Crítica: Mundo Sin Fin (World Without End) (1956)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1956: Hugh Marlowe (John Borden), Nancy Gates (Garnet), Nelson Leigh (Dr. Eldon Galbraithe), Rod Taylor (Herbert Ellis), Shirley Patterson (Elaine), Lisa Montell (Deena)

Director: Edward Bernds, Guión: Edward Bernds

Trama: La misión espacial XRM se encuentra orbitando Marte cuando su nave resulta atrapada en un vórtice espacial que los lanza a velocidades inimaginables. A raíz del violento impacto la tripulación se desmaya y, al despertar, descubren que han aterrizado en la Tierra 500 años después de su partida. Ahora el planeta se encuentra arrasado por las guerras atómicas que ocurrieron hace 400 años y, si bien el clima es respirable, la civilización humana se reduce a un puñado de supervivientes que vive bajo tierra, rodeados de mutantes que dominan la superficie. Si bien son muy avanzados y organizados, los humanos subterráneos se encuentran al borde de la extinción debido a su baja natalidad. Por ello, los astronautas intentan convencerlos de regresar a la superficie – para recuperar la vitalidad que les provee el sol -; pero los sectores más conservadores y radicales se oponen a ello, y muy pronto se encontrarán complotando contra los viajeros del tiempo, acusándolos de promover un golpe de estado y de traer la violencia a su pacífico mundo.

World Without End Mundo Sin Fin es un producto que viene de la Allied Artists, un estudio especializado en filmes serie B y que fuera conocido anteriormente como Monogram. En los años 50 la Allied Artists intentó subirse al carro de los grandes estudios, y aquí se despachó con una producción lujosa e inusual para sus ajustados presupuestos, rodando con abundancia de FX, impecable Cinemascope, y multiplicidad de decorados. Aún con todo el empeño puesto, World Without End no deja de ser una típica serie B, sólo que en envase caro. Al frente está Hugh Marlowe, el mismo de La Tierra vs Los Platillos Volantes y El Dia que Paralizaron la Tierra; y en un papelito menor (pero bien interpretado) está Rod Taylor, años antes de que hiciera su propio viaje al futuro en La Maquina del Tiempo (1960).

En sí, no hay mucho de original en World Without End. De hecho, es una trama casi idéntica a Vuelo a Marte (1951), sólo que cambiaron el viaje espacial por un viaje en el tiempo, y la acción ahora transcurre en una versión futura de la Tierra en vez del planeta rojo. Pero por lo demás, los pasos que sigue son casi un calco – uno de los astronautas se enamora de la hija del líder; hay un celoso que se convierte en el traidor de turno e influye en el consejo de gobierno para que elimine a los astronautas; hubo una guerra nuclear que los obligó a vivir bajo tierra -, con la única diferencia de que aquí los protagonistas no tienen manera de regresar a su punto de origen. Por lo menos el libreto tiene la decencia de no inventar ninguna solución mágica de último momento (como un viaje inverso en el tiempo) y obliga a los protagonistas a quedarse en la época que les tocó en suerte.

Por lo demás World Without End es típica rutina. Los diálogos no están nada mal, los personajes son inteligentes, los decorados son muy buenos, y la dirección es bastante moderna – Edward Bernds pone una cámara flotante dentro de la cabina de la nave, la que está diseñada de manera bastante lógica; realiza varios paneos de los tripulantes atravesando paisajes desolados; la cámara no es estática y las interpretaciones son buenas -. Pero por cada poroto que se anota World Without End, hay dos o tres pifias severas, como unas ridículas arañas gigantes de goma, FX abominables (como la navecita espacial de juguete), pésimos maquillajes de los mutantes (que son cíclopes, pero su único ojo parece un huevo frito), y peleas coreografiadas de manera horrible, lo cual termina siendo una macana ya que Edward Bernds como director se encarga de arruinar los méritos de su propio libreto.

No hay nada demasiado excitante en el filme. Si como aventura es mediocre – la conspiración del traidor de turno es descubierta en menos de cinco minutos, y las escenas de acción son insípidas -, tampoco aporta demasiado a nivel intelectual. Acá los protagonistas no discuten el origen de la guerra nuclear sino que, por el contrario, obligan a los “subterráneos” a regresar a la superficie, la cual deben conquistar por medio del uso de la fuerza. Si se quiere, el mensaje que deja la película es que los pacifistas son unos inoperantes y los militaristas deben tomar el poder para que se hagan las cosas. Es como si la violencia fuera algo imprescindible en el hombre, sin la cual también termina por extinguirse.

World Without End es pasable, salvo cuando vienen las peleas o los efectos en el espacio. Pero por el resto, no tiene nada que uno no haya visto en decenas de otros filmes. Sólo es interesante para los completistas de la sci fi de los años 50, pero para el resto del público no tiene nada que ofrecer.