Crítica: Una Noche en el Museo 2: La Batalla por el Smithsoniano (2009)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2009: Ben Stiller (Larry Daley), Amy Adams (Amelia Earhart), Owen Wilson (Jedediah), Hank Azaria (Kahmunrah / Abraham Lincoln / el Pensador), Steve Coogan (Octavius), Robin Williams (Teddy Roosevelt), Ricky Gervais (Dr McPhee)

Director: Shawn Levy, Guión: Robert Ben Garant & Thomas Lennon

Trama: Larry Daley ha dejado su trabajo de guardia del museo – en donde todas las medianoches las estatuas cobraban vida -, y ahora es un exitoso empresario de la electrónica. Pero de visita a su antiguo trabajo descubre que las estatuas de la exhibición están siendo empacadas para despacharlas al museo Smithsoniano, ya que han sido reemplazadas por hologramas. Y una noche Larry recibe la llamada de Jedediah – una de las maquetas del museo -, advirtiéndole que en el Smithsoniano se encuentra Kahmunrah, la figura de un malvado faraón, quien desea apoderarse de la mágica tabla egipcia para abrir un portal y revivir a su antiguo ejército. Ahora Larry deberá infiltrarse en el Smithsoniano y tendrá que evitar que Kahmunrah se lance a la conquista del mundo.

Una Noche en el Museo 2: La Batalla por el Smithsoniano Esta es la secuela de Una Noche en el Museo (2006). La primera película era una comedia tibia, orientada para toda la familia y poblada de efectos especiales. A pesar de un tremendo cast de conocidos cómicos, no había talento que pudiera resistir a una tonelada de FX que saltaban cada dos segundos en la pantalla. Ni siquiera el grueso de la historia dejaba de ser una anécdota corta que se había maquillado para alargarla al formato de hora y media de duración.

Y como todas las secuelas, Una Noche en el Museo 2: La Batalla por el Smithsoniano es más de lo mismo, expandido con más presupuesto y FX. Sin dudas mantiene el nivel de humor blanco como para apuntar al público familiar; el problema es que la gracia se ha ido definitivamente, y la mayoría de cómicos del primer filme (incluyendo a Ben Stiller) han quedado relegados a deslucidos cameos en su propia película.

Sin dudas la influencia detrás de esto es Jumanji; he aquí otro artefacto que abre dimensiones y que, en este caso, regresa a la vida a las estatuas de un museo – haciéndolas creer que son el personaje que representan -. Ahora, para hacer más espectacular las cosas, la acción se muda al gigantesco museo Smithsoniano – en donde hay de todo, desde ballenas hasta aviones -, y donde la tabla mágica está en poder de un ambicioso faraón que quiere apoderarse del mundo.

El problema es el libreto, que no tiene gracia y se empeña en crear secuencias de efectos especiales sin darle aire a los personajes. Hay un par de intérpretes que triunfan sobre la mediocridad general, y es Hank Azaria – imitando a Boris Karloff – y Amy Adams, que pone tanto entusiasmo que no parece darse cuenta de lo mala que es la película. Pero Ben Stiller está en estado catatónico, y los viejos conocidos – Robin Williams, Owen Wilson, Steve Coogan – sólo aparecen 5 minutos en toda la película. Para tener una idea de la calidad de la película, el mejor momento es cuando las figuras de Darth Vader y el Monstruo de las Galletas (de los Muppets) se quieren sumar a las huestes del mal. En un momento Azaria le dice a Vader – ¿Y ese chillido? ¿Eres asmático o qué? -.

El responsable de este engendro es Shawn Levy, que se le ha pasado haciendo comedias horribles para Steve Martin en los últimos tiempos – incluyendo el revival de La Pantera Rosa -, y que debería ser proscripto en Hollywood. Simplemente Una Noche en el Museo 2: La Batalla por el Smithsoniano no divierte, es un desfile de gags sin gracia e incluso el climax se desploma por su propio peso (vean sino lo que pasa cuando el faraón revive a su implacable ejército).

UNA NOCHE EN EL MUSEO

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