Crítica: Street Fighter (1994)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1994: Jean-Claude Van Damme (Coronel William F. Guile), Raul Julia (General M. Bison), Ming Na Wen (Chun Lu Zang), Byron Mann (Ryu Koshi), Damian Chapa (Ken Masters), Wes Studi (Victor Sagat), Kylie Minogue (Teniente Cammy), Peter Navy Tuiasosopo (Edmund Honda), Andrew Bryniarski (Zangrief)

Director: Steven E. de Souza, Guión: Steven E. de Souza, basado en el videojuego homónimo de la Capcom

Trama: Shadaloo, un pequeño país en el sureste de Asia. El siniestro general Bison ha invadido la nación y las fuerzas militares de las Naciones Aliadas se aprestan a combatirlo. Ahora Bison ha secuestrado a un grupo de observadores internacionales, y ha exigido un rescate de 20.000 millones de dólares a cambio de su liberación. Y mientras las autoridades negocian, el implacable coronel William Guile ha llegado al país para detener de una vez por todas a Bison. Es por ello que ha enrolado a un par de estafadores locales, los cuales están en contacto con el proveedor de armas de Bison, y quienes pueden llevarlo hasta el paradero del dictador. El tema es que Bison se encuentra realizando experimentos genéticos y ha comenzado a formar un ejército de super soldados, con los cuales ha formado una fuerza tan letal como imparable. Y Guile – junto con otros impensados aliados de turno – terminará librando una lucha mano a mano con el mismo Bison, intentando detener al dictador antes que sea demasiado tarde.

Street Fighter (1994) Street Fighter (que no tiene nada que ver con los filmes de culto protagonizados por Sonny Chiba) es una saga de populares videojuegos creados por Capcom, el primero de los cuales data de 1987. Es un juego de lucha en donde dos jugadores comparten un único escenario y se dedican a lanzar trompadas, patadas o combinaciones de golpes hasta agotar la energía de su contrincante. Oh sí, Mortal Kombat es similar, sólo que apareció más tarde, con mejores gráficos y más disparate, pero Street Fighter es quien fundó todo el género. Lo cierto es que siete años después de su lanzamiento el juego terminó por ser adaptado a la pantalla grande, generando este pastiche protagonizado por Juan Claudio Van Damme. Y aunque resultó un modesto éxito de taquilla, no hubo crítico (ni fan del juego) en el mundo que no aborreciera esta versión, dejando la pregunta de quiénes integraron la masa anónima de espectadores que concurrió a los cines para ver un filme tan horrendo.

El problema con los filmes basados en videojuegos es que los mismos carecen de originalidad y suelen ser versiones de tercera mano de historias generadas en Hollywood – Tomb Raider es la versión con senos siliconados de Indiana Jones; Resident Evil es una reinterpretación liberal de La Noche de los Muertos Vivos (o, si se quiere, de la entrega posterior El Amanecer de los Muertos); Wing Commander es un reciclado descafeinado de Star Wars… y así – con lo cual, al pasar otra vez por la “picadora de carne”, terminan generando unos bofes intragables que ni la misma madre los aceptaría. Por otra parte los videojuegos no se destacan precisamente por lo innovador de sus tramas – a final de cuentas a nadie le importa si el artefacto sagrado que debe rescatar Lara Croft sea una ridiculez atómica, sino que el proceso para obtenerlo sea excitante – con lo cual convertirlos en un argumento capaz de cubrir 90 minutos de metraje – y, lo peor aún, sonar suficientemente coherente y atractivo como para seducir a tipos de la platea que nunca jugaron el fichín – termina resultando una tarea poco menos que titánica. La capacidad de payada del libretista de turno debe ser colosal – piensen sino en Batalla Naval, donde pasamos de tachar unos cuadraditos en papel a generar un infernal bolazo con naves extraterrestres gigantescas! – y con el agravante de tener que mantener cierto grado de fidelidad para que los fans del juego no escupan los posters del filme. Es una tarea despiadadamente marketinera en donde la calidad se resiente desde el vamos y son escasos los casos en donde han producido filmes medianamente potables – como la primera Tomb Raider o los capítulos iniciales de Resident Evil -. Acá los desafíos son aún mayores: ¿cómo hacer creíble una historia donde aparece un tipo monstruoso de color verde y con cara de mono, luchando contra un dictador que flota en el aire y dispara rayos con sus manos?.

Desde ya que la única vía posible de adaptar a Street Fighter con algún grado de éxito era como comedia, algo de lo cual aquí hay unos indicios demasiado tibios. En todo caso el pecado mortal del filme es que Steven E. de Souza (guionista de las primeras Duro de Matar y de Comando, y que en los 90s se descarrilara feo generando bodrios como Hudson Hawk, Tomb Raider: la Cuna de la Vida y El Juez) apesta como director. Honestamente, hay momentos en que de Souza parece canalizar a Ed Wood Jr. – la gente se pelea contra decorados que se mueven (incluyendo las paredes de roca de la guarida del villano), los vehículos de última tecnologia se ven tremendamente enclenques, y la acción parece filmada por un anciano con artritis -, siendo incapaz de rodar con algo de intensidad tanto las peleas como los momentos “serios” del filme. Los combates son lentos y poco convincentes, y las performances son uniformemente blandas – lo cual es un defecto de fábrica de Van Damme, el cual sólo resulta efectivo cuando hace de malo monosilábico como Retroceder Nunca, Rendirse Jamás; la macana es que aquí parece haber contagiado su habitual falta de carisma al resto del elenco -. Los únicos potables son Ming Na y Raúl Juliá – en la última performance de su carrera, antes de fallecer inesperadamente un par de meses antes del estreno del filme -, el cual se devora la escena como si esto fuera Shakespeare y es un caso ejemplar de dignidad profesional. Pero toda la historia está demasiada llena de pavadas y está despojada de momentos mínimamente interesantes. En todo caso, lo mejor del filme es Andrew Bryniarski, un ruso grandote con cero de neuronas y al que le corresponden las mejores líneas del filme. Es impagable el momento en que ve – por circuito cerrado de televisión – como los saboteadores de turno lanzan un camión bomba hacia la carpa en donde él mismo se encuentra, y el tipo sólo atina a decir “¡Por favor, cambien de canal!”.

Street Fighter es mala por donde se la mire. Oh, sí, respeta los personajes del videojuego pero es incapaz de darles una historia decente. Y si la única salida posible – para plasmar algo que no tiene pies ni cabeza – era armar una comedia disparatada, era necesario otro guionista y otro director, culpa que recae por partida doble sobre los hombros de Steven E. de Souza, un tipo que tuvo tiempos mejores y cuyo talento (o el remanente de él) no alcanzó para sacar a flote toda esta bobada.

STREET FIGHTER: EL VIDEOJUEGO

Street Fighter (1994) – Street Fighter: La Leyenda (2009)