Crítica: Proyecto Brainstorm (1983)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1983: Christopher Walken (Michael Brace), Natalie Wood (Karen Brace), Louise Fletcher (Lillian Reynolds), Cliff Robertson (Alex Terson), Joe Dorsey (Hal Abramson)

Director: Douglas Trumbull, Guión: Philip Messina & Robert Stitzel

Trama: Michael Brace y Lillian Reynolds son dos científicos que se encuentran desarrollando un dispositivo para captar ondas cerebrales. El aparato sirve para que un emisor pueda transmitir la totalidad de las sensaciones de su cerebro a otra persona, así como para grabar recuerdos, e incluso para el aprendizaje acelerado. El dispositivo resulta ser un éxito, pero el jefe de la corporación que lo desarrolla ha decidido llamar a los militares, quienes comienzan a experimentar con una versión paralela. Esta situación provoca graves conflictos internos en el grupo de científicos, y las presiones llevan a que Lillian Reynolds sufra un mortal ataque cardíaco. Pero antes de morir Lillian ha utilizado el aparato; y ahora Michael Brace se encuentra obsesionado con revisar dicha grabación, la que contiene las experiencias cerebrales de la doctora después de su muerte.

Proyecto Brainstorm Proyecto Brainstorm es un típico ejemplo de película maldita. Proyectos que desde el principio o durante su desarrollo han sufrido de mala suerte y de golpes mortales asestados por el destino, que han terminado condenando al film y le han impedido obtener su verdadero brillo. Aquí en particular fue la desgraciada (y dudosa) muerte de la estrella Natalie Wood, acaecida durante 1981, cuando el rodaje principal aún no estaba terminado. En una noche de fiesta y ebriedad, Wood, su marido Robert Wagner, y Christopher Walken (co estrella de Brainstorm) discutieron a bordo del yate del matrimonio, y la actriz aparecería ahogada a la mañana siguiente. Si bien las causas dictaminadas por el forense determinaron que Wood estaba demasiado intoxicada de alcohol como para reaccionar ante su caída del yate, vecinos del lugar sintieron gritos inidentificados de pedido de ayuda durante la madrugada. Este dato tejió un manto de duda sobre Walken y Wagner, quienes no estaban en condiciones lúcidas para socorrer a Wood y posiblemente se encontraban inconscientes por su embriaguez. El incidente oscurecería la carrera de ambos astros, quienes tardarían años en poder repuntar su mala fama.

Y una vez que Natalie Wood falleció, Proyecto Brainstorm quedó a su suerte. El estudio intentó cajonearla pero Douglas Trumbull iniciaría una larga y amarga batalla legal para poder terminar el proyecto, culminando con un enorme préstamo bancario personal, la reedición de toda la historia, el uso de dobles de la actriz y alterando el último acto. Aún cuando Trumbull logró cerrar la película y estrenarla, fue una victoria pírrica. Brainstorm tuvo una tibia recepción de taquilla, no recuperó sus costos, y Trumbull decidió alejarse completamente del cine, dedicándose a proyectos técnicos personales (hoy en día es un ejecutivo de la IMAX). Trumbull es el gran maestro de los efectos especiales detrás de 2001, Odisea del Espacio, Encuentros Cercanos del Tercer Tipo y Naves Misteriosas (su anterior antecedente en la dirección).

Pero por tres cuartas del filme, Proyecto Brainstorm es un cabal ejemplo de buena ciencia ficción, tomando una premisa y explorándola en sus infinitas y fascinantes posibilidades. Desde la transmisión de los sentidos a otra persona, hasta el registro de los recuerdos y el adoctrinamiento acelerado. No es específicamente un filme sobre realidad virtual – como se lo suele catalogar, lo que implicaría la creación de mundos artificiales – sino sobre experiencias superiores y más complejas que la simple telepatía. Las secuencias intermedias son brillantes y demuestran el poder del aparato; por ejemplo, las cintas militares que testea Christopher Walken sobre ataques sicóticos, el registro del ataque cardíaco de Lillian Reynolds (que termina por matar al receptor de la cinta), el envío de ordenes por pensamiento de parte de un piloto militar a los mandos de un caza, o su uso con fines pornográficos. En este último punto, es notable la escena en que Joe Dorsey edita el registro de las experiencias sexuales de uno de los científicos (restringiéndola solo a la secuencia del orgasmo) y pasa una noche entera reviviendo el clímax una y otra vez, hasta terminar completamente desquiciado y con una crisis cardíaca.

Quizás un problema menor de todo ese paneo de situaciones tenga que ver con la falta de foco en alguno de ellos en particular. Si bien cuando los militares ingresan al proyecto uno adivina que van a ser los villanos de la historia (un cliché gastado), no es sino hasta mitad del filme que la trama se centra en la obsesión de Michael por revivir la experiencia de muerte de Lillian Reynolds, que de hecho tiene poca relación con los oscuros usos posibles del gobierno. Y cuando Michael y Karen deciden montar una mascarada para recuperar dicha cinta, resulta algo descolgado con la fluidez que la narración venía desarrollando. Aquí es donde entra a jugar el trágico destino de Natalie Wood, en donde el desenlace resulta abrupto y editado a las corridas. Por otra parte es como si Trumbull hubiera caído en el síndrome 2001, que es cuando los directores de ciencia ficción intentan realizar algún tipo de viaje metafísico como clímax. Es el mismo problema que afecta a Sunshine: Alerta Solar y La Fuente de la Vida; mientras que en el clásico de Stanley Kubrick era algo natural, en el resto de los filmes se ve forzado y las intenciones de deslumbrar (y producir una experiencia trascendental) terminan por obtener tibios resultados. Aquí el climax es arruinado por la mala edición, que hace que los llamados de Natalie Wood sean intrusivos y arruinen el descubrimiento de lo que ha visto Lillian Reynolds después de su muerte.

Las performances son muy buenas, aunque en realidad es Louise Fletcher la que se roba el show con su científica iracunda y pasada de rosca. Los FX son notables, y el desarrollo en general de toda la historia es muy bueno. Lástima que el accidente haya afectado la efectividad del último acto – uno no puede encontrar en Internet si éste era el clímax originalmente escrito -, que precisaba una pulida. Pero por lo demás, Proyecto Brainstorm es una película notable e inteligente, que explora una premisa fascinante en todas sus posibilidades.