Crítica: Mega Shark vs Crocosaurus (2010)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2010: Gary Stretch (Nigel Putnam), Jaleel White (Dr. Terry McCormick), Sarah Lieving (agente Hutchinson), Robert Picardo (almirante Calvin)

Director: Christopher Ray, Guión: Naomi L. Selfman

Trama: El comandante del USS Lexington está convencido de haber destruido a un gigantesco tiburón – de decenas de metros de largo – que asolaba las costas de Norteamérica. Pero el especialista Terry McCormick cree que la criatura está viva, y las pruebas terminan por apoyarlo cuando el animal ataca con toda su furia al Lexington. Mientras tanto, en Africa ha aparecido un descomunal cocodrilo – de más de cien metros de envergadura -, el que se encuentra desovando a lo largo de una trayectoria determinada que culmina en los Estados Unidos. Como el cruce de los monstruos es inevitable, la armada recluta a la fuerza al cazador furtivo Nigel Putnam – especialista en cocodrilos -, para que una fuerzas con McCormick y vean cómo acabar con la amenaza conjunta. Y es que el tiburón se ha obsesionado con los huevos del cocodrilo, destruyéndolos a lo largo de su ruta, y chocando varias veces con el saurio, en una pelea a muerte que parece no tener fin.

Mega Shark vs Crocosaurus Existe un universo paralelo en donde jamás nacieron Orson Welles ni Stanley Kubrick, y los maestros del cine lo constituyen una casta conformada por Ed Wood Jr y Uwe Boll a la cabeza. En esa dimensión paralela la Fox y la Universal son estudios menores, y los que reinan son gente como la Troma y The Asylum, los cuales recaudan millonadas con productos a los que ni siquiera se los puede calificar como mal cine. Hoy entraremos a esa universo fantástico para ver el último opus del estudio: la asombrosa Mega Shark vs Crocosaurus.

Si hay una pregunta que me quema el coco es por qué la gente de The Asylum (y otros aberrantes estudios, al estilo de SyFy) parece haber desarrollado una idea fija con los tiburones en los últimos tiempos. No sólo han escupido en la memoria del venerable clásico de Steven Spielberg sino que los han puesto en los escenarios y circunstancias más ridículas jamás imaginadas por ser humano alguno sobre la faz de la Tierra: mega tiburones, tiburones de dos cabezas, tiburones adaptados a lagos y de ríos, e incluso tiburones que pueden nadar en la arena (wtf?!!). El caso que nos ocupa es el último capítulo de una serie basada en mega criaturas, las que aparecen en solitario o terminan peleándose entre sí: super pirañas, cocodrilos extra large, tiburones tamaño XL, hiper pulpos, etc, etc.

En sí, lo que está haciendo la gente de The Asylum es kaiju eiga a la norteamericana. Después de todos estos filmes han terminado por desarrollar su propio panteón de monstruos y, siguiendo con el siguiente paso lógico, los han hecho combatir entre ellos. El problema es que los bichos carecen de personalidad – elemento indispensable en el kaiju eiga o cine japonés de monstruos gigantes -, y no dejan de ser anónimos CGI, hechos de la manera más berreta posible. El otro punto que atenta contra el status de culto de estas películas es que hay un absoluto desdén por la historia. Durante los primeros dos tercios Mega Shark vs Crocosaurus funciona – de manera bizarra pero entretenida -, pero el climax es una muestra de total desidia; es como si el director se hubiera cansado de la trama (o se le hubiera terminado el presupuesto) y hubiera arrancado páginas enteras del libreto sin importarle la continuidad. En un momento el cocodrilo está atacando una ciudad, al cuadro siguiente está a las dentelladas con el tiburón, en el otro sigue estando en la ciudad, etc, etc.

Por supuesto el argumento es un chifle de aquellos. El protagonista es una ex estrella infantil que debe estar en la mala y, lo que es peor, es un moreno con una impresionante cara de idiota (pareciera que en cualquier momento dijera “¿qué es lo que quieres decirme, Willys?”). Decir que la performance de Jaleel White es irritante es quedarse corto pero, en semejante avalancha de horrores, lo suyo es un dato meramente decorativo. El que lo acompaña es un ex boxeador devenido en actor de cine, el que parece una versión barata de Jeff Fahey (y eso que Fahey viene haciendo cine barato de hace rato; ¿acaso no estaba disponible el original?). Al menos Gary Stretch es bastante efectivo como héroe directo a video, como una especie de Indiana Jones del bajo presupuesto. Los acompaña una chica tetona, la cual se la pasa vestida de negro y con lentes oscuros ya que hace de agente del servicio secreto (¡qué clisé!), y Robert Picardo, el que tiene cara de tránsito lento y se pregunta cómo llegó a esto después de Gremlins y Voyager. Dirige el circo el hijo de Fred Olen Ray, el cual hace honor a la infame reputación de su padre.

En sí, Mega Shark vs Crocosaurus es entretenida. Cada dos minutos hay alguna explosión y uno nunca se aburre. La historia es mega estúpida y salpicada de secuencias imposibles – como hacer que una planta generadora de energía, en menos de cinco minutos, arme un rayo eléctrico que sirva para freír a los bichos (imagino el panel de control de la central con dos botones: “dar energía” o “arrasar ciudades con un arco voltaico”); tiburones gigantes saltando encima de cruceros de la armada y volteándolos con su cola, o devorándose submarinos enteros (y convirtiéndose en una impensada amenaza nuclear); cocodrilos gigantes que aparecen de la nada – sin generar ruido ni aplastar ni un mísero arbol, y eso que figura que están en la selva -; y helicópteros estrellados y con las hélices destrozadas que vuelven a volar a los dos minutos que impactaron -, con lo cual uno se sorprende de cómo alguien puede seguir trabajando como guionista en la industria después de haber parido semejante engendro. Mientras que la idiotez generalizada termina siendo entretenida, la falta de empeño puesta en el climax termina por hundirle el barco a Mega Shark vs Crocosaurus, simplemente porque es una falta de respeto al público cómplice que venía disfrutando todo el circo previo armado por la película.

Mega Shark vs Crocosaurus es un filme horrendo y descerebrado, pero es un chifle entretenido. La macana es que termina por serrucharse los pies sobre la hora; aún cuando se trate de un filme malo (y hecho a propósito), el mismo debe mostrar consistencia en el desarrollo de su premisa y no dejar las cosas al garete a último momento… porque, a final de cuentas, el mismo público que tuvo el estómago de alquilar este aborto es el mismo que alquilará la secuela, y al cual se les debe el mayor respeto del mundo. Total, The Asylum vive de ellos y de sus particulares gustos bizarros.