Crítica: Nirvana (1997)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Francia / Italia, 1997: Christopher Lambert (Jimi Dini), Sergio Rubini (Joystick), Diego Abatanuono (Solo), Stefania Rocca (Naima), Emmanuelle Seigner (Lisa), Amanda Sandrelli (Maria), Avinash Ganesh (Avinash), Claudio Bisio (Red Rover 610)

Director: Gabriele Salvatores, Guión: Gabriele Salvatores, Musica – Mauro Bagani & Federico De Robertis

Trama: Solo es un individuo que se encuentra atrapado en una especie de paradoja temporal, donde siempre se encuentra hablando con una prostituta a través de un videofono cuando llega un asesino y lo mata. Después de repetir varias veces esa secuencia, termina por reaccionar y elimina al homicida, sólo para descubrir que él es el personaje de un videojuego conocido como Nirvana, y que esta es sólo la primera etapa. Cuando el programador de Nirvana, Jimi Dini, se encuentra puliendo los aspectos finales del juego, Solo logra comunicarse con él. Jimi descubre, para su sorpresa, que un virus ha atacado al juego y ha provocado que Solo tenga vida propia. Decidido a ayudarlo, deberá borrar el software que se encuentra en los servidores de la corporación Okasama Starr, antes del lanzamiento al mercado que se hará en tres días. Para ello saldrá a contactar a un “angel” – un hacker retirado -, apodado Joystick, con la promesa de que también robe fondos ilegales de la corporación (y los cuales no serán denunciados frente a la policía). Pero a su vez Joystick es el unico nexo con Lisa, la ex amante de Jimi que lo ha abandonado y lo ha sumido en una profunda depresión. Tras Lisa y los servidores de Okasama, Jimi y Joystick deberán enfrentar a los asesinos de la corporación, que desean proteger los intereses de ésta a toda costa.

Nirvana Nirvana viene de la mano de Gabriele Salvatores. Salvatores es un director de cine arte cuyo mayor logro es Mediterráneo (1991), film por el cual ganó el Oscar a la mejor película extranjera. Pero después de ello, comenzaría una etapa experimental, de la cual Nirvana es el primer film.

Esta es una de esas gratas sorpresas que a veces uno descubre en el cable. A decir verdad, uno no tenía ni noticias de la existencia del film de no ser un nombre anónimo en la grilla de programación del canal. Y con Christopher Lambert en el cast, uno asume lo peor. Después del desastre que fue Highlander II (1992), Lambert se sumergió en toda una serie de aventuras fílmicas que fueron a parar directo a video, y que iban desde la sci fi más berreta hasta el plagio flagrante de títulos más conocidos (como Fortress o Resurrection, por citar algunos ejemplos). Un gran derrumbe para quien fuera una estrella hot en su momento.

Y aún con las expectativas en cero, Nirvana es una de esas perlitas olvidadas en el tiempo. No es una obra maestra y, de hecho, la trama principal tiene bastantes fallos, pero sin dudas es un guión muy inteligente en cuanto al clima futurista que construye. Es un típico anime, solo que filmado con actores; con lo cual tiene todas las virtudes y los defectos del género. Mientras que la trama está plagada de referencias cyberpunk, por el otro lado demanda la atención constante del espectador y la historia no siempre se desarrolla de un modo muy claro. Pero aún así representa un auténtico descubrimiento y un film que merece ser revalorizado.

La principal virtud de Nirvana pasa por la densa elaboración de una sociedad futurista basada completamente en la informática. El dinero es software, los hackers son los criminales del bajo mundo, y las corporaciones de sistemas son la versión adinerada y estilizada de la mafia. Existen juegos ilegales donde piratas informáticos se ven sometidos a sesiones de hacking a bancos y otras instituciones de alta seguridad (y si logran acceder a la base de datos, gana las apuestas); Joystick es un hacker en desgracia, que debió vender sus ojos para sobrevivir y ahora tiene unos implantes visuales baratos que le permiten ver en blanco y negro (y se rompen a cada rato); las discotecas tienen detectores de software en vez de armas; existen robo de identidades electrónicas, así como implantes cerebrales de mini discos duros; y la gente utiliza drogas para ampliar su mente mientras se conecta al ciberespacio. Y mientras todo esto pasa en el mundo real, donde Jimi se la pasa deprimido y peleando con la computadora central que maneja toda su casa (que, incluso, lo mandonea, como un Hal 9000 femenino), está el personaje del juego de realidad virtual que ha cobrado autonomía y le reclama al programador que lo libere de este castigo. Es particularmente interesante que Solo – el caracter virtual del videogame – constantemente intenta convencer a otros personajes del mismo que se trata de un juego y que las acciones se repiten una y otra vez, sin éxito.

Pero aún con toda la cantidad y detalle de ideas que propone el film, hay algo que falla ligeramente, y es cierto clima de falta de seriedad (o autoparodia) con que se lo toman los protagonistas. Uno no ve a Jimi atormentado por la suerte de Solo; ni siquiera vemos a la dupla central demasiado preocupada por los asesinos de la corporación japonesa, o bien de los problemas que le trae la falta de dinero real: en un momento intentan pasar un chip de dinero falso en una estación de servicio, y el despachante virtual les informa que se han dado cuenta de la estafa y les han llenado el tanque con acido sulfúrico; acto seguido, la Policía se comunica con ellos, diciendoles que en cinco minutos un helicóptero llegará a arrestarlos, así que “tírense al suelo y espérenlos, culo para arriba”. El humor que pretende vender Salvatores falla un poco, o bien suena algo descolocado. Pero salvo eso y un par de problemas del guión, es un fascinante compendio de conceptos cyberpunk encastrados de modo muy inteligente.