Crítica: Santo Contra los Asesinos de Otros Mundos (1971)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Mexico, 1971: Santo (como el mismo), Juan Gallardo (Boris Licur), Sasha Montenegro (Karen Bernstein), Carlos Agostí (Malkosh), Marco Antonio Campos (jefe O’Connor)

Director: Rubén Galindo, Guión: Rubén Galindo & Ramón Obón

Trama: Numerosas personas han sido asesinadas en extrañas circunstancias, con sus cuerpos totalmente despojados de carne. A esto se suma el hecho de que todas las víctimas eran miembros del gobierno. Temiendo que la seguridad del país esté en riesgo, el jefe O´Connor llama a su agente más audaz – el wrestler Santo, el Enmascarado de Plata – para resolver el caso. Pero pronto queda en evidencia que una organización criminal liderada por el malvado Malkosh está detrás de todo el asunto. Al parecer se ha apoderado de una roca lunar, la cual contiene esporas que – al entrar en contacto con nuestra atmósfera – mutan hasta convertirse en una masa amorfa devoradora de todo lo que se interpone en su paso. Y ahora el Enmascarado de Plata deberá detener a Malkosh antes que cumpla su amenaza – la de lanzar un ataque masivo de criaturas mutantes si sus demandas millonarias no resultan satisfechas en menos de 48 horas -.

Santo Contra los Asesinos de Otros Mundos Es inevitable. Cuando veo qué película puedo incluir en las reviews semanales que posteo en este sitio, siempre barajo la posibilidad de ver algún film de wrestlers mexicanos, y empiezo a dar vueltas y vueltas. Que sí, que no, que tiro la moneda al aire. Y cada vez que pongo la película, me entretengo como un enano. Oh sí, son infalibles. Aún cuando los argumentos de todas las películas sean parecidos, y aún cuando los valores de producción sean paupérrimos, los filmes de wrestlers mexicanos jamás fallan. Son imaginativos y bizarros, y rara vez se transforman en bodrios soporíferos e intragables. He allí el motivo por el cual son objeto de adoración para miles de personas en todo el mundo.

Santo Contra los Asesinos de Otros Mundos data de 1971, cuando el género ya estaba comenzando a pegar la vuelta (y cuya suerte parece haber quedado sellada con la muerte de Santo en 1984; otras generaciones, otros públicos, otros gustos). Acá el Santo va como siempre, de superhéroe enmascarado / agente secreto / prócer nacional. Cuando hay una crisis, el jefe de inteligencia lo llama, utilizando un Santófono (!), el cual tiene la forma de su máscara. Ahora el wrestler debe luchar contra la versión mexicana de La Mancha Voraz, la que consiste en tres bolsas de basura para consorcio pegadas y con cuatro tipos adentro (!!!). El director hace enfoques fugaces al bicho como para camuflar la pobreza de su manufactura, pero resulta inevitable ver lo patético del efecto – cómo asoman la cabeza los flacos que van adentro, o cómo van reptando -. El culpable de semejante monstro es el sobre-actor Carlos Agosti, un tipo que trabajó la mitad de carrera en esta clase de películas, y a quien vimos no hace mucho en Las Luchadoras vs el Robot Asesino (1969). Lo cierto es que el Santo se la pasa de eficiente, y liquida a Agosti y su banda antes de los 30 minutos iniciales del filme. ¿Y ahora, qué hacemos? ¿Armamos un partido de strip poker?.

No es para tanto, ya que el malvado tiene un socio, que es añun más malo y actúa peor. Resulta que el hombre tiene secuestrado a un profesor, el cual sabe cómo controlar a la masa mutante del espacio. Pero, para presionarlo – ya que el tipo no quiere laburar -, decide secuestrar a su hija, la cual parece salida de algún cabaret barato. Como siempre el Santo va a protegerla – cosa que me extraña; si todo el asunto es vital para la seguridad del país, ¿cómo dejan que un solo hombre se encargue de todo? – y se despacha a trompada limpia con toda una pandilla de esbirros (¿acaso los villanos no tienen presupuesto para alguna pistola o balas, aunque sea para darle un balazo a Santo?). Santo atrapa a un secuaz, lo interroga pero…¡ups!, en el medio se le chispoteó de que si estaba en la comisaría, no iba a estar vigilando a la hija del científico, la cual es raptada en el acto (eso le pasa por hacer exceso de horas extras como superhéroe). A su vez, el maloso decide activar a control remoto un collar que contiene gas venenoso y que liquida al esbirro capturado. ¿Y ahora, qué pista seguimos?.

Por suerte Santo es como una especie de unidad CSI móvil, ya que con una sola mirada en los zapatos de la víctima puede deducir que está salpicado con un tipo de arcilla que sólo se encuentra en una región del país. Nuestro héroe se manda lo más pancho a pispear toda la zona a pie (!), como si tuviera un GPS interno que le dijera donde está la guarida del villano. Dicho y hecho, en dos minutos encuentra la mansión y vuelve a tortearse con un ejército de secuaces (los mismos que trompeó en la escena anterior). Piña va, piña viene, Santo se entretiene y libera a los rehenes; pero como aún faltan minutos de metraje – y hay un monstruo en el medio -, hay que hacer que Santo pelee contra la criatura que le da el nombre del título al filme. La excusa ahora viene por parte de la idiota de la novia del malo, a la que le dijeron “no destapes la roca, que el bicho se activa y se vuelve enorme en dos segundos”… y dicho y hecho, va y destapa la campana, confundida quizás con que lo que había debajo eran unos sandwichitos de cocido y queso. Ahora el bicho – que vendría a ser el pariente mexicano de la alfombra mutante de The Creeping Terror – ha crecido hasta volverse es gigante (bah, hay doce personas dentro de las bolsas de consorcio!), y persigue a Santo con la misma velocidad que un caracol. El wrestler y los rehenes huyen durante 10 largos minutos (hay que llegar a los 90´de duración según el sindicato!), hasta que encuentra una cueva llena de gas metano. Embosca al bicho, tira un fósforo, y ¡kaboom!. ¡El mundo se ha salvado de nuevo!.

Es imposible traducir en palabras lo entretenido que es el filme. Las peleas entre Santo y los batallones de esbirros resultan excelentes, pero los combates mano a mano no son tan buenos. Los defectos especiales ya son un gusto adquirido, y la historia es un delirio. Lo que opaca un poco a toda esta sicodelia es que la película tiene un par de momentos muertos – la lucha contra los tres gladiadores en la guarida de Carlos Agosti y el irritante escape final – que se hacen larguísimos. Diez minutos de gente caminando en pantalla equivalen a una eternidad en lenguaje cinematográfico.

Si pueden, consíganse Santo Contra los Asesinos de Otros Mundos. Ok, quizás no es lo mejor de Santo, pero es entretenida y mucho. Y es un buen ejemplo del cine descerebrado que tanto nos gusta a quienes seguimos esta humilde página.

SANTO, EL ENMASCARADO DE PLATA, Y OTROS WRESTLERS MEXICANOS

Otras películas de lucha libre mexicana comentadas en este portal: El Santo en Operación 67 (1967 – comentada en SSSM); Santo versus la Invasión de los Marcianos (1967); La Mujer Murciélago (1968); Las Luchadoras contra el Robot Asesino (1969); Santo Contra los Asesinos de Otros Mundos (1971); El Santo y Blue Demon contra Dracula y el Hombre Lobo (1973); Santo en el Aguila Real (1973); Chanoc y el Hijo del Santo Contra los Vampiros Asesinos (1981)