Crítica: Shaft (1971)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorUSA, 1971: Richard Roundtree (John Shaft), Moses Gunn (Bumpy Jonas), Charles Cioffi (teniente Vic Androzzi), Christopher St. John (Ben Buford), Gwenn Mitchell (Ellie Moore)

Director: Gordon Parks, Guión: Ernest Tidyman & John D.F. Black, sobre la novela homónima de Tidyman

Trama: John Shaft es un sagaz detective privado negro que conoce como la palma de su mano al barrio de Harlem. Pero Shaft es contactado por Bumpy Jonas, el más poderoso jefe criminal de Harlem, y lo contrata para encontrar a su hija a quien maleantes desconocidos han secuestrado. Shaft sigue las pistas que le brinda Jonas, las cuales lo llevan hasta el líder guerrillero Ben Buford, y el que ha decidido aliarse con el mafioso a cambio de protección y ayuda financiera para su organización. Con el ejército de Buford de su parte, Shaft planea utilizarlos para rastrillar Nueva York y dar con el paradero de la chica .. la que se permanece en manos de la mafia italiana y que se encuentra presionando a Jonas para que les entregue las riendas de Harlem. Y el detective privado deberá rescatar a la muchacha antes que la guerra entre los mafiosos tiña de rojo sangre a toda la ciudad.

Shaft (1971) Hablemos de Blaxploitation, el género cinematográfico cuyo principal argumento de venta es ver a morenos en pantalla viviendo todo tipo de aventuras que, hasta ese entonces, estaban reservadas para los caras pálidas. El puntapie inicial del género lo dió Sweet Sweetback’s Baadasssss Song, la que data de 1971, y que trataba la historia de un taxi boy negro al que le habían cargado injustamente un asesinato, y que terminaba escapando de medio mundo – la policía, motoqueros arios, y un largo etcétera -. Pero dicha película (dirigida por Melvin Van Peebles, padre de Mario, el mismo de New Jake City) funcionaba más que nada como una alegoría de la situación social y racial de la norteamérica de aquél entonces. Si bien Sweet Sweetback’s Baadasssss Song tiene el mérito de ser el primer mojón histórico del Blaxploitation, lo cierto es que para 1971 ya había varias movidas simultáneas para generar un filme de temática integramente afroamericana, y la película de Melvin Van Peebles terminó por ganar de mano a Shaft por un puñado de meses. Shaft estaba en la cadena de producción de los grandes estudios desde hacía rato, y éstos venían estudiando la posibilidad de explotar ese nicho de mercado que suponía la audiencia afroamericana mediante el desarrollo de productos específicos. La novela de Ernest Tidyman (que, curiosamente, es un tipo blanco) data de 1970, y la historia siempre se centró en las aventuras de un detective privado negro. Todo lo que ha dicho Melvin Van Peebles – de que Shaft era blanco y la MGM cambió la raza del personaje al ver el éxito de Sweet Sweetback – es pura sanata.

Y si bien Sweet Sweetback’s Baadasssss Song figura primera en la historia, lo cierto es que el Blaxploitation no explotaría con toda su furia sino hasta el estreno de Shaft. Medio planeta fué a ver las aventuras del moreno, sorprendiendo hasta los pronósticos más optimistas y confirmando de que la audiencia blanca también quería ver este tipo de emprendimientos. Muy pronto estudios grandes y pequeños se lanzaron a la euforia del blaxploitation: Shaft tuvo dos secuelas y una serie de TV; la Warner se despachó con Gordon´s War con Paul Winfield en 1973; y la American International Pictures cambió radicalmente su modelo de negocios, pasando del terror a producir cosas tales como Blacula (1972), Blackenstein (1973), Dr. Black, Mr. Hyde (1976) y una parva de producciones policiales con Pam Grier y Fred Williamson a la cabeza del reparto. El género fue lucrativo para todos hasta que se le pasó su cuarto de hora en la década del ochenta.

La base del éxito del Blaxploitation radica en la naturaleza de su reivindicación social, cultural y racial. Piensen ustedes que los morenos se encontraban en una lucha permanente por la igualdad de derechos desde principios de los años 60, con un abanico de líderes sociales tan variados que iban desde el pacifista Martin Luther King hasta el combativo Malcolm X (curiosamente todos estos tipos estaban muertos para 1970, lo que demuestra las enormes dificultades que planteaba la integración y el surgimiento de radicales violentos, tanto en los blancos como en los negros, que se resistían a la idea). Con el maltrato de la mayoría blanca, empleos mal pagados, injusticia social y obligados a morar en viviendas marginales, toda la comunidad afroamericana estallaba en un orgasmo masivo cuando Richard Roundtree volteaba a una docena de policías blancos con una sola trompada. Para ellos, Shaft era un dios y representaba el epitome del orgullo negro.

Pero mas allá de la idolatría, lo cierto es que el filme es muy dispar en lo narrativo. El núcleo central es una compleja trama que parece salida de las novelas de Raymond Chandler con traiciones, intrigas, alianzas temporales con mafiosos y líderes pandilleros, y gente que parece una cosa y termina siendo otra. Es de admirar que Ernest Tidyman (un tipo con cosas grosas en su haber, como los libretos de Contacto en Francia y el vehículo de Clint Eastwood La Venganza del Muerto) manejara a la perfección los códigos del policial negro (el hardboiled; y no es un chiste racial!), los hiciera medianamente comprensibles y los condimentara con la idiosincracia propia de los afroamericanos. No hay ninguna diferencia entre John Shaft y Phillip Marlowe, con excepción del color de la piel. En las novelas negras de Raymond Chandler uno tiene una vaga idea de qué es lo que pasa y hacia donde va el protagonista, y eso es lo que ocurre aquí. El problema con Shaft, en todo caso, pasa porque la historia termina de manera abrupta y uno desconoce la suerte de estos personajes. Ok, el detective cumplió con su encargo pero … ¿qué pasó con la inminente guerra entre la mafia negra de Harlem y los italianos? ¿la policía quedó pagando? ¿y la alianza del capo criminal con el líder guerrillero?. A nadie le importa; lo único que interesa es que Richard Roundtree haga la broma final y haya salido vivo de la aventura.

El otro punto que opaca el filme es que el primer acto es puro relleno y se hace largo. Le correspondería el honor de ser la fase en donde los personajes se presentan y se humanizan (al menos de un modo que nos resulten interesantes y después nos importe su suerte). Pero aquí todo termina siendo un catálogo de fanfarronadas: Shaft despreciando a la policía blanca; Shaft peleando como el mejor; Shaft haciendo el amor como los dioses; Shaft venciendo a un puñado de mafiosos en su propio juego. Es curioso notar lo que el guión entiende como algo natural para un afroamericano: Shaft tiene una novia (figuran varias fotos de ambos en la cabecera de su cama), y sin embargo se acuesta con una blanca (sacrilegio!) sin el menor cargo de consciencia. ¿Quien dijo que los morenos son misóginos?.

Pero si el relato es algo trunco y el personaje a veces se excede en fanfarronerías, también es cierto que Shaft es muy destacable en una parva de otros aspectos. El filme establece un catálogo de códigos callejeros que terminarían por incorporarse al género policial con absoluta naturalidad – el drogadicto informante, el mafioso con contactos policiales, el accionar del detective privado por encima de la ley, etc -. Fijense sino, cuánto ha tomado la serie Starsky & Hutch (1975 – 1979) de este filme. Consideren esto: en los 60 los policiales eran seudo documentales almidonados al estilo de El FBI (1965 – 1974) o Dragnet (1951 – 1959). Pero a fines de los sesenta aparecería Bullitt (1968) – considerado el primer policial moderno -, y a esto se le sumarían otros hitos como Harry el Sucio (1971) o el filme que nos ocupa, títulos que se encargarían de descontracturar el género y regresarlo a su escenario natural y violento como es la calle, con historias cargadas de héroes plagados de zonas grises. Y esa tendencia terminaría por pasar de los grandes filmes a las series de TV, con tiras como Baretta (1975 – 1978) o Toma (1973 – 1974) con tipos sucios, disfrazados y que tenían de informantes a drogadictos y prostitutas. Me resulta imposible imaginar al impoluto Efrem Zimbalist Jr haciendo de chulo y manejando un Cadillac rosado. Ese cambio radical de perspectiva del género policial surgió a principios de los años 70, y Shaft fue uno de los principales exponentes del mismo.

El otro punto destacable es que Gordon Parks filma muy bien a la acción, y la música de Isaac Hayes (en especial el inmortal tema del filme, que es otro alarde de fanfarronerías) genera un clima muy especial y disfrutable. Ok, acá no hay mucho realismo, pero el entretenimiento es sólido. Richard Roudtree derrocha carisma, es implacable con los malos y expeditivo con las mujeres. Y aunque no lo parezca, Shaft es la historia de un superhéroe negro: un tipo al que todas le salen bien, simplemente porque es super cool.

SHAFT

Shaft (1971) – Shaft Vuelve a Harlem (1972) – Shaft en Africa (1973) – Shaft (2000) es un reboot con Samuel L. Jackson como el sobrino del moreno detective – Shaft (2019) narra las aventuras del nieto de Shaft en tono de comedia