Crítica: Señales (Signs) (2002)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorUSA, 2002: Mel Gibson (Graham Hess), Joaquin Phoenix (Merrill Hess), Rory Culkin (Morgan Hess), Abigail Breslin (Bo Hess), Cherry Jones (Oficial Caroline Paskin), M. Night Shyamalan (Ray Reddy)

Director: M. Night Shyamalan, Guión: M. Night Shyamalan, Musica – James Newton Howard

Trama: Graham Hess vive con sus hijos y su hermano en el condado Bucks, en una granja a la que se han mudado después que hubiera perdido a su esposa en un terrible accidente automovilístico. A causa de la muerte, Hess ha renegado su vocación de reverendo y su religión. Pero un día extraños sucesos comienzan a ocurrir, en especial la aparición de gigantescas figuras marcadas en los vastos maizales que rodean a la granja. Al principio Hess piensa que se trata de un engaño o una travesura de los muchachos del condado, pero las mismas señales comienzan a repetirse por todo el mundo en menos de 72 horas. Y a esto se suma que extrañas figuras se han visto merodeando la granja. Basados en los reportes televisivos, no pasa mucho tiempo hasta que Hess y su familia concluyen que se encuentran en vísperas de una invasión alienígena, y que se encuentran a punto de ser objeto de un ataque.

Señales Antes de desbarrancarse del olimpo cinematográfico con la polémica La Aldea y el terrible fracaso de taquilla y público que supuso La Dama en el Agua, M. Night Shyamalan era lo más cercano que uno podría considerar a una reencarnación india de Hitchcock. Aún quedan kilómetros por recorrer para poder dictar un veredicto sobre Shyamalan (y numerosas posibilidades de redención), pero yo soy un firme creyente de que es el mejor director de cine de los últimos años junto con Peter Jackson. Posee un sensacional sentido de suspenso a la antigua escuela, y sus guiones son fabulosos rompecabezas; realiza un cuidado desarrollo de los personajes y es un gran director de atmósferas. El único problema es que siempre asume en solitario la responsabilidad del guión, lo cual supone una carga enorme. La colaboración de algún script doctor no sería indeseable para que terminara de pulir ciertos aspectos de sus obras, en general algún tono discursivo de las mismas. Pero más allá de ciertos defectos, las películas de Shyamalan son absolutamente diferentes a cualquier obra que produce el Hollywood industrializado actual. Es cine de la alta escuela, en un lenguaje que hoy nadie utiliza.

Señales es la tercera entrega de Shyamalan después de los éxitos de El Sexto Sentido y El Protegido. Y si bien la crítica volvió a pegarle, estimo que es un clásico escondido bajo la catarata de escarnios. Uno no puede poner en la misma balanza a un filme de Shyamalan con las películas superficiales de Michael Bay (y todos sus seguidores); el problema a lo sumo, es que El Sexto Sentido fue una experiencia tan abrumadora que todo el mundo creó expectativas descomunales acerca de las obras de Shyamalan. Es algo parecido a lo que le sucedió a George Lucas con la trilogía de precuelas de Star Wars: aunque resultaran buenas obras, nunca podrán satisfacer lo que el público ha imaginado que podía esperar acerca del autor.

Como todos los filmes de Shyamalan, comienza muy lentamente. Son películas de grandes silencios, de gestos, en donde el diálogo cobra velocidad a medida que avanza la historia. Resulta extraño ver a Mel Gibson en un papel medido, pero su interpretación es correcta. Shyamalan es un buen director de actores, y el desenvolvimiento de los intérpretes siempre supera la media.

Pero lo que resulta fascinante es la escalada de tensión. Para empezar, la elección del escenario, que es totalmente brillante. No hay nada más estremecedor que imaginar vivir en medio de gigantescos campos rodeados de maizales, donde la sensación de soledad es abrumadora, y en donde resulta imposible no pensar en que “algo” puede estar merodeándonos. En segundo lugar, la sucesión de hechos: Shyamalan toma enigmas que forman parte del inconsciente colectivo para desarrollar sus teorías. Es como si alguien tomara a las obras de Erich Von Daniken y las transformara en amenazas reales. Y en tercer lugar está el enfoque. En vez de apuntar a los esquemas clásicos de las space operas, con masivas invasiones marcianas destruyendo ciudades y multitudes, opta por un punto de vista totalmente minimalista. Uno no sabe que pasa en el resto del mundo, sólo veremos la invasión en una granja entre algunos seres y un puñado de humanos.

Por supuesto la cinta mama toda la paranoia posible de La Noche de los Muertos Vivos, el clásico de George A. Romero. El setup básico está allí: sucesos inexplicables, reportes fragmentados por la TV y la radio, el corte de la señal, el aislamiento y la resistencia solitaria en la casa. Shyamalan se ocupa de proveer los argumentos lógicos para este escenario – la pelea será cuerpo a cuerpo para que los alienígenas no destruyan los recursos terrestres que precisan -, y termina desarrollando escenas memorables de alta tensión. Los informes televisivos donde se graba en video al primer alienígena son shockeantes; el encuentro de Hess con el alien encerrado en la despensa de Reddy; la persecución del merodeador por parte de Hess en los maizales; y por supuesto, el asedio del final del filme, que es totalmente perturbador. Uno piensa en la influencia que puede haber tenido Señales sobre obras como El Proyecto Blair Witch (la escena en el sótano es sobrecogedora, con el uso de luces tenues y planos traseros de los protagonistas). Sin mencionar los intentos iniciales de irrupción en la casa, en que el relato se desvía hacia las remembranzas de Hess con el nacimiento de sus hijos, lo que le quita algo de tensión (o lo vuelve más tolerable). Como terror paranoico, es impecable.

Donde el filme no funciona tan bien es con el background dramático de los personajes. Hay algo de trivial en ese aspecto, quizás en el intento de plantear Shyamalan un debate entre moral y religión – el que está bien -, y que para ello precisa erigir a Hess como un personaje renegado de sus creencias – lo que ya no es tan perfecto -. Sin duda la escena del diálogo entre el reverendo y su esposa accidentada es morbosamente fascinante, pero el problema está en el trasfondo dramático que arrastra esto en todo el film. Si Hess es un ex pastor y su familia está quebrada, y estos hechos sirven como señales de sus creencias y para re-unirlo con sus hijos, tiene cierto tufillo de pastiche sicológico. Es comparable, en todo caso, al psico drama de Tom Cruise en La Guerra de los Mundos, en donde los guionistas entienden que deben presentar a personajes quebrados como para que los espectadores se preocupen por ellos, darles tridimensionalidad, y que se alejen del estereotipo clásico de los protagonistas de space operas, algo que Charlton Heston solía afirmar en reportajes y que insistía que hay dos clases: los señaladores (“allí vienen los marcianos”) y los explicadores (“la invasión se produjo por …”). Si bien el trasfondo de Ray Ferrier en el film de Spielberg era criticado, al menos no terminaba por entorpecer el relato. Y aquí lo mismo se lleva bastante bien con el resto de la historia, pero en escenas como la cena previa al ataque se termina por escapar al control del director y se convierte en algo casi ridículo o risible. Y por contra a la obra de Speilberg (donde las vidas de los protagonistas siguen su curso natural a pesar de la invasión), aquí los hechos sirven para el reencuentro familiar y para desarrollar un final feliz.

El otro aspecto débil de la película son ciertos dispositivos del guión que, entrando en los juegos cinematográficos de Roger Ebert, bien podríamos llamarlo “el sindrome de Q”. Q es el científico que trabaja para el servicio secreto en los filmes de James Bond, y quien le provee artilugios que utilizará en sus misiones. Muchos de estos gadgets son obviamente ridículos y poco prácticos, pero terminan resultando indispensables para que 007 pueda resolver determinada situación en cierta escena posterior. Aquí el síndrome de Q se aplicaría en la manía de los vasos de agua de la hija de Hess, y bien en el asma del chico restante. Y podríamos incluír a las palabras finales de la esposa del reverendo, que carecen de sentido salvo para proveer un indicio indispensable para el protagonista sobre el final del filme.

Pero exceptuando los defectos del trasfondo dramático y los dispositivos truculentos del guión, Señales es una película brillante. Es un modelo de guión inteligente y de cine inteligente. Y quizás, en algún momento, se le otorgue el status de clásico que merece, porque más allá de sus escasos errores, termina siendo una obra memorable.

M. NIGHT SHYAMALAN

Algunos de sus filmes comentados en este portal: Sexto Sentido (1999) – El Protegido (2000) – Señales (2002) – El Fin de los Tiempos (2008) – Después de la Tierra (2013) – The Visit (2015) – Fragmentado (Split) (2017) – Glass (2019)