Crítica: Ricardo III (1995)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorGB, 1995: Ian McKellen (Richard de Gloucester), Annette Bening (reina Elizabeth), Jim Broadbent (Henry de Buckingham), Robert Downey, Jr. (Lord Rivers), Kristin Scott Thomas (Lady Anne Neville), Maggie Smith (duquesa de York), John Wood (rey Edward IV)

Director: Richard Loncraine, Guión: Richard Loncraine & Ian McKellen, adaptando el texto homónimo de William Shakespeare

Trama: Inglaterra, década del 30, en una realidad alternativa. Luego de una feroz guerra civil, los duques de York consiguen triunfar y se hacen con el control del reino. Edward se alza con la corona mientras que sus hermanos George y Richard permanecen a su lado, custodiando la seguridad del trono. Pero el tullido Richard es el demonio en persona, y no cesa de conspirar para apoderarse del título de rey. De ese modo hace ejecutar a George y logra enfermar a Edward, generando un caos en la línea sucesoria real que termina por llenar con su persona y con el título de lord protector. Erigido en un dictador, ordena masacrar a todos los posibles herederos de la antigua linea real… pero sus peticiones han ido muy lejos y han terminado por hastiar hasta a sus laderos más sangrientos y fieles; y todo el odio generador por su accionar ha culminado en la alianza incorruptible de todos sus enemigos, quienes vienen desde Francia liderando una armada gigantesca para acabar con el reinado de terror del homicida. ¿Se hará justicia y será éste el fin del sangriento déspota?

Ricardo III (1995) Cuando uno está con el humor adecuado, William Shakespere puede ser una gozada. Sus líneas son de una belleza infinita, y lo que se requiere son actores de porte que las puedan espetar con naturalidad. Ciertamente Shakespeare no entraría dentro del radio de acción de este portal, si no fuera por la excepcional versión que hizo Richard Loncraine en 1995, y que traslada a la intriga del bardo a un escenario moderno e imaginario – una Inglaterra fascista ubicada en 1930 -, con lo cual podríamos considerarla como una especie de simulacro de historia alternativa. Imaginen algo tipo V de Venganza, sólo que con versos yámbicos.

Ricardo III es, como la mayoría de las obras de Shakespeare, una intriga palaciega. Alguien tiene el poder, y hay otro que quiere quitárselo, y allí es cuando empiezan los líos. Los villanos shakespearanos suelen ser deliciosos, básicamente por son amorales con ínfulas de grandeza; ellos se relamen en lo retorcido de su accionar, y terminan siendo narcisistas que perecen por el descuido que le otorga su exceso de confianza. En el caso de Richard III, el hombre no sólo es malo sino que también es feo – es un jorobado deforme, lo cual sirve para explicar por qué odia al resto del mundo -, y el tipo no tiene empacho en cargarse a sus dos hermanos con tal de llegar al trono. Pero la lista de atrocidades no termina allí, ya que se casa con la viuda de su antiguo enemigo, liquida a sus sobrinos, extermina a sus laderos, y al final queda más solo que Khadafi en el día del amigo. Sí, el poder absoluto genera soledad y desasosiego, y las pesadillas persiguen a Richard … pero su naturaleza es más fuerte que su conciencia torturada.

El escenario fascista calza a la perfección con los textos de Shakespeare. No es otra almidonada puesta en escena de una obra del bardo, sino que es un filme ágil y plagado de referencias modernas. La escalada de Richard se traduce visualmente en el incremento de iconografía seudo nazi, culminando con Ian McKellen en uniforme negro y rojo, y utilizando una cabeza de jabalí en vez de una esvástica como estandarte. Y todo ello enriquece a la obra, ya que le da una nueva y deliciosa lectura alternativa. Lo que hace Richard con Lord Buckingham no difiere demasiado de cómo Hitler se deshizo de Ernst Rohm – otro sangriento ladero que le allanó la llegada al poder y que luego fue descartado de la manera más cruel posible -.

Por supuesto, la película es un tour de force de McKellen. Asume el personaje con una naturalidad pasmosa y, lo que es mejor, destila carisma por todos sus poros. En vez de ser un personaje desagradable, el Richard de Gloucester de McKellen es un demonio aterrador pero simpático, especialmente con sus intervenciones directas hacia la cámara – en donde se despacha con toda una sarta de exquisitas acotaciones -. El hombre disfruta con el papel, y nosotros con él. El resto del cast es igual de solvente, aunque Robert Downey Jr. se ve demasiado entusiasta con su rol, y un jovencísimo Dominic West se alterna entre inseguro e inmaduro como para dar con el porte que precisa su papel de justiciero vengador.

Richard III de Richard Loncraine es un filme brillante. Es divertido, intenso, ágil, entretenido. Es una muestra perfecta de cómo utilizar todos los recursos del cine para amplificar las virtudes de una obra, convirtiendo a un clásico en un espectáculo popular.