Crítica: Elegidos Para la Gloria (The Right Stuff) (1983)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorUSA, 1983: Sam Shepard (Chuck Yeager), Dennis Quaid (Gordon Cooper), Ed Harris (John Glenn), Scott Glenn (Alan Shepard), Fred Ward (Gus Grissom), Lance Henriksen (Wally Schirra), Charles Frank (Scott Carpenter), Scott Paulin (Deke Slayton), Pamela Reed (Trudy Cooper), Barbara Hershey (Glennis Yeager), Veronica Cartwright (Betty Grissom), Mary Jo Deschanel (Annie Glenn), Donald Moffat (Lyndon Baines Johnson)

Director: Philip Kaufman, Guión: Philip Kaufman, basado en el libro de Tom Wolfe

Trama: Esta es la historia de los pioneros de los viajes espaciales norteamericanos, narrada desde sus principios – cuando eran arriesgados pilotos de pruebas que jugaban sus vidas para romper records mundiales de aviación – hasta la implementación inicial de la NASA y el lanzamiento de las primeras cápsulas orbitales.

Elegidos Para la Gloria (The Right Stuff) Debo admitir que The Right Stuff es una de mis películas favoritas. Sin dudas los hechos que cuenta son importantes, pero películas similares han trastabillado y sucumbido bajo el peso de sus propias pretensiones. En cambio, aquí todo tiene un tono informal y épico, pintoresco y apasionante, y el conjunto en sí lo convierte en un espectáculo completo que nunca aburre y que tiene siempre algo interesante para narrar.

Esta es la historia del programa Mercury, el primer proyecto espacial norteamericano. Si uno analiza en detalle verá que los objetivos de Mercury tienen que ver más con la satisfacción del ego nacional y la exhibición del poderío del complejo científico militar estadounidense, que con una finalidad humanista y altruista como puede ser la exploración del cosmos o la experimentación de nuevas tecnologías. Acá tenemos a dos idiotas poderosos y enfrentados entre sí en una especie de competencia de quién tiene el miembro más grande. Cuando los rusos rompen un récord, van los americanos a batirlo a la semana siguiente; cuando los soviéticos ponen un hombre en órbita, los yanquis ponen otro a hacer 3 órbitas, y así sucesivamente. En el medio están los políticos sanguijuela de turno, decididos a prenderse en la foto con los héroes de la jornada y dando inflamados discursos de que la nación es muy superior – humana y tecnológicamente – a su salvaje enemigo declarado.

Mientras que científicos y políticos están expuestos como una caricatura – la de ser una parva de pobres individuos obsesionados con su cuotita de poder y exposición ante los medios -, los verdaderos cojones pasan por la troupe de pilotos que se ve obligada a apoyar sus traseros en unos aparatitos semi-improvisados de dudosa estabilidad. Aquí es cuando la historia se parte en dos: el rompimiento de los primeros récords de aviación, y el nacimiento del programa espacial propiamente dicho. En el primer escenario se luce de manera impecable Sam Shepard como Chuck Yeager, un tipo tan talentoso como temerario que se encuentra obsesionado con que su nombre siempre figure primero en la lista de récords alcanzados. La presencia de Shepard es simplemente magnética, desbordando carisma y misterio por donde se lo mire. Cada escena en donde participa Shepard ha sido cuidada al detalle para dejar en claro que él es el verdadero héroe de la historia: cabalgando por el desierto hacia la pista en donde lo espera el inestable avión cohete, mezclando la mística de lo tradicional (el lejano oeste) con el mundo del futuro que se encuentra asomando en el horizonte de manera inevitable. O los encuentros apasionados con su esposa, que parecen inspirados en las intensas refriegas verbales que solían pulular en los filmes de Humphrey Bogart y Lauren Bacall. O esa filosofía interna, plagada de códigos propios y misterios, que lo impulsan a coquetear con el peligro en medidas cada vez mayores con tal de satisfacer su ego. Existe una especie de duelo metafísico entre el hombre y el demonio que habita en el aire… el cual necesita ser doblegado por alguien con características sobresalientes (de allí viene el título del filme: “el material correcto”, o la pasta que sólo los héroes poseen para realizar proezas inhumanas).

Y mientras que la trama sobre Chuck Yeager es apasionante, el resto es una especie de catálogo variopinto y colorido de lo que ocurrió con el programa espacial. Como hay muchos personajes el libreto debe restringirse a mostrar un poco de cada uno – desde los temores de las esposas hasta la creación de las primeras pruebas de entrenamiento de astronautas, los fallidos primeros lanzamientos, y las tensiones existentes dentro del grupo -. Hay momentos en que The Right Stuff funciona estrictamente en el plano de la comedia – como la dispar dupla de reclutadores de pilotos, compuesta por Jeff Goldblum y Harry Shearer; o los incidentes con la esposa tartamuda de Ed Harris (Mary Jo Deschanel, esposa del célebre director de fotografía Caleb y madre de las actrices Zooey y Emily) -, y otros en donde bordea el lirismo de lo metafísico, como cuando el vuelo de John Glenn pasa por Australia y las brasas de las fogatas de los nativos parecen convertirse en espíritus con forma de luciérnagas que cubren como un manto la cápsula espacial.

The Right Stuff es un compendio de escenas brillantes y emocionantes. Pasa porque los personajes son queribles, y porque sus emociones se ven sinceras. Pasa porque el sentido de su sacrificio trasciende las limitaciones de la pantalla e inundan la platea. Pasa porque muchas de sus secuencias tienen un lirismo sublime, transmitiéndonos la emoción que se genera cuando el hombre vence sus propias limitaciones y se asoma al cosmos, descubriendo lo abismal y fascinante que resulta ser el universo que nos rodea, y hallándose a si mismo como una partícula minúscula, inquieta y viviente que desea encontrar en el exterior respuestas sobre la naturaleza de su propia existencia.