Crítica: Ong Bak: el guerrero Muay Thai (Ong Bak: Thai Warrior) (2003)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Tailandia, 2003: Tony Jaa (Ting), Petchtai Wongkamlao (Humlae / George), Pumwaree Yodkamol (Muay Lek), Suchao Pongwilai (Komtuan), Chumphorn Thepphithak (Tio Mao), Chatewut Watcharakhun (Peng), Wannakit Sirioput (Don), Rungrawee Barijindakul (Ngek), Chatthapong Pantanaunkul (Saming), Nudhapol Asavabhakhin (Toshiro), Pornpimol Chookanthong (Mae Waan), Udom Chouncheun (Ta Meun), Boonsri Yindee (Yai Hom), Arirat Ratanakaitkosol (Tang On)

Director: Prachya Pinkaew, Guión: Prachya Pinkaew & Panna Rittikrai, Musica – Richard Wells

Trama: El pueblo de Nong Pradu adora a una representación de Buda conocida como Ong Bak. Don, un oportunista de Bangkok, se presenta en la villa y advierte la presencia de la estatua, por lo que decide robarle la cabeza para venderla a coleccionistas de antigüedades. La gente del pueblo se desespera porque el robo es un mal presagio para sus cosechas, y el joven Ting se ofrece como voluntario para recuperar la estatua. Su camino lo lleva a Bangkok, donde contacta a Humlae – hijo de uno de los pobladores de Nong Pradu -. Pero Humlae se hace llamar George, reniega de su pasado, y vive enredado con el bajo mundo de Bangkok. Humlae acepta la amistad de Ting sólo para robarle y pagarle a sus deudores. El joven se muestra decidido a recuperar su dinero, pero se ve accidentalmente envuelto en una pelea por apuestas ilegal. Mostrando sus dotes en el arte marcial de boxeo tailandés (Muay Thai), se vuelve rápidamente el suceso del lugar. Pero el pub donde se llevan a cabo los enfrentamientos está regido por un jefe mafioso, a las órdenes del cual trabaja Don. No pasará mucho tiempo antes que los caminos de Ting y los criminales se crucen violentamente en pos de recuperar la antigüedad.

Ong Bak: guerrero Muay Thai Cuando uno habla de cine oriental, lo primero que uno piensa es en cine de artes marciales, Akira Kurosawa, animé, y Godzila. Pero existe una vasta filmografía escondida, esperando ser descubierta, que proviene más allá de Hong Kong y Japón. No sólo el cine oriental se ha diversificado en cuanto a géneros – recordemos numerosos filmes policiales y de terror que han accedido a distribución en estos lares del mundo, gracias a Hollywood -, sino que ha elevado su calidad notablemente. Esto ha impulsado que los yanquis – desesperados por ideas frescas – comenzaran a abrir las puertas al cine asiático, primero para estrenar las obras originales, después para generar una enorme cantidad de desabridas remakes americanizadas.

Y si bien se han diversificados los géneros y elevado la calidad, se han multiplicado también los países productores de cine. Como siempre, basta un buen film para abrir el corral y provocar la estampida en masa de estrenos ante un público hambriento de novedades. Posiblemente este desembarco tenga un pie de playa en la legendaria Operación Dragón, que pusiera en alerta a los espectadores de todo el mundo de que existían otras industrias cinematográficas además de Hollywood. Después vinieron las toneladas de clones de Bruce Lee, Jackie Chan, los filmes de John Woo, el terror de Shimizu Takashi y Hideo Nakata, y el último en llegar a la fiesta fue Stephen Chow con Kung Fu Hustle. Ahora ha llegado la hora del cine tailandés.

Ong Bak es definitivamente la mejor carta de presentación de esta industria. Hay elementos que uno puede comparar con Kung Fu Hustle: en primer lugar, están los códigos narrativos. La nueva camada de directores asiáticos se ha alimentado de sus pares americanos, y han pulido enormemente su lenguaje cinematográfico. Uno piensa en filmes más tradicionales como la producción china de Bruce Lee u otros títulos menores (Cinco dedos de furia, por ejemplo), y ve en esas películas un enfoque más parecido al spaghetti western, con poses heroicas, exagerados primeros planos, y toda un estilo sobreactuado que resulta inconfundible en el cine de artes marciales oriental. Ahora, gracias a Dios, la narrativa es mucho más pulida, los directores más maduros, y los guiones son definitivamente de mejor calidad. Aunque suene disparatado, posiblemente esto tenga que ver con una suerte de retroalimentación entre el cine oriental y las obras producidas por Luc Besson (el mismo de La Femme Nikita, El Transportador, Danny The Dog, y otros tantos filmes). Besson ha llevado más allá el concepto de violencia coreografiada que impuso John Woo; y mientras que Woo se ha especializado en tiroteos, Besson lo ha hecho con los combates cuerpo a cuerpo. Definitivamente las peleas de artes marciales nunca volverán a ser las mismas.

En segundo lugar, está la factura técnica. Ya estamos hablando de producciones de calidad realmente cuidada, que en algunos casos incluyen CGI (no siempre de buena factura, pero funcionales). Ya no son obras de dos pesos montados en decorados de cartón, sino que son filmes de estética impecable, cuando no superproducciones en su tipo. Uno ve por ejemplo en otro filme de la industria tailandesa (Thai Thief) aspiraciones épicas (no siempre bien concretadas), que involucran excelente fotografía, cuidada construcción de atmósferas, abundante uso de CGI y empeño por generar producciones impresionantes. Lo que no siempre son tan potables son los guiones, los actores o las historias. Pero no es difícil imaginar de que en pocos años el cine oriental (cuando pula sus errores) pueda competir cara a cara con la producción americana, al menos en una gran cantidad de géneros – exceptuando al cine de ciencia ficción, por una cuestión de supremacía tecnológica -.

Ong Bak es la última novedad entre esta nueva invasión oriental; y es un filme muy bueno. Cuando uno ve la película, piensa en todo la frescura que ha perdido Jackie Chan cuando desembarcó en Hollywood. Ciertamente el filme no tiene el estilo de comedia descerebrada de los filmes de Chan – a final de cuentas, las películas de Jackie tienen una estructura casi pornográfica: hay un montón de gente hablando idioteces, y uno sólo espera las secuencias de cinco minutos de exhuberante acción entre las escenas dialogadas -, pero en el apartado acción se semeja (o incluso, a veces lo supera). Por el contrario, el tono es serio. En toda la aventura Ting se encuentra al filo de la muerte, en especial cuando se acerca el final y las cosas se ponen aún más turbias. Pero cuando se dispara la acción, el astro Tony Jaa realmente asombra. Tal como reza el slogan, las acrobacias no cuentan con CGI, cables u otros aditamentos: es el mismo Jaa cometiendo proezas tales como saltar autos enteros, subir por muros, brincar a través de rollos circulares de alambres de púas de menos de un metro de diámetro, revolcar matones a patada limpia con sus piernas prendidas fuego, o girar como trompo tres o más veces en el aire mientras surte de golpes a sus enemigos. Las peleas son brillantes, y Jaa es un relámpago en la pantalla. Si uno considera que su papel es serio – no como la comedia de Chan -, no sería sacrílego decir que es el héroe oriental de acción con mejor presencia de pantalla desde Bruce Lee. Olvídese de Jet Li o de otros nombres recientes: Tony Jaa exuda potencia y letalidad en el celuloide (aunque carece de la sonrisa diabólica de Lee).

Y si bien en el apartado acción es un festival, en cuanto a trama es pura rutina. Hay algún tufillo que recuerda a Indiana Jones y el Templo de la Perdición (el héroe es el elegido para rescatar elementos sagrados que han sido robados y devolver la armonía al pueblo que se sentía protegido). También por momentos parece que se va a derivar en una suerte de Rápido y Furioso, con George y la chica participando en carreras clandestinas, Pero siempre se acaba en la subrutina de torneos, que siempre le da buenos réditos al género. Cuando Ting llega al pub, es cuando el film realmente despega. Es cierto que los personajes carecen de profundidad, pero al menos los diálogos están bien escritos y los personajes actúan con cierto grado de lógica, lo cual es de agradecer. Ninguno de los intérpretes ganará un Oscar, pero cumplen con su cometido dentro de su limitado rango expresivo. Los climas están bien diseñados, y el comienzo de las escaramuzas es totalmente electrizante. Para un film que no desea construir nada nuevo, hace un muy eficiente trabajo en contar una historia que todos sabemos como se desarrollará. Los escasos momentos de comedia – dados a través del personaje de George – no son chocantes, y hasta pueden ser efectivos. El villano principal no es un delirante sobreactuado, sino que se mantiene dentro de ciertos límites de la coherencia. Y, en todo caso, se le puede reprochar al director y guionista el último tercio de la película, donde ya la trama comienza a hilar cada vez más fino, y a estirar la conclusión con tal de insertar más escenas de acción (la secuencia de las motonetas taxi queda descolgada de la historia). Pero Pinkaew compensa esta artimaña con la gracia acrobática de Jaa, amén de dar un par de sorpresas (algunos personajes que mueren sorpresivamente; la secuencia entre Don y la prostituta en el hotel, que está lograda). Para sus modestos propósitos de deslumbrar y entretener, el filme está más que correcto.

La dupla creativa de Jaa y Pinkaew regresaría en El Protector, una cinta con una trama y personajes totalmente diferente pero que se vendió como Ong Bak II. Estamos esperando ansiosos poder verla para ver que más pueden brindar como entretenimiento.