Crítica: Mirad los Cielos! (Watch the Skies!) (2005)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2005: narrado por Mark Hamill; con los testimonios de Steven Spielberg, James Cameron, Ridley Scott, George Lucas

Director: Richard Schickel, Guión: Richard Schickel

Trama: Un recorrido por la ciencia ficción de los cincuentas, con títulos tales como Destino: La Luna, Planeta Prohibido, Invasores de Marte, The Beast From 20.000 Fathoms, La Guerra de los Mundos, y El Día que Paralizaron la Tierra, entre otras películas. Un análisis del impacto producido a los directores, y el por qué de la euforia de la ciencia ficción durante 1950.

Mirad los Cielos! Mirad los Cielos! es un documental sobre la ciencia ficción de los años 50. Aunque su autor Richard Schickel es un periodista de cierto renombre como documentalista, no por ello deja de ser un evidente panfleto publicitario para promocionar la entonces inminente versión de Steven Spielberg de La Guerra de los Mundos. Las apariencias se vienen abajo en los últimos 10 minutos del filme, en donde Don Esteban se toma el lujo de despacharse de un extendido comentario sobre su última creación cinematográfica… aún cuando no entre dentro de los parámetros de la temática del documental de Schickel.

Pero aún con semejante reparo, Mirad los Cielos! es un documental competente. No es una maravilla, ni siquiera hace un análisis pormenorizado del tema (y apenas se restringe a un puñado de títulos), pero tiene el mérito de reunir a un puñado de genios de la talla de Spielberg, Cameron, Ridley Scott y Lucas para decir unas palabras sobre el tema. No es que lleguen a conclusiones sensiblemente diferentes de todo lo que se ha dicho sobre el tema y el período, pero al menos es interesante ver sus opiniones y, en especial, la pasión que ponen sobre todo el asunto.

Del mismo modo, podemos tomar al documental como excusa para despacharnos con nuestro propio analisis. En sí, la ciencia ficción de los 50 es radicalmente diferente a todo lo existente en el género hasta ese entonces. Hasta los años 40, la ciencia ficción cinematográfica era básicamente una mezcla de alquimia y fantasía, con científicos locos raptando muchachas livianas de ropas, y produciendo monstruos en sus laboratorios saturados de lámparas Tesla. Eran villanos con secuaces deformes creados para satisfacer sus malvados designios. La llegada de la bomba atómica en 1945 cambió todo ello, más aún cuando el mundo se dividió en bloques y surgió la Guerra Fría. De sofisticados dementes y criminales se pasó a la paranoia del poder del átomo, y al temor sobre una inminente guerra / invasión por parte de un agresor desconocido e implacable. Mientras que la literatura de ciencia ficción se manejaba por otros carriles – y había explorado el poder nuclear mucho antes de que fuera una realidad -, el cine de ciencia ficción era más amarillista. Era como un catalizador de los temores de su tiempo. Como dice James Cameron en un momento, “uno sabía que la radiación era mala… no se sabía muy bien qué era lo que hacía, pero mataba, quemaba, deformaba… como era algo invisible, era necesario materializarlo en algo para descargar toda la furia provocada por nuestro miedo hacia él, y es por ello que surgieron los monstruos gigantes”. Oh si, vino la euforia de dinosaurios, mantis gigantes, tarántulas y animales mutados a proporciones gigantescas de todo tipo y color.

Pero la ciencia ficción cinematográfica de los 50 era esencialmente un género exploitation. Los temas y los efectos visuales eran los que vendían, no las estrellas ni la calidad de la producción. La gente iba a horrorizarse a los cines porque, fuera de allí, la vida real era aún mas temible. Vivir con el temor de que llovieran misiles atómicos soviéticos sobre sus cabezas en el momento menos pensado. Mientras que los monstruos eran el temor a la radiación, los alienígenas simbolizaron el terror a los soviéticos. La paranoia de que la invasión había comenzado de manera silenciosa, o de que uno despertaría en cualquier momento con naves enemigas asolando las calles de los pueblitos norteamericanos.

Mientras que el cine actuaba como una especie de catarsis masiva para el público, toda esa avalancha de títulos terminaba por quemarle la cabeza a los chicos de aquél entonces, apasionándolos por un género que hasta entonces estaba reservado a las minorías. Quizás la mayor contribución de la ciencia ficción cincuentera a la historia haya sido la de ser inspiradora para una generación compuesta por científicos, ingenieros, autores y cineastas, los cuales quisieron materializar y expandir todo lo que habían visto cuando eran niños. Scott, Cameron, Lucas, Spielberg proceden de aquella época; sus sueños húmedos se conforman con platillos voladores descendiendo en los patios traseros de sus casas y dinosaurios mutantes arrasando edificios por las calles de Nueva York.

Curiosamente fueron ellos quienes sacaron a la ciencia ficción del ghetto cinematográfico y le dieron status de cine de calidad. Para ello deberían pasar más de veinte años hasta que crecieran, maduraran como artistas y contribuyeran a dar su visión, la cual reeducaría al público de masas sobre lo que se consideraba un género menor, denostado y ridículo. Cuando gente del calibre de Stanley Kubrick, Franklin J. Schaffner o Rod Serling demostraron que se podía hacer ciencia ficción de calidad, y altamente rentable desde el punto de vista comercial. Pero aquí sólo tuvimos oportunidad de darle un vistazo a los pioneros, aquellos que sembraron su semilla para que gente como nosotros pueda disfrutar de un género tan vasto y rico como es el que nos apasiona.