Crítica: Pi (1998) de Darren Aronofsky

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorUSA, 1998: Sean Gullette (Maximilian Cohen), Ben Shenkman (Lenny Meyer), Mark Margolis (Sol Robeson),

Director: Darren Aronofsky, Guión: Darren Aronofsky, Sean Gullette & Eric Watson, Musica – Clint Mansell

Trama: Max Cohen es un genio matemático que vive recluído en su departamento, y padece frecuentes ataques de fobia. Reconocido su talento para las estadísticas, Max es asediado por los cazadores de talento de Wall Street para contratarlo y conseguir sus servicios como previsor de las tendencias del mercado. Pero Max se encuentra obsesionado con una teoría que él ha elaborado: de que todo lo que existe en el universo se encuentra regido por leyes matemáticas, y de que él puede encontrar el patrón que devela el comportamiento a futuro de todas las cosas. Cuando un día se topa con un judío cabalista, éste le explica casualmente que existe la teoría de que el Torah, escrito en hebreo original, oculta un código secreto – un número de 216 dígitos – que Dios nos ha legado. Utilizando la tecnología, Max comienza a creer que ha encontrado el patrón secreto del Torah y, coincidente con su teoría, se trataría del nombre secreto de Dios, el que permite predecir el funcionamiento exacto del Universo. Muy pronto el joven se verá asediado por religiosos judíos y oscuros operadores de Wall Street, quienes lo presionarán para que revele dicho número místico.

Crítica: Pi (1998) de Darren Aronofsky

Pi es el filme de culto que puso al nombre de Darren Aronofsky entre la lista de genios del cine. Generalmente esas calificaciones suelen ser apresuradas, y se necesita una sólida carrera artística para demostrar que un éxito de crítica no ha sido un golpe de suerte (o inspiración) pasajero. Con lo visto en su último filme The Fountain, a mi juicio Aronofsky posee cualidades de sobra.

Pero a su vez Pi es una obra excesivamente alabada por sus cualidades formales – ambientación, estética, clima, actuaciones – pero no por sus verdaderos quilates, que son intelectuales. Es una prueba más de lo superficial que suele ser la gente de la crítica – si ganó un premio y no entendieron la película, se dedican a repetir como loros alabanzas a méritos que ellos ni han apreciado, o se dedican a elogiar los aspectos superficiales de la obra -. Ciertamente Pi no es para cualquiera, y dudo que alguien pueda demostrar a ciencia cierta si todas las elaboraciones matemáticas que muestra el film son reales o son una sanata inteligentemente construída. De acuerdo a la Wikipedia, las teorías de la película no son nuevas, e incluso el nombre de Dios ya está develado en el Torah – lo que se conoce como Tetragrammaton (nombre que Kurt Wimmer se robó para su film Equilibrium) y que responde a las siglas YHWH o YHVH -; lo que se ha perdido no es en sí el nombre de Dios sino la pronunciación, ya que en hebreo antiguo no existen las vocales; y la sigla consta de puros consonantes, con lo cual las variaciones de pronunciación son enormes.

Pero dejando de lado si Aronofsky es original, un brillante mentiroso o un simple reciclador de teorías intelectuales que siempre existieron y ahora las pone a la luz del público, lo cierto es que PI es un experimento que funciona a base de pura inteligencia. Es ciencia ficción intelectual, basada en la creencia que existe un universo paralelo al nuestro (las matemáticas) que permiten explicar todo lo que sucede ahora y a futuro. Lo único que se precisa es encontrar la matriz universal que rige a todas las cosas. Con ese enfoque lo que propone Aronofsky es un thriller matemático. Lenta pero constantemente empieza a volcarnos ideas y teorías, y las hace de manera que uno vaya digiriendo los conceptos. No importa si entendemos todas las tesis matemáticas que se explican en el film; lo que importa es que tengamos las nociones básicas de lo que está sucediendo en la trama.

Definitivamente no es una película para cualquiera. Es una cinta que requiere nuestra atención y nuestro poder de deducción. Mas allá de que el patrón matemático pueda ser o no la esencia del comportamiento del universo (y la llave de acceso a Dios), Aronofsky lo condimenta con la inestable condición mental del protagonista, con lo cual no sabemos si su descubrimiento es verdad o una simple fantasía paranoica. Como le explica su amigo Sol, cuando uno se obsesiona con una idea, comienza a descubrir pistas de ella en todos lados. Y debido al cuadro de alucinaciones, extrema ansiedad y rasgos paranoides, las crisis de Max dan a pensar que se trata de una teoría elaborada por una mente perturbada. Los matones de Wall Street, la persecución de los judíos religiosos, el acoso de los vecinos… todo puede interpretarse como síntomas de una mente al borde de la locura.

El clima que crea Aronofsky para el film es eminentemente Lynchiano. Fotografía en blanco y negro brillante, imágenes oníricas, gente que habla con sus propios códigos. Mientras que David Lynch suele obsesionarse con la imaginería sexual, aquí es un mundo de imaginería puramente intelectual – números, símbolos, gráficas, tecnología -. Y por momentos pareciera que Darren Aronofsky sintoniza a David Cronenberg – cuando el mainframe que Max posee en su departamento se funde (a causa del infinito cálculo de Pi), destila un líquido orgánico que bajo el microscopio revela la misma estructura de espiral similar a la gráfica que tiene obsesionado al matemático (¿el número se ha transformado en algo material?) -. En la construcción del clima de suspenso y la escalada de revelaciones, el director es brillante.

El final es abierto. (alerta: spoilers). El espectador puede deducir lo que desee. Se puede interpretar que Max se ha practicado una lobotomía casera, y por fín ha acallado las voces de su interior – como Icaro, se ha acercado tanto a la verdad que se ha quemado -; o bien, que Max realmente ha accedido a otra dimensión tras su contacto con Dios, y ahora vive en una réplica del mundo actual (el brillo excesivo del cielo da que pensar de que Max se encuentra en una especie de realidad virtual). En todo caso, elaborar una conclusión adecuada para una historia tan intrincada es imposible, y es preferible dejarlo en el terreno de la incognita. Prefiero los finales abiertos de Aronofsky antes que el cachetazo en la cara de la soberbia de Kubrick en el clímax de 2001, Odisea del Espacio. (fin de spoilers).

En cualquier caso, Pi es una experiencia desafiante. Si usted se engancha con la historia, es una teoría fascinante. Si no lo hace, es un entretejido intelectual imposible de digerir. Si hay algo que reprocharle a Aronofsky es que la historia se acelera súbitamente al momento de que Max descubre el número secreto, y comienzan las persecuciones de todo tipo – es como si el film entrara a repetir los clisés más usuales del género de conspiraciones -. Pero es un detalle menor; es una muestra de talento brillante tanto en lo argumental como en la ejecución. Y definitivamente es un film que merece ser visto.