Crítica: El Testamento del Doctor Mabuse (1933)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Alemania, 1933: Otto Wernicke (Kriminal Komissar Karl Lohmann), Oscar Beregi (Profesor Baum), Gustav Diessl (Tom Kent), Vera Liessem (Anna), Karl Meixner (Hofmeister), Theodor Loos (Dr Kramm), Rudolf Klein-Rogge (Dr Mabuse)

Director: Fritz Lang, Guión: Fritz Lang y Thea Von Harbou, basados en los personajes creados por Norbert Jacques

Recomendación del Editor

Trama: El comisario Lohmann recibe una llamada de Hofmeister, un soplón de la policía, quien le informa que conoce la identidad secreta de un cerebro criminal que está por concretar un plan maquiavélico que pondría en jaque a toda la nación. Pero Hofmeister es encontrado en estado de shock, y la única pista que posee Lohmann son unos garabatos que el soplón ha dejado en el vidrio de su ventana. Pero a medida que avanza su investigación, Lohmann comienza a descubrir un sendero de muertes de testigos y sospechas que apuntan hacia el manicomio que dirige el profesor Baum, en donde se encuentra internado el Dr. Mabuse – un peligroso criminal que se ha vuelto loco y permanece catatónico desde hace años -. Mientras tanto Tom Kent es un hampón que trabaja para una anónima celula criminal de una enorme organización clandestina; y doblegado por el amor de su novia, decide entregarse y darle toda la información que posee a Lohmann. Allí será cuando el comisario descubra que Mabuse ha reiniciado sus actividades desde su celda y planea sumir en la anarquía al país para establecer un imperio del crimen. Y, con el tiempo en su contra, sólo Lohmann y Kent podrán detenerlo.

Arlequín: Crítica: El Testamento del Doctor Mabuse (1933)

Esta es la secuela de Dr. Mabuse, Der Spieler (1922). A mi juicio, el primer filme sobre Mabuse era un típico serial comprimido en el formato de un enorme largometraje, y cuya fama resulta exagerada. En aquella película Mabuse no dejaba de ser un sicópata de modestas ambiciones – dominar a quienes lo rodean -, que utilizaba tanto sus poderes síquicos como métodos mafiosos para conseguir sus propósitos. Una morosísa edición, un libreto demasiado extenso, y cierta indulgencia en la duración de las escenas no terminaba de compensar los raptos de inteligencia del relato.

Pero si Dr. Mabuse, Der Spieler no era el gigante que todos afirman, El Testamento del Doctor Mabuse sí lo es y en gran forma. Aquí el buen doctor es sólo una excusa para que Lang – contemporáneo de los tormentosos tiempos del ascenso del nazismo – se despache con una alegoría acerca del crimen y la anarquía. No deja de ser otro serial bien filmado, pero hay un puñado de escenas (entre otros hallazgos) que elevan su categoría hasta el de obra maestra.

Para empezar, es un filme realmente moderno. Prácticamente desde los finales del año 20, la obra de Lang es innovadora en los métodos de narrar la historia. Las tomas son ejemplares, el timing es preciso, y el diálogo es más que florido como para que la atención no decaiga nunca. En once años desde Dr. Mabuse, Der Spieler Lang se ha convertido en un narrador estupendo. Entre los parlamentos y las imágenes posee la estructura y el vigor de una película contemporánea.

Es aquí realmente donde Mabuse se erige como genio del crimen y verdadera amenaza a la sociedad. Aquí, a sus órdenes, hay montada una enorme organización dividida en células independientes y tareas específicas – asesinar, extorsionar, falsificar, robar -. La sección 2 B es el equivalente de la Gestapoy ése y otros detalles motivarían a que el film fuera prohibido por los nazis; recién en 1951 sería exhibido por primera vez en Alemania -. Mabuse desea vengarse de la sociedad, y para ello ha de establecer un imperio del crimen… pero es necesario sembrar la anarquía y el terror. Muchas de las motivaciones que utiliza Mabuse no son más que palabras de los nazis puestas en su boca. A diferencia del primer filme, Rudolf Klein-Rogge tiene un papel muy secundario, casi como el de un cameo extendido. Recluído en su celda y catatónico, comienza súbitamente a escribir… y a generar su testamento – un panfleto ideológico escrito de manera bizarra y desprolija, pero cuya lectura sirve para “programar” las mentes de quienes lo leen -. Los manuscritos de Mabuse no son más que un método alternativo de hipnosis (o lavado de cerebro, como se le quiera llamar), hecha mediante sus escritos. Así es como logra reclutar al director del asilo y construir su imperio del crimen desde su celda.

Por un lado son obvias las alusiones al nazismo. El acalorado discurso del profesor Baum sobre el cadáver de Mabuse y frente a Lohmann resulta un calco de la expresión corporal que utilizaba Hitler en sus arengas (la gesticulación es idéntica). Además el contenido del discurso es típicamente hitleriano. Sumen las imágenes de la anarquía, a Mabuse escribiendo desde la celda – como Hitler hizo con su Mein Kampf -, su propia Gestapo… y los ingredientes de la receta están listos. Pero, por otro lado, Mabuse termina por transformarse en una fuerza del mal en un sentido metafísico. Fallecido éste, no deja de aparecer frente al profesor Baum para seguir guiando sus acciones y ejecutar su plan. Es la posesión total del individuo.

El relato está construido de manera ejemplar. A falta del villano en primera persona, vemos a los secuaces elaborando teorías sobre su accionar. La información es dispersa – una célula no sabe lo que hace la otra -, y los pocos datos que hay son escalofriantes. Robar dinero para comprar droga y regalarla; falsificar dinero y reemplazar el tesoro de los bancos con él; explotar las fábricas químicas y envenenar el suministro de agua para matar a la población… Aquí realmente es un agente del caos. E incluso podría uno volver a compararlo con el Joker de Batman, el Caballero de la Noche: no es difícil imaginar al Guasón alienando al resto de los internados del asilo Arkham para tenerlos en su poder. Hasta hay ecos de Mabuse en la historia de El Exorcista III, con el asesino Gemini dominando al director del establecimiento para que cometa crímenes en su nombre.

Pero además de Mabuse, está Lohmann. Otto Wernicke regresa con su comisario afable y sagaz de M (1931), y es un verdadero rival para el genio criminal. A Wernicke le corresponden algunas de las escenas más graciosas del filme, no por ridiculez sino por su bonhomía. Es un individuo con calle, que sabe manejar gente y que no se le escapa una. Los interrogatorios a los sospechosos son de lo mejor de su parte. Pero su investigación no llega al nivel de duelo de genios, ya que la historia está muy dispersa en otras subtramas, todas muy interesantes. La más débil es la de Tom Kent – el secuaz de Mabuse que está a punto de delatarlo a la policía -, que por momentos roza el melodrama. Además el personaje de Anna – la enamorada de Kent – está escrito de una manera insoportablemente ingenua. Pareciera que en los libretos de Thea Von Harbou las mujeres vivieran en otro mundo, totalmente naif y ajeno a la realidad… como si estuvieran fumadas. El contraste de la inocencia y buena voluntad de Anna con la crueldad y expeditividad del cast masculino choca tanto como un balde de agua helada.

Pero es un detalle menor. Por el resto (que es el 99.9 % del film) El Testamento del Dr. Mabuse es una película formidable. Las persecuciones de los coches, las apariciones fantasmagóricas de Mabuse, los complejos mecanismos criminales, los elaborados asesinatos, los siniestros planes… es una aventura hecha y derecha. Y a la que se le suma el trasfondo de panfleto anti nazi. Este si es el clásico que uno estaba esperando, y que en más de 70 años no ha perdido un pelo de su efectividad.

LA SAGA DEL DR. MABUSE

Los filmes dirigidos por Fritz Lang acerca del Dr. Mabuse son: Dr. Mabuse, el Jugador (1922), El Testamento del Doctor Mabuse (1933) y Los Crimenes del Dr. Mabuse (1960). Dr. M / Club Extinction (1990) es una versión actualizada y muy libre del personaje, dirigida y escrita por Claude Chabrol.

FRITZ LANG

Dr. Mabuse, el Jugador (1922), Metropolis (1927), La Mujer en la Luna (1929), M, el Vampiro de Dusseldorf (1931), El Testamento del Doctor Mabuse (1933) y Los Crimenes del Dr. Mabuse (1960)