Crítica: Pink Floyd: The Wall (1982)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

GB, 1982: Bob Geldof (Pink Floyd), Kevin McKeon (joven Pink), Christine Hargreaves (madre de Pink), James Laurenson (padre de Pink), Eleanor David (esposa de Pink), Bob Hoskins (Manager), Jenny Wright (fan)

Director: Alan Parker, Guión: Roger Waters, basado en el álbum The Wall de Pink Floyd, Musica – Pink Floyd

Recomendación del Editor

Trama: Pink Floyd es un músico de rock que se encuentra cayendo en un abismo depresivo. Sentado en una habitación de hotel y viendo sin parar durante horas viejos filmes de guerra, Floyd recuerda el dolor de la pérdida de su padre durante su infancia, el castrador régimen escolar de su Inglaterra natal, la presencia sobreprotectora de su madre, y el derrumbe de su matrimonio. Cada recuerdo doloroso se suma como un nuevo ladrillo al muro mental que Pink se encuentra construyendo, y que lo aisla del mundo real. Entrando en una sicosis profunda, Pink se encierra en su mente mientras intenta escapar de la situación creando un alter ego autoritario y recurriendo a la imagen de la inocencia de niñez. Pero estos mecanismos no dan resultados, y pronto se verá inmerso en un juicio dentro de su propia mente, donde deberá decidir entre abrazar la locura y el aislamiento, o destrozar el muro y enfrentarse a las dificultades del mundo real que le rodean.

Pink Floyd The Wall Pink Floyd es la banda inglesa de rock de culto, formada originalmente en 1965 por Syd Barrett, Bob Klose, Roger Waters, Rick Wright y Nick Mason. En un principio el líder era Barrett, quien permaneció con el grupo hasta 1968, año en que decidió emprender una carrera solista sin demasiado éxito hasta 1972, y terminó por despedirse del mundo de la música para convertirse en un ermitaño hasta su muerte en el 2006. Pero en realidad todos los cambios en la carrera musical de Barrett estaban signados por su gran inestabilidad de conducta, en parte por sus excesos de su adicción a las drogas, y en parte a su salud mental en crisis. Buena parte de la vida de Barrett post Pink Floyd se sumió entre las habladurías y las leyendas urbanas, afirmando de que estuvo encerrado en un siquiátrico y de que padecía esquizofrenia. Lo cierto es que después de su partida, Roger Waters tomó el mando del grupo y lo llevo a su etapa más exitosa y conocida.

Sin dudas Pink Floyd es una banda de culto, y su LP El Lado Oscuro de la Luna es el mayor hit de la historia de la música (desde 1973 ha vendido más de 40 millones de discos), pero la naturaleza intelectual de muchas de sus letras no la han llevado al nivel de masividad que, p.ej., Led Zeppelin, Queen o Los Beatles. A uno le da la impresión que Pink Floyd funciona para un grupo selecto de fans (mayores de 30 años) quienes a su vez terminan por transmitir la veneración por la banda a nuevas generaciones.

Con el liderazgo de Roger Waters se generaron nuevos albums, y en 1979 se formó un proyecto muy ambicioso que Waters construyó de modo autobiográfico. El álbum doble The Wall hizo su debut, y los estudios se interesaron en producir un film sobre el mismo. En un principio la película iba a ser un documental standard sobre la banda en gira, registrando cada una de las presentaciones del disco – que incluía una cuidada puesta en escena, con un muro gigantesco que era construido a medida que avanzaba el concierto y demolido hacia el final, a la vez que enormes globos inflables con las figuras de algunos de los personajes de las letras flotaban entre el público -. Para ese momento, se acerca Alan Parker, un exitoso director de comerciales y que había prosperado en el cine con una serie de films muy populares y aclamados por la crítica, como Bugsy Malone, Fame y Midnight Express. Waters y Parker rápidamente comenzaron a cambiar el proyecto inicial, primero incluyendo animaciones del afamado caricaturista inglés Gerald Scarfe, después tomando al mismo Waters como protagonista, y creando una verdadera ópera rock sobre la base del álbum.

Pero el proyecto terminó por írsele de las manos a Waters, y cayendo en un control creativo total de Parker. De hecho, la banda no quedó demasiado satisfecha con el producto final, y toda la génesis del film produjo unas enormes grietas internas dentro del grupo que culminaría con la agria partida de Waters del grupo en 1985.

Sin dudas Pink Floyd: The Wall es una obra absolutamente egocéntrica. Hay tres temas fundamentales que dieron nacimiento al álbum y son: un incidente en uno de los conciertos de la banda en 1977, donde los fans se abalanzaron sobre el escenario mientras estaban tocando (la masa fascista de la que habla el grupo en las letras del film); la vida de Waters, con sus recuerdos de la guerra y la temprana muerte de su padre; y el descenso hacia los abismos de la salud mental del líder original Syd Barrett (quien en la vida real apareció rapado tal como figura en la película). Conjugado todo esto, termina por dar un obra nihilista en extremo, deprimente y avasallante, que no termina sino por ser un enorme canto de protesta que Waters dispara hacia el imperio británico. Desde el por qué el país eligió a su padre para ir a defender a su patria (y morir), truncando su familia y a la única figura de respeto que reconoce el músico – es el único que podría haberlo defendido de la maldad del mundo, en una visión extremadamente idealizada -, hasta el odio a la conservadora y estricta educación inglesa que lo torturó durante los años de su niñez. Todo lo que sigue son una serie de reproches freudianos a su padre por haberlo dejado solo e indefenso frente al mundo, sin estar presente para limitar a su sobreprotectora madre, sin ponerle frenos a toda la violencia que lo lastimaba como niño, y que terminaría por producir este ser humano atormentado que, en la habitación de su hotel, termina por desbarrancarse mentalmente.

Toda la narración sigue las etapas de ese proceso de descomposición mental con una linealidad propia de un curso de sicología. El encierro mental, el derrumbe, la explosión de furia, la etapa de obsesión – compulsión (con Pink ordenando demencialmente los restos de la habitación del hotel en grupos cuidadosamente elegidos y ordenados), y por último la etapa extremista, donde Pink pasa a convertirse en todo aquello que odia y que lo ha torturado desde siempre: un fascista. Es interesante notar que aquí la personalidad del protagonista se desdobla, tanto en su faceta más autoritaria como en un alter ego inocente de su niñez, como personajes creados por su mente para rescatarlo de la debacle en que se encuentra. Por último, ningún rescate es posible hasta el juicio final, que se lleva a cabo en su cerebro, y que emite el veredicto que debe enfrentar la realidad tal como es – debe encarar el mundo de sus pares -. Es entonces cuando explota el muro y se produce un breve final optimista que no termina por compensar todo el nihilismo generado por la duración del film.

El film sería profundamente deprimente si no fuera por la dirección artística alucinógena de Alan Parker. Nunca las imágenes de una demencia fueron tan fascinantes como en esta película. Todo el film es un gigantesco videoclip que tiene sus puntos más altos cuando las animaciones espectaculares de Gerald Scarfe inundan la pantalla – la mantis gigante, las flores obscenas, los ejércitos de martillos que dominan la Tierra, el masivo bombardeo a Inglaterra -. Es obvio que el trabajo de Scarfe tiene influencias visuales notables que van desde las animaciones de propaganda nazi de la Segunda Guerra, el renombrado El Triunfo de la Voluntad de la directora Leni Riefenstahl, hasta el expresionismo de El Gabinete del Dr. Caligari de Robert Wiene. Y fuera de Scarfe, Parker consigue en Live Action momentos notables como la máquina procesadora de niños, o las escenas del partido fascista.

Es un film brillante en lo visual; en lo temático, es bastante más discutible. Si se quiere, es un monumento al ego de Roger Waters – todas las letras son un canto a la soledad y la depresión por circunstancias acaecidas en su vida -. Esto no significa que debería haber terminado con una nota más optimista y extendida que la que realmente muestra – de ningún modo -. Pero quizás le falta un caracter más reflexivo que simplemente ser un compilado de reproches entonados con el fondo de excelente música.