Crítica: Rojo Profundo (Profondo Rosso) (1976)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Italia, 1976: David Hemmings (Marcus Daly), Daria Nicolodi (Gianna Brezzi), Eros Pagni (Calcabrini), Gabriele Lavia (Carlo), Clara Calamai (madre de Carlo), Macha Meril (Helga Ulmann), Giuliana Calandra (Amanda Righetti)

Director: Dario Argento, Guión: Dario Argento & Bernard Zapponi

Trama: El pianista británico Marcus Daly se encuentra en Italia, preparando uno de sus conciertos. Pero en una caminata por la ciudad presencia el asesinato de una mujer, avistando fugazmente al homicida. Ahora Marcus se ha aliado con la periodista Gianna Brezzi en la resolución del asesinato, ya que el pianista se ha obsesionado con la escena del crimen de la cual, cree, falta una pieza clave. Pero a medida que avanzan en la investigación se darán cuenta de que el asesino les está siguiendo los pasos, acosándolos a la vuelta de la esquina.

Rojo Profundo (Profondo Rosso) Rojo Profundo es el cuarto filme de Darío Argento, quien había llamado la atención en 1970 con El Pájaro de las Plumas de Cristal. En sí Profondo Rosso no deja de ser un versión 2.0 de El Pájaro …, con el defecto de que los nuevos agregados funcionan realmente mal. Más allá de lo estético y de las sangrientas coreografías de las muertes, los díalogos del film son de lo más atroces de la carrera de Argento. Es una película en donde el relleno – las escenas entre un asesinato y otro – resulta tan distrayente que arruina toda la experiencia.

Rojo Profundo es otro típico giallo de los que se fabricaban por toneladas en los años 70 en la península italiana. Tenemos otro asesino enmascarado y extremadamente sádico; hay otro extranjero varado en Italia que presencia el primer homicidio y decide meterse en donde no debe; hay otros policias ineptos abocados al caso; la fémina de turno, que acompaña al protagonista; tenemos otro elemento clave de la identidad del homicida, perdido en la memoria del protagonista. Incluso el asesinato inicial es muy parecido al que presenciaba Tony Musante en El Pájaro de las Plumas de Cristal. Pero el gran problema con la película es que decide enfrascarse en unas rutinas de comedia que son más espantosas que los crímenes del homicida. Si bien la secuencia entre David Hemmings y Daria Nicolodi en el Fiat 500 destartalado es hilarante, el 90% de los pasos de comedia restantes son irritantes. Desde los policías idiotas hasta el encuentro con la madre de Carlo, resultan terrible.

Como siempre, la credibilidad de la historia es lo de menos. Hemmings se embarca en todo tipo de irrupciones ilegales, sin que se encuentre realmente motivado para tomar semejantes riesgos. Algunas de estas escenas se ven eternas – como el ingreso en la posible antigua casa del homicida -, y cómo el guión engancha esas pistas es el colmo de lo absurdo. Pero el otro pecado imperdonable que comete el filme – además de la mala comedia – es que pone muy pocos personajes y los empieza a despachar rápida y masivamente. Cuando llega el final tenemos tan pocos sospechosos que hay un 50% de probabilidades de adivinar quién es el asesino (y aún así, la revelación es muy traída de los pelos).

Eso no quita de que haya buenos momentos. La puesta en escena tiene toques operísticos habituales del estilo de Argento – la charla en el teatro o el diálogo entre Hemmings y su amigo pianista en la plaza de la ciudad -. Los asesinatos son inusualmente gráficos para su época, aunque no son tan shockeantes como debieron figurar en el papel. Hay tomas realmente buenas, como los primeros planos de los objetos del asesino, o el montaje con Hemmings en su estudio, mientras escribe una partitura a la vez que el homicida está al acecho. Pero por cada buena escena de suspenso hay dos o tres escenas standard o de comedia que son abominables.

Aún con todo el culto que hay en torno a la obra de Dario Argento, Rojo Profundo es de las más fallidas. Será popular, habrá fans del film, pero lo cierto es que es mediocre y la prueba está cada vez que los protagonistas abren la boca. Si uno la compara con El Gato de las Nueve Colas – por lejos lo mejor que he visto de Argento hasta ahora -, saltan a la luz todos los problemas de Rojo Profundo, la que termina siendo apenas pasable.