Crítica: El Reinado de Fuego (Reign of Fire) (2002)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA / Irlanda, 2002: Christian Bale (Quinn), Matthew McConaughey (Van Zan), Izabella Scorupco (Alexandra Jensen), Gerard Butler (Creedy), Scott Moutter (Jared), Alexander Siddig (Ajay), Ben Thornton (joven Quinn), Alice Krige (madre de Quinn)

Director: Rob Bowman, Guión: Gregg Chabot, Matt Greenberg & Kevin Peterka sobre una historia de Chabot y Peterka, Musica – Edward Shearmur

Trama: En el año 2008 el adolescente Quinn visita a su madre, quien trabaja en la sección de ingeniería en la construcción de un nuevo subterráneo en Londres. En mitad de la excavación los obreros dan con el paradero de una enorme cueva, y Quinn se aventura en ella, descubriendo un nido de dragones. Las criaturas escapan del túnel, matando a todos los trabajadores, incluyendo la madre de Quinn, y siendo el muchacho el único sobreviviente. Ahora han pasado 12 años, los dragones dominan la Tierra, y todos los esfuerzos de la humanidad por exterminarlos han sido en vano. Las criaturas arrasan todo y devoran las cenizas de lo incinerado. Quinn ahora es un joven adulto que lidera una de las últimas comunidades humanas, y se refugian en un monasterio abandonado. Pero un día llega a la comunidad un pequeño destacamento armado americano, liderado por el desquiciado Van Zan, quien pretende ir a Londres – el epicentro de la raza de los dragones – y destruir al único macho de la especie con sus escasas fuerzas (un helicóptero, un tanque y algunos jeeps armados). Cuando el macho de la especie diezma las fuerzas de Van Zan y destruye gran parte del monasterio, Quinn comprende que lo último que le queda en la vida es jugarse a la misión suicida que le propone el americano antes que perecer lentamente por el dominio avasallador de las criaturas.

El Reinado de Fuego Este es un modesto y efectivo filme que viene de la mano de Rob Bowman, un director de larga trayectoria televisiva y que es mejor conocido como el artesano detrás de cámaras de la versión para la pantalla grande de Los Expedientes Secretos X: Combate al Futuro (1998). La mejor escuela que hizo Bowman fue todo lo que mamó de Chris Carter en su paso por varios episodios de X Files, y al menos es un director competente.

Pero si bien Bowman es un artesano correcto, el guión de Reign of Fire no lo es tanto, y resulta algo desparejo. En general las películas con dragones han sido bastante desastrosas en la pantalla grande, variando de lo mortalmente aburrido a lo inintencionalmente cómico: Desde Corazón de Dragón hasta Calabozos y Dragones, contando con la reciente Eragon, parece que nadie es capaz de escribir un guión decente con semejantes creaturas fantásticas. Sus participaciones secundarias en otros filmes como los de Harry Potter no cuentan para esta reseña.

Quizás algo de esto tenga que ver con el concepto en sí; nadie puede concebir un mundo coherente en donde existan los dragones, sin que estos puedan arrasar a las restantes especies que viven en el mismo. En ese sentido, el libreto de Reign of Fire toma un paso decididamente lógico: son creaturas descomunales y demasiado poderosas que pueden transformarse en la raza dominante sobre la Tierra. Pero si bien este concepto está bien, el problema reside en los medios: el joven Quinn descubre un nido de dragones, hibernando desde hace miles de años, y de pronto se lanzan a una oleada de destrucción masiva, además de empezar a reproducirse como conejos. No sólo esto; cuando la película se aproxima a su final, ya tienen problemas para obtener su alimento y comienzan a volverse caníbales. Esto es un absurdo ya que una creatura que ha sobrevivido milenios sin alimento y en hibernación empieza a morirse de hambre en unos pocos años. Del mismo modo, la teoría de Van Zan – que se reproducen como los peces, con un sólo macho y múltiples hembras – resulta ridícula. Es sólo un artilugio del libreto como para crear un escenario favorable para que ganen las minorías.

Pero aún con todos los agujeros de lógica del guión, el film se mantiene decentemente en pie, gracias a la construcción dramática central. Los dragones son despojados de todo misticismo, y se procede a realizar una desconstrucción de la leyenda: sus glándulas emiten químicos que combinandos se transforman en napalm instantáneo; carbonizan a sus victimas para poder devorarlas; y poseen una visión espectacular que sólo fallla en el amanecer o en el crepúsculo. Los humanos sobreviven como pueden, acumulan agua a raudales, obtienen magras cosechas, y la tecnología que hay es la remanente de la era previa a la destrucción masiva. Es un mundo post apocalíptico similar a Mad Max, con la diferencia que los dragones dominan al planeta, la tecnología militar ha fracasado, y los humanos se dedican a demorar la lenta agonía de la civilización.

Las escenas en la comunidad de Quinn son lo mejor del filme; es un mundo poblado de niños y jóvenes adultos – no hay ancianos, lo que indica su baja probabilidad de supervivencia -; los adultos entretienen a los chicos con teatro amateur – representando historias como la de La Guerra de las Galaxias, y dando a entender que pasarán a formar parte de un nuevo folklore -, y hay nuevos credos basados en la supervivencia. Es interesante notar que los líderes de la comunidad no superan los 25 años, y los escasos mayores remanentes son los que cometen las peores impericias (y terminan por ser exterminados por las creaturas, como la escena del renegado que quiere huir con su familia). Incluso con la llegada de Van Zan – una excelente interpretación de un actor tan blando como Matthew McConaughey, que ilumina la pantalla con rastros de demencia y desborde emocional – la tensión comienza un buen crescendo, especialmente porque sirve para la confrontación de los dos puntos de vista opuestos: la supervivencia versus la toma de acciones. Pero el filme comienza a aflojar un poco sobre su segunda mitad, en especial con la cacería de dragones de Van Zan (donde sus entrenadas fuerzas militares se ven un tanto inexpertas), y con el asalto de las fuerzas remanentes a Londres. El final carece de nervio, tiene agujeros de lógica – el arribo del helicóptero, por ejemplo, no es avistado por ninguno de los miles de dragones que moran en la ciudad -, y le falta espectacularidad, ya que posiblemente por una cuestión presupuestaria todo es resuelto en un par de callejones en vez de dar lugar a una persecución interesante.

Es un film recomendable a pesar de ciertos agujeros del libreto, y en especial gracias al buen desempeño actoral y a algunas ideas interesantes que tira al ruedo. Lo cual es una lástima, ya que un pulimiento de ideas podría haberlo dejado en algo memorable.