Crítica: Excesos (Wonderland) (2003)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2003: Val Kilmer (John Holmes), Kate Bosworth (Dawn Schiller), Dylan McDermott (David Lind), Josh Lucas (Ron Launius), Ted Levine (Sam Nico), Tim Blake Nelson (Billy Deverell), Janeane Garofalo ( Joy Miller), Christina Applegate (Susan Launius), Faizon Love (Greg Diles), Eric Bogosian (Eddie Nash), Lisa Kudrow (Sharon Holmes)

Director: James Cox, Guión: James Cox, Captain Mauzner, Todd Samovitz & D. Loriston Scott

Trama: 1981, Hollywood. Los cadáveres de cuatro personas brutalmente golpeadas han aparecido en una casa de la avenida Wonderland. Allí residía una banda de traficantes y ladrones de poca monta. Mientras la policía investiga, se presenta un motoquero de nombre David Lind, diciendo de que pertenecía a la banda y que conoce cúal es la verdad de lo ocurrido. Al parecer los traficantes conocían al actor porno John Holmes, el que para aquel entonces se había convertido en un drogadicto y estafador callejero. Holmes era consumidor habitual de la cocaina que comerciaba la banda y, en un determinado momento, les propuso un golpe muy tentador: asaltar la mansión de un millonario que él conocía, el que tenía joyas, dinero y droga a mansalva. La banda se embarca en el robo, pero descubre sobre la marcha que la víctima resulta ser el poderosísimo capo mafioso Eddie Nash, el cual jura vengarse del hecho. Ahora la policía ha detenido a Holmes y lo presiona para que testifique en contra de Nash … pero la versión del actor porno es radicalmente diferente a la de Lind, y los investigadores se ven envueltos en una red de intrigas y mentiras, donde resulta casi imposible descubrir la verdad.

Excesos (Wonderland) John Holmes, dios del cine porno. El tipo poseía un miembro enorme y eso lo lanzó al estrellato en una época en que la pornografía peleaba por ser legal, los filmes XXX tenían argumento, la mafia controlaba el negocio y las actrices porno eran las únicas divas con derecho a un sueldo mejor que el resto. Pero Holmes era un tren fuera de control y, para principios de los ochenta, su drogadicción había menguado sensiblemente su masculinidad, cayendo en una espiral autodestructiva – con lo cual el actor se transformó en un símbolo de los tiempos de decadencia que afectaron a la industria pornográfica, y que culminaría por su fallecimiento a causa de las complicaciones del SIDA en 1985 -. La vida de Holmes ha sido reflejada en el cine – con algunas libertades creativas – en el clásico de Paul Anderson Boogie Nights. Wonderland se puede ver como una seudo secuela de Boogie Nights, principalmente porque amplía el clímax del filme de Anderson – la famosa matanza de la avenida Wonderland ocurrida en 1981, y en donde Holmes estuvo involucrado – y deja traslucir más detalles sobre el incidente. Pero aquí no hay análisis ni alegorías sobre la industria porno; el filme funciona más como el examen forense de un hecho policial que ha permanecido sin resolución clara hasta el día de hoy, que como otra cosa.

Este es un caso sórdido en el que estuvo involucrado un actor de fama sórdida. En sí, Wonderland se asemeja más a filmes como Zodiac, en donde hay una reconstrucción de los hechos y un par de teorías dando vueltas pero no hay ninguna resolución definida. El problema con Wonderland es que nosotros conocemos los hechos, las víctimas y los responsables, pero desconocemos el cómo. En Zodiac deconocíamos el quién, y eso era lo que mantenía en vilo la audiencia. Pero aquí el cómo termina resultando algo redundante. El filme transpira una sucesión de versiones diferentes sobre el mismo incidente, algo así como una versión marginal de Rashomon en donde cada uno cuenta su punto de vista – y cada testimonio está recargado de falsedades para cubrir sus propias espaldas -. La versión final se puede armar con fragmentos de uno u otro testimonio… ¿o es que habrá otra versión que no hallamos escuchado?.

El punto es que después de la tercera versión de los incidentes, uno empieza a menear la cabeza. ¿Cuál es el objetivo?. Acá el tema sería que a uno debería interesarle mínimamente la suerte de John Holmes, ya que es el protagonista y la diferencia de versiones de los distintos testigos marcaría su grado de culpabilidad en los hechos – si fue un estúpido soplón, un desquiciado ambicioso, una víctima de sus propios vicios, o un amoral despiadado -. El asunto es que, dejando de lado su testimonio y el de los demás, el perfil de John Holmes es absolutamente despreciable. A la platea no le importa en absoluto la suerte de este tipo y, quizás, Wonderland debería haberse enfocado más en la vida de Holmes que en el incidente policial (poniendo a la matanza como la frutilla del postre de una vida desquiciada y autodestructiva). Si bien la película es muy correcta y prolija, las mejores secuencias pasan por el trasfondo personal de Holmes – especialmente cuando aparece Lisa Kudrow como su esposa, la que tiene una bizarra relación de tutora con la adolescente drogadicta amante de su marido -. Esta sí que es una familia sui generis.

Aquí hubiera sido necesario un Abel Ferrara al mando, que se regodeara menos con el estilo setentista que el director James Cox le pone al relato, y pusiera énfasis en el mundo marginal, explicando cómo Holmes llegó a todo esto. Las performances son buenas, el ritmo está ok, el tono del relato está bien… pero Wonderland termina quedándose a mitad de camino en el potencial que ofrecía todas sus opciones. No es un apasionante relato forense de un hecho policial, ni es el apasionante analisis de un momento en la vida de un bizarro icono de la cultura under. Acá hay un zoológico de gente despiadada, y quizás el personaje de Lisa Kudrow sea el único que aporta humanidad… aunque una sola persona no pueda hacer la diferencia ni pueda corregir la espiral autodestructiva de un circo de amorales.