Crítica: Los Picapiedras (The Flinstones) (1994)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1994: John Goodman (Pedro Picapiedra), Rick Moranis (Pablo Mármol), Elizabeth Perkins (Vilma), Rosie O’Donnell (Betty), Kyle MacLachlan (Cliff Vandercueva), Halle Berry (Sharon Stone)

Director: Brian Levant, Guión: Steven E. de Souza, Jim Jennewein & Tom S. Parker, basado en la serie de dibujos animados de Hanna – Barbera

Trama: Una versión alternativa de la Edad de Piedra. Pedro Picapiedra y Pablo Mármol son amigos inseparables, y ambos trabajan en la cantera de Piedradura a las órdenes del señor Rajuela. Pero ahora ha entrado un nuevo gerente, Cliff Vandercueva, el cual viene con intenciones de modernizar el negocio. Para ello, decide reclutar un vicepresidente ejecutivo entre los trabajadores de la cantera, razón por la cual les ha tomado un test a todos los operarios de la empresa. Como Pablo se encuentra profundamente agradecido por la ayuda que le ha brindado Pedro todos estos años – a final de cuentas, gracias a él pudieron adoptar a un niño al que le pusieron de nombre Bam Bam -, decide arreglar la prueba de éste, colocándole todas las respuestas acertadas y haciéndole ganador del test sin que éste se entere. Pedro asume y pronto queda extasiado por las riquezas que le ofrece el puesto; lo que no sospecha Picapiedra es que fue elegido ex profeso por Vandercueva para culparlo del cuantioso desfalco que está armando, pasando una enormidad de gastos falsos y los cuales salen rubricados con la firma de Pedro. Y cuando el último paso de la estafa involucre el despido masivo de los empleados de la cantera Rajuela, pronto los habitantes de Piedradura estará tras el rastro de Pedro para lincharlo. En su hora mas desesperada Pedro requerirá la ayuda de Pablo para probar su inocencia… aunque el “enano” esté ofendido con él por su desfachatez y prepotencia cuando era el todo poderoso gerente de Rajuela y Cia.

Los Picapiedras Yo soy uno de los tantos cuarentones / cincuentones que crecieron tomando la leche mientras veían Los Picapiedras. La tira tuvo su momento de oro entre 1960 y 1966, y fue el gran suceso animado de la televisión hasta la llegada de Los Simpsons (1987 – ). La gracia de Los Picapiedras residía en que sus historias eran trabajadas, estaban plagadas de referencias pop y sus personajes eran queribles, amén de satirizar los vericuetos de la vida moderna en las versiones “prehistóricas” creadas para la serie – sean autos, televisores, aviones, cadenas de comida rápida, etc -. La macana con la tira es que, después que se canceló, nadie supo cómo revivirla con éxito; desde ya siguieron una larga lista de bodrios a lo largo de casi 20 años – con versiones adolescentes de Bam Bam y Peebles, o versiones infantiles de los cuatro protagonistas – pero ni uno sólo de esos productos se acercó minimamente a la calidad de la serie original. Sin ser un estudioso del mundo de la animación, a uno le da la impresión que la fuerza creativa presente en la Hanna Barbera en los años 60 – que diera cosas brillantes como Jonny Quest, Mighty Thor, Birdman, El Fantasma del Espacio, y un larguísimo etcétera – decidió migrar de estudio sobre el final de la década o, bien, que hubo un cambio de política en los estamentos mas altos de la productora. Después de los 60 no ha existido ni una sola tira potable de la Hanna Barbera, y se han dedicado a arruinar clásicos sea produciendo versiones infantilizadas de los mismos (como la moderna Jonny Quest), o castrando la locura / irreverencia que los hacía legendarios (el caso mas notorio es el de Las Aventuras de Tom y Jerry). Es como que se volvieron hiperconservadores y hasta tal punto que solo han generado un plomo tras otro. Recién el estudio recuperaría su frescura tras ser absorbido por la Turner, deviniendo en Cartoon Network Studios y generando una camada de productos tan modernos como interesantes como Las Chicas Superpoderosas, Johnny Bravo o Ben 10 (entre tantos otros).

Esta versión live de Los Picapiedras viene de la mano de Amblin, la productora de Steven Spielberg. Considerando el contexto – tan sólo un año antes Jurassic Park había tomado por asalto al mundo con sus fantásticos CGI y había puesto de moda a los dinosaurios -, es de imaginar que Espielbergo olfateó dólares pensado que Los Picapiedras eran la opción natural de entrada (para el público infantil) al fantástico universo de los dinosaurios, cuyo merchandising se vendía por toneladas y le estaba desbordando los bolsillos de dólares (incluso el filme se da el lujo de despachar un par de chistes sobre el tema). Mientras que el razonamiento de Spielberg podría ser el adecuado, lo cierto es que el filme arranca con el pie izquierdo desde el momento que deciden contratar a Brian Levant, un tipo especializado en comedias insulsas (El Regalo Prometido, Beethoven), el cual se deshace en homenajes a la tira original pero es incapaz de inyectarle algo de personalidad al filme. El resultado final es tan insípido como salvajemente olvidable.

Los Picapiedras está plagada de problemas. Da la impresión de que es una anécdota chiquita – digna de la media hora que duraban los capitulos originales de la tira – sobreproducida y estirada. La recreación es formidable pero, por otro lado, desborda de plástico y pulcritud. El casting me resulta discutible, pero creo que tiene que ver más con la dirección y el guión que con un tema de actores – a mi juicio, es mucho mas disfrutable el elenco de la secuela Los Picapiedras en Viva Rock Vegas (2000), los cuales tienen menos presiones con los roles y parecen mas a gusto con el juego -. John Goodman da el physyque du rol del personaje, pero se lo ve demasiado severo; Rick Moranis es demasiado bobo; Elizabeth Perkins carece de timing cómico y Rosie O’Donnell está prensada como un matambre para que quepa en el traje de Betty. Los gags están demasiado subrayados, y tampoco es lo que se dice una mar de graciosos – incluso el filme se mete en un par de temas ríspidos como mencionar la castración de Dino o la infertilidad de los Marmol -. Da la impresión que, si se hubieran descontracturado o si hubieran improvisado, los resultados podrían haber sido mejores. ¿Para que contratar a un dios de la improvisación como Jonathan Winters – el antecedente prehistórico de Robin Williams – para un mísero cameo? (Winters hubiera sido un fantástico Pedro Picapiedra!). Incluso diría que Dann Florek (siglos antes de La Ley y el Orden!!) tiene mas gracia como el señor Rajuela en sus dos o tres intervenciones, que el resto del cast a lo largo de toda la película.

Los Picapiedras es una película anónima, una comedia demasiado tibia que sólo puede tener un resultado mínimo con los fans de la serie original (especialmente al ver la versión live de pajaros – grabadores, cerdos devoradores de basura, mamuts que ofician como duchas de baño y dinosaurios que actúan como grúas de cantera), pero que es incapaz de cautivar a quien no conoce el universo Flinstone. Precisaba mas chistes nuevos, no reciclar hasta el cansancio los viejos. Los homenajes son estáticos y, si no hay evolución, perecen por su propia inmovilidad.

LOS PICAPIEDRAS

Los Picapiedras (1994) – Los Picapiedras en Viva Rock Vegas (2000)