Crítica: La Princesa Prometida (1987)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1987: Cary Elwes (Westley), Robin Wright (Buttercup), Mandy Patinkin (Iñigo Montoya), Chris Sarandon (Principe Humperdinck), Christopher Guest (Conde Rugen), Andre el gigante (Fezzik), Wallace Shawn (Vizzini), Billy Crystal (Max el milagroso)

Director: Rob Reiner, Guión: William Goldman, basado en su propia novela

Trama: Este es un cuento acerca de una pareja de jovenes enamorados que viven en un reino fantástico. Un día el muchacho se va a buscar fortuna y desaparece, y el rumor es que su barco ha sido capturado por piratas. Pasado el tiempo, la chica se compromete con el principe del reino y el casamiento es inminente. Pero ahora el enamorado ha reaparecido, convertido en un aventurero lleno de riquezas, y planea recuperar a su amada. Pero el principe comienza a elaborar intrincadas intrigas para eliminarlo y concretar la boda… la cual es una excusa para desatar una guerra con un reino vecino y rival, ya que planea matar a su prometida e inculpar a sus enemigos por el asesinato. Ahora el muchacho deberá salvar a su amada de las garras del despiadado principe, antes de que éste pueda concretar sus siniestros planes.

Hola!. Mi nombre es Iñigo Montoya. Tu mLa Princesa Prometidaataste a mi padre. Prepárate para morir!

Los yanquis tienen gustos y costumbres que nosotros no tenemos. Como endiosar a La Princesa Prometida, una inteligente comedia de 1987 dirigida por Rob Reiner y basada en un libro original de William Goldman, un tipo que ha parido libretos tales como Butch Cassidy & Sundance Kid y Todos los Hombres del Presidente. Hay gente que tiene a este filme como película de cabecera, y la ven una y otra vez siempre que pueden.

Posiblemente la fama del filme venga porque, a finales de los 80, la fantasía (en un sentido clásico) no había encontrado aún un representante digno en el cine, y La Princesa Prometida sea lo más parecido a un producto redondo del género. Y eso que hablamos de una película que arranca con un abuelo leyendo el cuento de marras a su nieto que está enfermo, y metiendo acotaciones contemporáneas en el relato siempre que puede. Pero incluso, a mitad de camino, las ingerencias de los protagonistas modernos quedan de lado, y la historia se convierte en una fantasía más en un sentido clásico, plagado de princesas, villanos y héroes . Eso no quita que la trama siga plagada de situaciones cómicas y auto paródicas, pero Reiner y Goldman establecen un delicado equilibrio que jamás termina por quebrarse. El guión no despelleja al género de fantasía sino que se ríe con él y, a su vez, establece un valiosísimo vinculo emocional con la platea, algo que muy pocos relatos pueden lograr. Uno no deja de emocionarse cuando el despistado espadachin español que compone Mandy Patinkin se bate a duelo con el villano que asesinó a su padre, y logra imponer el demorado balance de la justicia.

Sin dudas hay situaciones muy cómicas, como el climax en donde a uno de los protagonistas lo reviven “por partes” (textualmente), o los duelos que debe hacer el héroe para recuperar a su amada del trío de ineptos criminales que la han secuestrado. Este es un filme que siempre se ve con una sonrisa y deja a uno con un enorme grado de satisfacción, aún con su incompetente y abrupto final.

Mis mayores sorpresas pasan por el cast. Está Robin Wright, siglos antes de casarse / divorciarse de Sean Penn y trabajar exclusivamente en dramas; el héroe es Cary Elwes, cuando su carrera aún prometía y no se embarcaba en comedias mediocres. El ya mencionado Mandy Patinkin, que tiene el papel más simpático de toda su carrera, y cameos de Billy Crystal y Carol Kane, que componen la escena mas cómica del filme.

No sé si La Princesa Prometida es el clásico que todos dicen, pero es un entretenimiento sólido por donde se lo mire. Deje pasar los cinco minutos iniciales, y verá como se engancha con la historia. El tono desenfadado del filme es un enorme punto a su favor y sirve para elaborar una aventura de fantasía completamente desacartonada, que resulta graciosa y emocionante al mismo tiempo.