Crítica: El Perfecto Anfitrión (The Perfect Host) (2011)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2011: David Hyde Pierce (Warwick Wilson), Clayne Crawford (John Taylor), Nathaniel Parker (detective Morton), Helen Reddy (Cathy Knight), Megahn Perry (Simone Demarchi)

Director: Nick Tomnay, Guión: Nick Tomnay

Trama: John Taylor acaba de robar un banco pero los planes no han salido como lo esperado, y ahora se encuentra herido, sin dinero y a la fuga. Buscando un lugar en donde esconderse, Taylor toca a la puerta de una lujosa mansión y – utilizando la excusa de que lo han asaltado – logra ser atendido por el dueño de la casa. El refinado anfitrión – que dice llamarse Warwick y se encuentra esperando gente a cenar – le ofrece quedarse a la comida, y Taylor acepta mientras se encuentra midiendo visualmente en dónde puede haber dinero escondido en la casa. Pero la cena se interrumpe bruscamente cuando por la TV pasan la foto de Taylor como hombre buscado por la policía. Sintiendo que su fachada se ha desmoronado, el ladrón amenaza a Warwick con un cuchillo, pero comienza a sentirse súbitamente mareado y termina por desvanecerse. Y enorme será su sorpresa cuando se despierte maniatado a la silla y descubra que Warwick es un peligroso esquizofrénico que imagina estar en una fiesta rodeado de amigos… a los cuales les ofrecerá el desmembramiento del ladrón como el sangriento grand finale de la noche.

The Perfect Host Construir un villano perfecto es una tarea difícil. Debe ser ingenioso, carismático, chistoso, agradable y siniestro. El Perfecto Anfitrión no logra el cometido en un 100% pero se acerca bastante. El problema es que el libreto no tiene suficiente nafta para centrarse por completo en la exploración de la relación entre asesino y víctima, y decide emparcharlo con otras subtramas de relleno. Si bien estas subtramas son bastante ingeniosas de por sí, parecen ajenas y pertenecientes a otro filme, aunque en si la valoración final siempre termina resultando satisfactoria.

En sí, la trama no es super original y uno puede anticipar las vueltas de tuerca de la misma. Esto es básicamente un escenario hitchcockiano: violento ladrón irrumpe en una casa y, lo que parece ser la esperada situación de sometimiento termina por darse vuelta cuando descubrimos que el dueño de la casa es un sicótico mucho más peligroso que el ladroncito que tuvo la mala suerte de caer en ese domicilio. Hay varios flashbacks distrayentes – explicando cómo el ladrón decidió a dar el golpe en el banco; cómo la fuga le sale mal; cómo irrumpe en la casilla de correo de una casa para leer las cartas, obtener info sobre la víctima y hacerse pasar por un amigo de la familia – hasta que llegamos a la cita central entre el criminal de poca monta y David Hyde Pierce, quien monta aquí una versión siniestra de su Niles Crane de la serie Frasier. El ladrón se pone violento y parece tener el control de la situación hasta que… se desvanece por la droga que el anfitrión de la casa le metió en el vino. Al parecer el buen hombre contaba con sus propios planes desde antes que el ladrón pusiera un pie en la puerta de su mansión.

Lo que sigue es muy interesante y divertido, especialmente porque la performance de Hyde Pierce le pone todo el condimento que precisa el papel. El tipo es como una especie de Hannibal Lecter más casero y con mejores gustos culinarios. Alucina que su casa está poblada de amigos imaginarios y, mientras el ladrón está atado, le muestra su album de fotos en donde se ven las sanguinarias carnicerias a las que suele someter a las víctimas que tocan a su puerta. A las 12 los tajea por todo el cuerpo; a las 3 comienza a rebanarle extremidades, y a las 6 de la mañana el grand finale es degollarlos en una bañera. Esas sí que son fiestas…

Los problemas del filme pasan por dos aspectos: mientras David Hyde Pierce y Clayne Crawford están en la mesa, en medio de un tenso diálogo, la acción es interrumpida por saltar a otras sub tramas – la investigación policial del robo, la causa por la cual el ladrón decidió cometer el atraco -, lo que arruina el excelente clima. El otro punto es la resolución de la situación de secuestro, que bordea lo absurdo y que sirve para una serie de revelaciones algo traídas de los pelos (alerta spoilers) como que hubo una traición totalmente inesperada, y que el villano resulta ser el jefe de la policía. Lo que sigue es entretenido pero parece pertenecer a una película diferente, casi Tarantinesca, y que no cuaja muy bien con el tenso suspenso sicológico de mitad del filme. (fin spoilers).

El Perfecto Anfitrión es un producto muy superior a la media aún cuando tenga su cuota de desprolijidades. David Hyde Pierce se roba el show, y hay un puñado de cosas ingeniosas, razón por la cual uno puede recomendarla tranquilamente.