Crítica: Johnny Sokko y su Robot Gigante: Viaje al Espacio (1970)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Japón / USA, 1970: Mitsunobu Kaneko (Johnny Sokko), Akio Ito (Jerry Mano), Hirohiko Sato (emperador Guillotine), Matasaburo Tamba (Spider), Mitsuo Ando (Dr. Botanus)

Director: Minoru Yamada, Guión: Mitsuteru Yokoyama, basado en su propio manga

Trama: Una nave extraterrestre ha llegado a la Tierra y en ella arriba el implacable emperador Guillotine, quien viene a conquistar el planeta. Liberando a numerosos monstruos gigantes, comienza a sembrar el terror en la población. Precisamente una de sus criaturas ha atacado un transatlántico en el cual viajaba el agente de la organización mundial de seguridad UNICORN, Jerry Mano, y un niño llamado Johnny Sokko. Ambos logran sobrevivir al naufragio pero terminan en la isla secreta donde posee su base Guillotine, y donde el villano mantiene secuestrado al Dr. Lucius Guardian, a quien presiona para que termine su arma definitiva: un robot gigante e indestructible. Pero Guardian se rebela contra Guillotine y programa al androide para que reconozca exclusivamente la voz de Johnny al recibir órdenes que el chico le transmite desde un reloj – radio. Después de escapar de la explosión de la isla, Johnny Sokko terminará siendo reclutado por UNICORN; y ahora solo él y el robot gigante serán los únicos capaces de detener los malvados planes del emperador Guillotine.

Johnny Sokko y su Robot Gigante: Viaje al Espacio Si los latinoamericanos devoramos telenovelas hasta el hartazgo – aún las más horribles -, la pasión japonesa es la de los monstruos gigantes. No contentos con la ración de Godzilla y Gamera que poblaba los cines, en los años sesentas el kaiju eiga y el tokusatsu terminarían siendo comercializados como cajitas felices para la televisión: sea en forma de animé, o con series como toda la saga Ultra de Eiji Tsuburaya. Precisamente entre toda esa tonelada de productos la Toei intentaría hacerse un lugar. Adaptando el manga de Mitsuteru Yokoyama – el mismo que creara a otro clásico de la historieta como fue Tetsujin 28-go o Gigantor, otra de robots gigantes – que apareciera a mediados de los sesentas, la Toei se despachó con una breve pero intensa serie llamada Jaianto Robo, la que se emitiría entre 1967 y 1968. La tira sería comprada por la American International Television (una rama de la AIP), levemente editada y proyectada en toda América como Robot Gigante o Johnny Sokko y su Robot Volador. Otra de esas series que uno veía de chico, cuando tomaba la leche después de la escuela …

Johnny Sokko y su Robot Gigante: Viaje al Espacio es un invento de la American International, quienes armaron un collage con cuatro capítulos de la serie original y lo reeditaron para que se asemeje a un telefilm. “Asemeje” es una afirmación bastante generosa. Mientras que los tres primeros episodios son bastante lineales y coherentes, el último está pegado con saliva, pero resultaba inevitable ya que tiene el grand finale de la tira. Con tal de ver el clímax, uno termina perdonando cualquier cosa.

Si uno analiza al detalle el filme (y lo que fue la serie), no hay ni una cualidad técnica que resulte medianamente respetable. Si en los filmes de Godzilla veíamos a tipos en traje de goma rompiendo maquetas – y nos parecía poco creíble -, al menos la calidad de esos efectos especiales eran el equivalente de una super producción George Lucas comparado con lo que es Robot Gigante. Aquí ni se han molestado en hacer maquetas: los edificios son cajas de zapatos pintadas y dibujadas por un niño. Y lo mismo pasa con los planos matte – cuando ponen un dibujo o un efecto especial encima de un filme y hacen una composición; caso típico, una ciudad inexistente que aparece sobre una colina -, en donde uno ve bosques hechos con bolas de algodón ardiendo en llamas evidentemente desproporcionadas y contrapuestas a un montón de tipos corriendo para escapar del supuesto incendio. Es obvio que a nadie del departamento de FX le importó un cacso la continuidad o la coherencia, o siquiera si el efecto se ve decente. En un momento el robot gigante va a agarrar un Chevrolet Corvair (real) en donde está secuestrado Johnny Sokko, pero cuando lo tiene en su mano la miniatura resulta ser la de un Ford Thunderbird. Así como ese detalle hay dos toneladas más, como el hecho de que los tanques del ejército son juguetes comerciales a control remoto (que se dan vuelta con las piedras), o que la nave del emperador Guillotine es una paleta de paddle pintada con ventanitas.

Es obvio que el presupuesto de producción no era mayor que el de una taza de café, y por allí pasa uno de los encantos de la película. Increíblemente, la edición americana del filme – con narrador ostentoso en off – le da un sabor aún mas kitsch que lo deja en la misma onda de las películas serie B de los años 50. Y a esto se suma el hecho de que la serie era muy comprimida de tiempo (capítulos de media hora y autoconclusivos), con lo cual la historia y la edición van a las apuradas … lo que termina resultando en un producto realmente ágil y entretenido. Tiene el ritmo propio de un serial de la Republic de los años cuarenta – no hay desarrollo dramático; simplemente son buenos contra malos arruinándose mutuamente los planes todo el tiempo y siempre nuestro héroe al borde de la muerte -, así que resulta imposible aburrirse.

Pero una de las cosas más sorprendentes de Johnny Sokko y su Robot Gigante: Viaje al Espacio es su inusual grado de violencia para tratarse de una serie infantil. La gente muere como moscas, e incluso Johnny porta un revólver y dispara varias veces … lo que no sería nada raro si no fuera porque hablamos de un niño de menos de diez años de edad. Tampoco hay demasiadas explicaciones sobre dónde están los padres de Johnny – una vez que en UNICORN saben que sólo el chico puede manejar el robot, lo reclutan sin miramientos y Johnny se la pasa en la base de la organización; ni siquiera se molestan en explicar qué hacía un niño viajando solo en un transatlántico en el capítulo inicial -. Pero quizás allí resida el otro gran encanto de la película, y es que un niño común termina viviendo una vida de fantasía, llena de aventuras, salvando al mundo, y siendo tratado de igual a igual por los adultos. Además Sokko no es un personaje pasivo; se esconde en los coches de los villanos para descubrir su base; toma decisiones; camufla su propia muerte para engañar a los enemigos… hasta recibe un disparo (!!). O era una serie muy avanzada para la época, o bien a ninguno de los libretistas le importaba un comino si el personaje tenía 9 o 50 años.

Los monstruos son extraordinariamente bizarros; van desde bolas de bowling vivientes a potus gigantes, ojos voladores (wtf!) y mantarrayas enormes con piernas enfundadas en botas. Al menos el robot gigante del título se ve más decente, aunque nadie explica por qué parece una esfinge. Ninguno de los monstruos mueve los ojos (ni siquiera el ojo gigante!!), se desplazan torpemente y duran dos minutos en pantalla ya que el enorme androide egipcio los despacha sin el menor esfuerzo. Y al final el mismo emperador Guillotine – que parece un cabezudo de carnaval – se hace gigante y decide enfrentarse al robot, ya que el resto de sus secuaces son unos incompetentes de primer orden. ¿Olvidé mencionar que el ejército del villano se viste con uniformes nazis y usan boinas guerrilleras al estilo del Che Guevara?

Johnny Sokko y su Robot Gigante: Viaje al Espacio es tan extremadamente bizarra que termina resultando imperdible. Entre la producción hecha con dos mangos y el viaje lisérgico que se estaban pegando los creativos de la serie cuando escribían los capítulos y diseñaban los trajes, es histéricamente delirante. Y desde ya es una favorita de este columnista.