Crítica: Pixels (2015)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2015: Adam Sandler (Sam Brenner), Kevin James (Presidente Will Cooper), Michelle Monaghan (Coronel Violet Van Patten), Peter Dinklage (Eddie Plant), Josh Gad (Ludlow Lamonsoff), Matt Lintz (Matty Van Patten), Brian Cox (Almirante Jim Porter),

Director: Chris Columbus, Guión: Timothy Dowling & Tim Herlihy

Trama: Seres del espacio exterior han interceptado una sonda de la NASA, la cual contenía videos con escenas de la vida en la Tierra. Precisamente al ver la filmación de un concurso de videogames de 1982, los alienígenas han interpretado el mensaje como un acto de guerra y se preparan a invadir la Tierra, materializando lo visto en la película – como partidas de arcades antiguos del estilo de Pac-Man, Donkey Kong y Galaga, entre otros -, reviviéndolos a escala gigantesca, y utilizándolos para devastar la raza humana. El presidente de los Estados Unidos Will Cooper – antiguo gamer y que participara en la competición de 1982 – decide solicitar ayuda a sus amigos Sam Brenner y Ludlow Lamonsoff para combatir la amenaza, ya que – cuando eran chicos – eran imbatibles en los arcades y habían logrado descifrar el patrón que regía la programación de dichos videojuegos. Ahora Brenner y los suyos han formado un equipo y deberán salvar a la humanidad contra la versiones gigantes de los arcades, los cuales devastan ciudades enteras en cuestión de días… pero Brenner tiene una debilidad y es que no es muy bueno jugando al Donkey Kong, el cual parece ser el arma secreta (y final) de los invasores para terminar de arrasar la Tierra.

Pixels La idea de que una horda de antiquisimos arcades cobren vida, se vuelva gigantescos y comiencen a atacar la humanidad suena interesante. Más aún si los que deben enfrentarlos es un grupo de nerds entrados en los cuarentas, los cuales han vivido una vida plagada de fracasos y que descubren que su antiguo, particular y poco práctico talento – de ser habilidosos en las antiguas máquinas recreativas – les han convertido en los elegidos para salvar al mundo de una amenaza imparable. Es la rehabilitación de los raros y los solitarios, y su salto a la gran palestra con la chapa de héroes del universo. No deja de ser la misma rutina de Los Cazafantasmas (con algo de El Ultimo Guerrero Espacial), sólo que maquillada por la nostalgia provocada por los tiernos recuerdos de nuestra adolescencia, en donde gastábamos veladas enteras (y una tonelada de dinero) en enormes salones infestados de máquinas de videojuegos, los cuales eran lo máximo para su época.

Mientras que la idea suena genial, la ejecución de Pixels deja mucho que desear. A decir verdad, es dificil encastrar la idea de núcleo en un argumento que suene coherente y aquí definitivamente no lo logran. El director Chris Columbus lo compensa con bastante nostalgia y recreación de época, lástima que este producto está patrocinado por Adam Sandler – el rey del mal gusto – y sus intenciones son asesinadas de antemano. Lo que tenemos es Sandler haciendo de Sandler, burlándose de un montón de talentosos enrolados a cambio de un cheque generoso, y disparando como siempre una andanada de chistes adolescentes. Pero como Sandler estaba convencido de que podía sacar de esto alguna especie de franquicia familiar y reduitable – el tipo debe ampliar su kiosquito en una movida similar a la que hizo con Hotel Transilvania -, tuvo que amputar sus dardos mas zarpados y soeces, lo cual le saca efectividad en el terreno cómico. Pixels podría ser una fantasía almibarada al estilo de los filmes producidos por Spielberg en los 80’s o, bien, decantarse en una comedia cruda y zafada para adultos. Habiendo elegido el camino intermedio no termina siendo ni chicha ni limonada, y lo único que la sostiene son algunas escenas, un par de performances (como la de Michelle Monaghan y Peter Dinklage), y la originalidad de las escenas de acción, aún cuando la explicación lógica detrás del absurdo intento de invasión alienígena sea digno de provocarte un aneurisma.

En general, esto es algo así como la versión 8 bits de Los Cazafantasmas. Los tipos portan unos rayos de luz – que derriten a los monstruos formados con pixels de energía, y que adoptan la forma de antiguos arcades de los años 80 -, son héroes porque eran buenos en las recreativas hace 30 años, y las amenazas son cada vez mas devastadoras como para que las autoridades depongan sus armas y le deleguen a los nerds la responsabilidad de salvar al mundo. Mientras que el script hace agua por los cuatros costados, hay que admitir que hay algo en Pixels que termina por redimirlo: quizás sea porque uno pasó una adolescencia similar, ensimismado en los arcades, viéndolos como el top de la tecnología de entretenimiento de aquél entonces, y pensando que obtener un formidable puntaje era alguna especie de compensación para la patética vida que uno llevaba en aquel momento. Dificil la vida del nerd joven, el cual camufla (y hasta compensa un poco) las cosas cuando entra en la madurez. Quizás lo otro sea que, por más estúpido que parezca, perseguir a un Pacman gigante por las calles de Nueva York con cuatro Mini Coopers disfrazados de fantasmitas tiene su gracia. Lo que seriamente me pregunto es si semejante nerdeada nostálgica tendrá algún efecto (siquiera mínimo) de simpatía o enganche en generaciones mas frescas, las cuales mamaron la Xbox y los gráficos de 64 bits como algo natural (dicho sea de paso, el libreto le dedica un par de líneas bastante inteligentes a ese aspecto en una de las escenas).

Pixels es una linda idea arruinada por una ejecución mediocre. Precisaba mayor creatividad para intentar darle alguna lógica a por qué pasa lo que pasa, y precisaba un humor mas inocente en vez de Sandler y su troupe haciendo barrabasadas. Aún así, hay algunos gags que funcionan, pero es mas un collage de ideas sueltas que una cosa coherente, inspirada y prolija. No es ni por asomo el peor filme del mundo – hay algunos momentos logrados – pero, a la gente joven le resultará indiferente y a los veteranos que tienen un pasado parecido al de los protagonistas le resultará un concepto a medio cocinar. En todo caso la culpa es de Sandler, un artista enviciado con su ego y el cual salpica todo lo que toca.