extremadamente pacientes con la inmadurez de la raza humana, razón por la cual toleran demoras, errores y hasta posibles atentados a su integridad física. Tienen un mensaje importante que transmitir, y pueden darse el lujo de esperarnos.

Uno de los principales problemas de Arrival es la falta de explicación de la pasividad de los alienígenas ante una cuestión tan urgente como es la de entablar comunicación con una civilización nueva y diferente. Si son tan superiores intelectualmente, ¿por qué no crearon alguna especie de traductor universal a lo Star Trek?. Si ellos viajaron desde tan lejos a darnos un mensaje ultra importante, ¿por qué no pusieron empeño en aprender la cultura humana?. Hay algo intrínsecamente estúpido en ver a Amy Adams escribiendo palabras en una pizarra (como si fuera una clase de jardín de infantes) y mostrándosela a un grupo de seres que han dominado el viaje intergaláctico, el uso de la fuerza de la gravedad a piacere y el manejo del tiempo y el espacio de formas que harían revolcar en su tumba a Albert Einstein. Es como ver a indios precolombinos intentando hablar con japoneses del siglo XXI. ¿Quién posee el intelecto y la tecnología superior, y podría resolver el tema de la comunicación en un santiamén?. Si su intelecto es tan vasto, y hace semanas que están en la Tierra, ¿no podían engancharse a DirecTV, ver unas horas de programación y aprender la lengua y la escritura amén de las costumbres culturales de cada lugar?.

Pero aún suponiendo que sean una especie de raza de palurdos que viven el momento – como dice Jeremy Renner “no se portan como científicos sino como turistas” -, el propósito de la visita no termina de ser claro. (alerta spoilers) Si los heptápodos (como se les llama por tener 7 patas) son una especie de raza multidimensional que conoce el futuro (o que viven simultáneamente en todos los estadíos de tiempo, como los Tralfamadorianos de las obras de Kurt Vonnegut), su misión es enseñar su lenguaje, el cual puede cambiar la configuración del cerebro de quien lo aprende y, de ese modo, darle la capacidad de ver el futuro. Es un concepto bastante rebuscado – el lenguaje alienígena reprograma tu computadora central y ahora razonás como un alien, viendo distintos estamentos del tiempo de manera simultánea – y hasta disparatado: suponiendo que tu cerebro se recalibre, también es cierto que tenés un bagage cultural que no podés borrar y que choca con tu nueva programación. Una cosa es enseñarle la lengua alien a un niño (que tiene la memoria cultural en blanco) y otra es asimilarla por un adulto, con lo cual estás viviendo (de manera enloquecedora) en multiples instancias de tiempo de tu vida – además esta teoría (llamada Sapir-Whorf) ha sido rebatida con pruebas prácticas cometidas con indios zuñi de México, los cuales poseen un lenguaje tan acotado que no poseen palabras diferentes para los colores amarillo y naranja, y a los cuales se les ha enseñado inglés (pero aún así, con un lenguaje mas rico y con palabras específicas para dichos colores, seguían sin poder diferenciarlos) -. Es por eso que el giro Shyamalano de La Llegada tiene algo de incoherente: Amy Adams sabe cómo va a ser su vida (toda la tragedia vista al principio fue en realidad una visión de su propio futuro), sabe que no puede (ni debe) cambiarlo, y vive (durante la infancia de su hija) la llegada de los aliens, la clase de lengua extraterrestre en la universidad, el romance con su esposo, el agasajo al general chino… todo de manera simultánea (!), lo cual debe ser enloquecedor. El otro punto es, ¿qué pasa si todos aprendemos el lenguaje alien?. Esa omnisciencia no garantiza que los humanos pasemos a ser una raza superior y libre de pecado. Los militares sabrán cuando y donde atacar, el ladrón sabrá cuando robar… pero el enemigo sabrá cómo defenderse y posiblemente el policía esté listo para atrapar el ladrón en cada una de sus alternativas de robo. Digo: el tema central del filme – el don del conocimiento del futuro legado a los humanos – es tan vasto y pleno de posibilidades que resulta un desperdicio tirarlo a la palestra sobre los últimos 10 minutos y para darle una vuelta de tuerca al drama de Amy Adams. El filme vive tan enredado con la burocracia – científica, militar, politica – que, cuando accede a un tema deslumbrante y apasionante, lo utiliza como gadget para dar un par de golpes de efecto sin analizar los formidables cambios que semejante descubrimiento traería a la cultura humana (fin spoilers).

Todo esto no significa que La Llegada no sea un filme extremadamente inteligente y altamente recomendable. Es ciencia ficción pensante y hace un planteo tremendamente original. Lo que ocurre es que, cuando uno se encuentra con una obra de este calibre, se vuelve muy exigente y empieza a hilar fino, descubriendo detalles discutibles que posiblemente escapen a la mayoría del público. No sólo por la teoría del lenguaje sino por el final (alerta spoilers) que resulta algo traído de los pelos – cambiar el curso de acción de un monje de la guerra por un puñado de palabras conmovedoras a nivel personal no parece un resultado lógico; a final de cuentas, el tipo es solo un engranaje mas en la gigantesca maquinaria de guerra, y lo mas probable es que una autoridad superior lo remueva y ponga a otro general mas expeditivo en su lugar; cuando algo enorme se pone en movimiento, no se detiene tan fácilmente con una simple señal de alto – (fin spoilers). Aún con ello, Arrival es una película que le saca varios cuerpos de ventaja a cualquier filme de ciencia ficción serio de los últimos años, ya que rebosa de ideas y plantea un delicioso reto intelectual al espectador.