Crítica: El Imaginario Mundo del Doctor Parnassus (2009)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

GB / Canada, 2009: Heath Ledger (Tony), Christopher Plummer (Dr Parnassus), Lily Cole (Valentina Parnassus), Andrew Garfield (Anton), Verne Troyer (Percy), Tom Waits (Mr Nick), Johnny Depp (Imaginarium Tony #1), Jude Law (Imaginarium Tony #2), Colin Farrell (Imaginarium Tony #3)

Director: Terry Gilliam, Guión: Terry Gilliam & Charles McKeown

Trama: El Dr. Parnassus es un inmortal que vive haciendo giras con su espectáculo de circo junto a su hija, un muchacho y un enano. Su show consiste en invitar a las personas a pasar a través de un espejo magico, el cual resulta ser un portal en donde pueden materializar todas sus fantasías. Parnassus ha obtenido la inmortalidad en una apuesta que le ha ganado a Mr. Nick – el diablo -, y desde hace cientos de años ambos compiten entre sí por la obtención de almas. Sin embargo las cosas cambian cuando la troupe de Parnassus rescata a Tony, un suicida que ha decidido colgarse de un puente. Pero Tony no resulta ser el hombre que aparenta, y a esto se suma que faltan dos días para el cumpleaños número 16 de la hija del doctor, plazo en el cual Parnassus deberá ganar la apuesta más importante de toda su vida.

El Imaginario Mundo del Doctor Parnassus El Imaginario Mundo del Doctor Parnassus es el último filme del excéntrico Terry Gilliam. Gilliam comenzó formando parte de la mítica troupe cómica británica Monty Python, pero con los años decidió independizarse. Si bien había llamado la atención con Los Bandidos del Tiempo en 1981, no sería sino hasta el estreno de Brazil (1985) – una reimaginación Gilliamniana del 1984 de George Orwell – que obtendría reconocimiento internacional.

En general los filmes de Gilliam distan mucho de ser éxitos comerciales y entran dentro de la categoría de cine arte, con la diferencia que suele utilizar astronómicos presupuestos. Si bien es un tipo de creatividad ilimitada, también es un artista que termina sucumbiendo a su propio ego, generando costosos delirios con presupuestos gigantescos y fuera de control. El caso de Gilliam es el típico ejemplo del sindrome del director con control total sobre su obra, lo que termina generando enormes dolores de cabeza a quienes financian sus filmes. En sí, el control maniático de Gilliam no difiere mucho del que hacían Kubrick o Welles, con la diferencia de que el británico suele revolver cielo y tierra, y siempre termina encontrando sufridos productores que lo respalden. El otro gran problema con Gilliam es que es un artista con una impresionante mala suerte, la cual se ha contagiado a más de un proyecto que ha empezado y ha terminado dilatado durante años o directamente terminó en el basurero. Caprichos del director, productores en bancarrota, retrasos de producción que se hacen eternos … y la muerte de alguno de sus protagonistas. En el caso de El Imaginario del Doctor Parnassus, la yeta de Gilliam volvió a demostrar de que lo seguirá acompañando hasta el final de sus días; en mitad del rodaje ocurrió la muerte de Heath Ledger por una sobredosis accidental de somníferos, y todo pareció indicar que el proyecto estaba condenado – tal como le ocurrió en el 2000 con El Hombre que Mató a Don Quijote, cuya filmación quedó inconclusa -. A esto se sumaría la muerte de uno de los productores e incluso un severo accidente automovilístico que sufrió el propio Gilliam tras el rodaje (si esa no es mala suerte…). Perjurando de su propio destino, Gilliam se puso las pilas y se dispuso a concluir el filme a como fuera lugar. Utilizando el recurso del espejo mágico que figura en el libreto, pudo convocar a tres amigos de Ledger – Jude Law, Colin Farrell y Johnny Deep – y los puso a reemplazar al actor en su papel, a la vez que realizaba profundos retoques en el guión. Pero aún con todo el esfuerzo puesto por el director y los actores, El Imaginario del Doctor Parnassus no termina de cerrar. Ciertamente no debe ser la visión original que Gilliam reservaba para el filme, pero la historia da la impresión de no tener un propósito definido más allá de ser un collage de los excesos visuales que le encantan al director. Si había algún tipo de mensaje, quedó sepultado en el cuarto de edición y con la muerte de Ledger.

Los filmes de Gilliam suelen ser el equivalente visual de un George Melies intoxicado con drogas pesadas. Toda la estética barroca de la película no difiere demasiado de otro filme de Gilliam – Las Aventuras del Baron Munchausen – y que a su vez pareciera inspirarse en la estética de Melies, al estilo de Un Viaje a la Luna (1902). Disfraces recargados de orfebrería, decorados de cartón pintado, paisajes alucinantes pintados a mano. Aquí hay un inmortal que viaja con su troupe de actores – su familia artística – con un espectáculo barato de feria. Parnassus se pone en trance e invita a los espectadores a cruzar el espejo mágico, en donde materializan sus fantasías en el imaginario del buen doctor. El filme jamás explica cómo Parnassus obtuvo semejantes poderes – uno deduce que le debe haber ganado otra apuesta al diablo -, ni cual es el sentido de poseer semejante habilidad. Durante la mayor parte del tiempo uno piensa en que Parnassus termina siendo un esbirro de Mr. Nick, ya que de una forma u otra termina recolectando almas para el diablo.

Uno podría pensar que la dimensión fantástica a la que pasan las victimas de turno terminaría siendo una especie de purgatorio en donde las personas son castigadas con sus propios vicios. Pero Gilliam tampoco pone el empeño por allí, mas allá de disparar fabulosos efectos visuales. Tampoco la película se centra en Tony, el recién llegado, ya que termina siendo el pato de la boda en otra carrera de apuestas entre Parnassus y el diablo. En un momento uno piensa que Tony va a terminar siendo el sucesor del ilusionista, y que Parnassus va a culminar pagando con su alma por la relación con el diablo – lo que quizás haya sido la intención original de Gilliam -. Pero el rearmado del proyecto tras la muerte de Ledger le termina de sacar filo al personaje, transformándolo en un accidente del relato. Es un caracter que parece honesto y después termina por demostrarse que no lo es, y en el fondo todo eso termina por desvirtuar al filme.

Como interpretación postuma de Heath Ledger, no es memorable. Ledger termina siendo molesto en unas cuantas escenas, como si siguiera sintonizando al Joker de Batman, el Caballero de la Noche. Jude Law y Colin Farrell son flacos reemplazos, y quizás el filme se hubiera visto mucho más favorecido si Johnny Deep hubiera tomado el papel desde el vamos, ya que le da un toque de ingenuidad y cierta manía al rol que era lo que precisaba. Christopher Plummer y Tom Waits se deleitan con sus papeles, y el resto de los secundarios está más que ok, pero el libreto no es consistente. Siempre uno debe considerar que esto es un emparche de último momento, pero da la impresión de que lo más importante se quedó en el tintero.

Tal como está, El Imaginario del Doctor Parnassus termina siendo una alegoría autobiográfica del propio Gilliam. Un veterano showman circense, creador de fantasías delirantes, que siente que ha debido pactar con el diablo para materializar sus obras y que ahora se encuentra pasado de moda. Pero, lamentablemente, no hay mucho más allá de eso. El destino amputó el potencial de la obra, y lo que vemos en pantalla es un pálido reflejo de la visión original del director.