Crítica: Santa Clarita Diet (2017)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2017: Drew Barrymore (Sheila Hammond), Timothy Olyphant (Joel Hammond), Liv Hewson (Abby Hammond), Skyler Gisondo (Eric Bemis)

Director: Victor Fresco, Guión: Victor Fresco

Trama: Los Hammond viven en los suburbios del pueblo de Santa Clarita y gozan de un estilo de vida acomodado ya que son exitosos agentes inmobiliarios. Pero un dia Sheila Hammond comienza con malestares y descubre que todo lo que come le cae mal. Sumado al hecho de no poder encontrar su pulso, los Hammond comienzan a creer que Sheila ha muerto y se ha transformado en una especie de zombie. No sólo el caracter de la mujer cambia radicalmente, sino que pronto crece su apetito por la carne cruda. Y cuando un persistente compañero de trabajo termine por tirársele encima, el remedio de Sheila para el acoso sexual será devorar al acosador, con tripas y huesos incluídos. Ante el horror, su marido Joel y su hija Abby deciden acompañar y ayudar a Sheila hasta que descubran un remedio para su mal… pero ello implicará convertirse en sus cómplices a la hora de buscarle presas, asesinarlas y esconder sus cuerpos sin que nadie se entere.

Critica: Santa Clarita Diet

Santa Clarita Diet (2017) Amas de Casa Desesperadas… Zombies. Esa podría ser la definición mas acertada del nuevo show producido y protagonizado por Drew Barrymore (incluso la presencia de Ricardo Chavira refuerza la idea). La Barrymore ha decidido ir a todo por el todo y se ha despachado con una serie rebosante de gore, tripas, humor e, increíblemente, buenos sentimientos familiares. En un entorno tan bizarro como éste – en donde los intérpretes podrían haberse arrepentido de firmar, especialmente por lo explícito de algunas escenas – es notable encontrar buenas actuaciones y buenas ideas, fruto de un show manager (Victor Fresco) que tiene super claro hacia dónde quiere ir.

Como Desperate Housewives, aquí hay un matrimonio que vive en un suburbio rodeado de vecinos molestos o, cuando menos, anodinos: un alguacil (Chavira) que mete las narices en todo, tiene una esposa ninfómana y un hijastro nerd (Skyler Gisondo, el cual tiene un talento natural para hacer de aparato); del otro lado el policía del suburbio (Richard T. Jones), un moreno metrosexual desprestigiado por Chavira porque en el barrio no hay nada peligroso para vigilar, casado con una asiática parlanchina y de mal humor. El matrimonio de protagonistas se compone de Sheila y Joel Hammond, ella apocada vendedora de bienes raíces, él un pancho de aquellos que trabaja con su esposa y gusta de fumarse un porrito de vez en cuando. A la pareja se suma su hija adolescente, inconformista y cínica (Liv Hewson, en un rol que hace unos años le hubiera tocado a Ellen Muth o Natasha Lyonne; otra pendex de voz gruesa y chistes de humor negro que descolocan a cualquiera) con la cual no andan muy bien. Gisondo anda pasado de rosca con la Hewson pero la piba no lo registra, y sólo lo usa como pasatiempo mientras tiene una crisis existencial y empieza a faltar a clases a lo loco.

Así de la nada la Barrymore se muere. Chim, pum, el corazón no le late, está helada, y empieza a sentir un deseo desesperante por comer cosas crudas. Mientras Timothy Olyphant pone su mejor cara de terror, pronto queda en evidencia que la carne picada cruda no va a satisfacer las ansias de su esposa. Y cuando el engreído vendedor estrella de la inmobiliaria (Nathan Fillion, en un delicioso cameo) empieza a tirarle los perros, la Barrymore literalmente se lo devora. Primero le chupa los dedos – con lo cual Fillion pone cara de éxtasis – y después se los mastica, generando un destripe de aquellos en el patio trasero (y el cual es tapado de apuro por su marido ante la mirada extrañada de su vecino el alguacil).

Lo que sigue son los elaborados esquemas que arman Barrymore y Olyphant para que la señora tenga siempre carne fresca a mano. Cuando la Barrymore está pasada de hambre se vuelve un demonio y ataca a mordiscos a cualquiera, incluso sea el primer tipo que pregunta la hora. Como al principio son asesinos inexpertos la cosa viene de enchastre, especialmente en una chocante escena en donde llevan los restos de Fillion en una enorme batea que parece contener toneladas de sangre y tripas… y que se le cae a mitad del camino cuando estaban a punto de enterrarla.

Santa Clarita Diet está plagada de momentos deliciosos y escenas repelentes. Todos están muy bien pero la revelación es Timothy Olyphant, el que demuestra tener un talento innato para la comedia. El tipo es un pusilánime fumón que tiene los mejores sentimientos para su familia y está dispuesto a todo para mantenerla unida. La hija se entera al poco tiempo, tiene una crisis, pero decide colaborar, y quien actua como fuente de datos “confiable” (porque saca todo de los libros, las peliculas e Internet) es el nerd hijo del vecino. Pero si las cosas no fueran cómicas de por sí – asesinos inexpertos que deben organizarse para todo y siempre les salen las cosas por la mitad -, el escenario se complica cuando el vecino alguacil los descubre y los chantajea para que maten a unos malvivientes a los cuales les resulta imposible atrapar… aunque, claro, no todo es lo que parece.

La Barrymore destila carisma y tiene una gran química con Olyphant; a final de cuentas su Sheila pasa de apocada a desinhibida (según la teoría del nerd, los zombies pierden el “Yo” y se transforman en puro “Ello”, con lo cual viven dominados por los placeres y los impulsos), con lo cual se convierte en una cachonda de aquellas, compradora compulsiva que vive el momento al máximo como si se tratara del último. Cuando a mitad de temporada empiezan a sumar mas personajes bizarros (Thomas Lennon como el detestable director de la escuela donde va la hija de los Hammond; Natalie Morales como una oficial de policía demasiado hábil con los dedos; Portia De Rossi como la enigmática doctora que puede tener la cura para el mal zombie de Sheila), la gracia del show se dispara y se transforma en una gozada… aún cuando la tira, de vez en cuando, se despache con momentos de gore en su máxima expresión.

Santa Clarita Diet es una comedia para fans de terror que no tiene desperdicio. Detrás de la atrocidad hay buenos personajes, buenos sentimientos, una familia disfuncional que se ama y que esta dispuesta a enfrentar todo con tal de seguir unida. Quizás lo que se le pueda reprochar es el abrupto final de la primera temporada pero, conociendo la mecánica de Netflix, estimo que en dos o tres meses tendremos el resto de los capitulos (como ocurrió con The Ranch), los cuales espero con mucha ansiedad.