Crítica: Mary Poppins (1964)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1964: Julie Andrews (Mary Poppins), Dick Van Dyke (Bert / Sr. Dawes Padre), Karin Dotrice (Jane Banks), Matthew Garber (Michael Banks), David Tomlinson (George W. Banks), Glynis Johns (Winifred Banks)

Director: Robert Stevenson, Musica y canciones – Richard M. & Robert B. Sherman, Guión: Don Da Gradi & Bill Walsh, basados en la serie de libros de P.L. Travers

Recomendación del Editor

Trama: Los niños Banks continuamente viven escapándose de su casa y haciendo travesuras, lo que provoca la rotación continua de las niñeras de la casa. En un momento determinado, deciden escribir una carta con las condiciones de la que sería la niñera ideal. Pero el padre destruye la carta y arroja los pedazos a la chimenea. Pronto los trozos del papel se los llevará una ráfaga de viento hasta llevarlos a manos de Mary Poppins, una niñera que vive en las nubes. Descendiendo del cielo con su paraguas y un viejo maletín, llegará a la casa de los Banks, disciplinando y fascinando a los chicos (y al resto de la familia) con sus poderes mágicos.

Arlequin: Critica: Mary Poppins (1964)

  Hay muchos temas que se pueden destilar de Mary Poppins, y es difícil determinar por donde empezar. Para elegir uno por dónde iniciar la reseña, la temática del film se circunscribe a las clásicas historias de nanas inglesas, lo que mucho tiene que ver con la educación infantil británica y, por qué no, con la flema sajona. Esto ha sido un tema recurrente en el cine, en donde los adultos viven en mundos de rígida moralidad (o amoralidad) y los niños / adolescentes terminan por darles una lección y humanizarlos, o aparece un personaje catalizador que desencadena un cambio. En la filmografía inglesa, es recurrente encontrar este tipo de crítica hacia sus costumbrismos, en especial hacia el conservadorismo de la educación tradicional, como se ve en filmes como Melody, la reciente Nanny McPhee (que toma muchos elementos de Mary Poppins en clave más bizarra), El Jardín Secreto, Las Crónicas de Narnia, o en versiones americanizadas como Matilda.

A juzgar por la filmografía, la noción general es que ser niño en Gran Bretaña debe ser terrible. Si bien Mary Poppins es una versión infinitamente más light que otros títulos más pesados y dramáticos, ciertos comentarios de Mr. Banks suelen ser sombríos, en especial para quienes tenemos alguna cultura cinematográfica y vimos lo mismo en peores circunstancias. Quizás el molde del género venga del clásico Peter Pan, donde los chicos reciben una educación severa y precisan de un catalizador (una persona con poderes mágicos, un pasaje secreto, etc.) que les permita escapar de la realidad y desarrollar toda su felicidad escapando a la rigidez y el drama de su vida presente. Esto ya podría irse a extremos de análisis sicológicos varios, presumiendo si dichos personajes / situaciones son reales o fantasías inventadas para escapar mentalmente de su realidad, lo cual excede en mucho las pretensiones de esta reseña.

La otra punta del comentario es la evolución, precisamente, de la Disney. Bajo la férrea batuta del tío Walt, la Disney desarrolló su momento de máxima expansión, basándose en la animación, en los años 40. Pero para mediados de los 50, el estudio tentaría suertes en la cinematografía tradicional, siempre orientado al público infantil. No es sacrílego afirmar que el Imperio Disney se construyó sobre una filmografía basada en el melodrama y golpes de efecto: Bambi, Blancanieves y los Siete Enanos, Pinocho, La Bella Durmiente, etc. solían contener tanto un exceso de melosidad como entuertos propios de un culebrón, por no mencionar golpes bajos. Al tío Walt la receta le dió buen resultado, pero al ampliar horizontes trabajando con actores decidió un enfoque menos efectista y, si se quiere, más maduro. De la factoría Disney surgieron clásicos como 20.000 Leguas de Viaje Submarino o Mary Poppins, además de toda una sarta de comedias idiotas pero ideales para consumo masivo como El Profesor Distraído, Cupido Motorizado o Viernes Alocado. El modelo se agotaría en los 80, la peor época para el estudio, y no sería hasta la llegada de Michael Eisner y Jeffrey Katzenberg (después socio fundador de DreamWorks) que generarían la segunda época de oro para el estudio con La Sirenita (1989) y agotándose tras la partida de Katzenberg para unirse con David Geffen y Steven Spielberg en la creación de su propio estudio cinematográfico. Después de lo cual, Disney entraría nuevamente en la decadencia – sus últimos filmes fueron un fracaso, dejaría ir a Pixar, se dedicaría a canibalizar salvajemente sus clásicos con segundas y terceras partes hechas directa a video, etc. -.

Pero en los 60 la Disney estaba en su apogeo, y bien podía despacharse con un título como Mary Poppins. Es ciertamente un enfoque más propio de los musicales de la MGM que de un entretenimiento infantil – hay muchas partes iniciales que escapan a la comprensión de los pequeños, demasiados diálogos iniciales poco atractivos o francamente aburridos, trazos de la época como el sufragio femenino, etc -, pero ni bien aterriza Julie Andrews en el hogar de los Banks, el film realmente despega. No hay demasiada historia en sí, salvo una serie de sketches interconectados por los personajes, la buena onda y las canciones. No todos los números musicales funcionan – suele pasar en todas las obras musicales, incluso las más éxitosas -, pero cuando lo hacen resultan memorables. Chim Chim Chimenea o Supercalifragilisticoespialidoso son clásicos instantáneos, y el film no sería el éxito que fue sin la presencia y carisma de Julie Andrews y Dick Van Dyke.

Mary Poppins fue el personaje protagonista de una serie de novelas escritas entre 1934 y 1988 por Pamela Lyndon Travers, de inusual irregularidad (en algunos casos, hay 20 años de diferencia entre un libro y otro). La adaptación Disney toma elementos de las publicadas hasta 1964 (Mary Poppins, Mary Poppins Regresa, Mary Poppins en el Parque, Mary Poppins Abre la Puerta y Mary Poppins de la A a la Z), uniendo varios personajes secundarios en la figura única del deshollinador Bert, eterno enamorado de la niñera. Así mismo fusiona pasajes de distintos libros, combinándolos como escenarios para números musicales. Mas allá de cierta falta de argumento o de detalles bizarros (Mr. Banks hace morir de risa al dueño del banco donde trabaja y es promovido; el libreto arma un escenario dramático criticando a la rutina y el materialismo de la burguesía de Mr. Banks, pero lo premia – en el momento en que acepta las ideas de Poppins de abandonar los formalismos y la rigidez – regresándolo a la forma de vida que lo llevó a ser un padre conservador), son las melodías y la buena onda lo que termina por superar (y obviar) las flaquezas del guión. Como todo producto Disney, no deja de lanzar cierto discurso moralista ni de dar algún golpe bajo (la partida de la niñera), pero sin el tremendismo de otras producciones de la misma época deñ estudio.

Andrews se haría de un nicho cinematográfico en los 60, como esta película o La Novicia Rebelde, y después de casarse con Blake Edwards, frecuentaría cada vez menos los sets. Parodiaría su imagen en SOB (Se Acabó el Mundo) donde interpreta a una actriz de comedias infantiles que pasa a desnudarse en cámaras. En cambio, Dick Van Dyke no prosperaría en su carrera cinematográfica – lamentablemente, pues las virtudes exhibidas en Mary Poppins le deberían haber asegurado el estrellato – y hallaría refugio en la TV con el legendario El Show de Dick Van Dyke.

MARY POPPINS

Mary Poppins (1964) – El Regreso de Mary Poppins (2018). Saving Mr. Banks (2013) es el docudrama que recrea el tenso proceso creativo entre Walt Disney y la autora P.L. Travers en las instancias previas a rodar el filme sobre la niñera mágica.