Crítica: Reptilicus (1961)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Dinamarca, 1961: Carl Ottosen (General Mark Grayson), Asbjørn Andersen (Profesor Otto Martens), Bodil Miller (Connie Miller), Bent Mejding (Sven), Poul Wildaker (Dr Peter Dalby), Mimi Heinrich (Karen Martens), Ann Smyrner (Lise Martens)

Director: Sidney Pink, Guión: Sidney Pink & Ib Melchior

Trama: Durante una excavación minera en Laponia, se descubren los restos orgánicos de lo que podría ser un reptil prehistórico conservado en excelente estado. Se logra obtener un gran fragmento de su cola, el cual es enviado al Acuario de Copenhague para su estudio por parte del profesor Otto Martens. Pero el accidental descongelamiento de los restos permite el regeneramiento de los tejidos destruídos, ante el asombro de los científicos. Y a pesar de los cuidados en monitorear el constante crecimiento de la criatura – a la cual denominan Reptilicus -, durante una noche de tormenta su metabolismo se acelera y crece a proporciones gigantescas. Ahora el enorme monstruo se ha escapado del laboratorio y comienza a sembrar un sendero de destrucción en Dinamarca; y todo intento de destruir a Reptilicus puede terminar en desastre, ya que de sus fragmentos puede regenerarse un ejército de criaturas similares.

Reptilicus Esta es una rarísima y tardía entrada en el género de los monstruos atómicos, que para principios de los sesenta estaba desapareciendo – y con la excepción de Japón y Corea, nadie más estaría produciendo filmes similares en otra parte del mundo -. La curiosidad pasa por la mano de Sidney Pink, un típico director exploitation que tuviera su década de popularidad entre 1960 y 1970, y como productor tiene algunos títulos en su prontuario como de The Angry Red Planet, y Journey to the Seventh Planet. Pink hacía tiempo que se había enamorado de Dinamarca y vivía en ese país, y no tuvo mejor idea que presentarle un proyecto sobre monstruos atómicos a la gente de la AIP, pero enteramente rodado con talentos y técnicos locales, y todo por dos pesos. Con lo cual Reptilicus se convierte en el primer y único filme danés de monstruos gigantes de toda la historia.

Pero salvando el hecho de los paisajes locales y el elenco danés hablando en inglés, no hay nada de nuevo ni original en Reptilicus. Es pura rutina. El amor de Pink por Dinamarca es palpable, especialmente cuando inserta un paseo del general americano Grayson (el actor danés Carl Ottosen) por los lugares más turísticos de Copenhague, incluyendo el parque Tivoli que momentos más tarde destruirá la criatura. Es una secuencia completamente descolgada de la historia. Las actuaciones son pasables, los escenarios bonitos, el ritmo está bastante bien. El problema es cuando llega la hora de los FX, que son terriblemente incompetentes. Aquí los efectos especiales quedan en manos de artesanos daneses, y la inexperiencia en este tipo de facturas se nota. Las maquetas lucen terriblemente falsas, con casas de cartón con las ventanas dibujadas; la iluminación es totalmente diferente a las escenas en vivo; y la criatura es un títere absolutamente tosco. Y tal como en Behemoth the Sea Monster (1959), el bicho escupe ácido – sólo que esas secuencias así como cuando devora a varias personas están realizadas con dibujos animados (!) -.

Pero con la excepción de los terribles FX, el resto no está tan mal, si bien no es nada original. Como el general americano de turno, Carl Ottosen luce realmente sacado la mayor parte del tiempo. El ayudante de laboratorio Petersen, incluído como comic relief, al menos tiene gracia. Las chicas son bonitas y los paisajes están bien filmados. Lástima que el presupuesto era muy corto para filmar unos efectos especiales decentes.

Reptilicus es una rutinaria pero potable entrada en el género de los monstruos atómicos. Hay alguna que otra premisa absurda – como la posibilidad que toda una criatura se regenere a partir de su cola -, y aún aceptándola el guión (coescrito entre Pink e Ib Melchior, el mismo de Carrera de la Muerte Año 2000) no hace nada para jugar con sus posibilidades. Simplemente es una colorida aventura de matineé sin ningún tipo de pretensiones.