Crítica: Mad Max 2: Guerrero de la Carretera (1981)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorAustralia, 1981: Mel Gibson (Max), Bruce Spence (capitán Gyro), Vernon Wells (Wez), Emil Minty (Feral Kid), Mike Preston (Papagallo), Kjell Nilsson (Humungus)

Director: George Miller, Guión: George Miller, Brian Hannant & Terry Hayes

Trama: En el futuro el petróleo se habrá acabado y la civilización vivirá en un estado de barbarie. Tribus de salvajes se han formado y luchan a muerte por unos litros de combustible. En semejante escenario aparece el loco Max, un ex policía de caminos cuya ferocidad en las batallas campales que se libran en las rutas han sido reconocidas por sus enemigos y por ello se ha ganado el mote de “el guerrero de la carretera”. Ahora Max ha llegado hasta una fortificada refinería en el medio del desierto, en donde vive una comunidad civilizada liderada por Papagallo, y la cual aspira a mudarse a la costa en donde hay agua potable y comida. Pero el asentamiento es acosado día y noche por los hombres de Lord Humungus, el sangriento líder de una pandilla de vándalos que desea apoderarse de los depósitos de gasolina. Y, aunque Max sólo quiere llenar el tanque de su Interceptor y seguir su camino, pronto terminará involucrado en la guerra de supervivencia entre la gente de Papagallo y las huestes de Humungus.

Arlequin: Critica: Mad Max 2: Guerrero de la Carretera (1981)

  Mad Max 2: Guerrero de la Carretera es una de las secuelas más extrañas que he visto. Es tan temáticamente diferente al filme original que el título de secuela es meramente nominal. En la primera Mad Max había una historia de venganza, un desarrollo de personajes y un escenario futurista a corto plazo que resultaba meramente estético. Si Mad Max 1 era una reflexión sobre la proliferación de la violencia punk en la sociedad moderna, Mad Max 2: Guerrero de la Carretera es el eco retardado de las preocupaciones setentistas sobre la superpoblación y la crisis del petróleo, temas que aparecieron en una vasta lista de producciones a principio de la década como Cuando el Destino nos Alcance (1973), Z.P.G.: Edicto Siglo XXI: Prohibido Tener Hijos (1972), o El Ultimo Guerrero (1975). Ya no es necesario que una guerra arrase al mundo; basta que se acabe un recurso vital – comida, petróleo – o que haya exceso de población para que la civilización moderna se desplome y regrese a épocas feudales.

Pero para 1981 esas cuestiones estaban pasadas de moda (o la sociedad ya las había asimilado y Hollywood las había archivado) y, por contra, lo que asomaba eran las tensiones de la Guerra Fría que tendrían su pico de crisis por 1984. Es curioso ver cómo George Miller, padre del proyecto, decidió resucitar un argumento que estaba en voga en 1973 – cuando la OPEP disparó los precios del petróleo y la gente comenzó a hacer filas en las gasolineras, poniendo en pánico a todo el primer mundo -. Es posible de que Miller viera un enorme potencial en el personaje de Max y en el escenario de las interminables rutas desérticas australianas, a tal punto que decidió partir de allí y cortar lazos con cualquier otro tipo de línea temática vinculada al original. Es cierto que aquí la sociedad (o lo que queda de ella) sigue siendo violenta (los punks han ganado el control), pero el punto central de la historia es el combustible. En el fondo el filme es el colmo del consumismo: a nadie le importa la existencia de comida, reglas sociales o violencia; solo quieren gasolina para ir pisteando a toda velocidad.

Semejante escenario resulta efectivo porque las reglas son simples y todo está contado en un tono serio y épico. En tal sentido no hay mucha diferencia entre Mad Max 2: Guerrero de la Carretera y El Señor de los Anillos o Conan, el Bárbaro, fantasías en donde el narrador recuerda a un guerrero legendario que lideró a su pueblo hacia la salvación. Pero en vez de armaduras, espadas y hechizos, lo que tenemos son monstruosos motores V8 y ballestas. Pero si bien el inicio y final del filme abrevan en el terreno de la fantasía, el 90% restante del filme es un western maquillado de futuro post apocalíptico. Los vándalos de Humungus hacen de indios, la gente de Papagallo son los colonos, y Max es un hibrido de Clint Eastwood y Alan Ladd (el extraño que habla con monsílabas, tiene un pasado oscuro, y es feroz y expeditivo en el combate) que llega sobre la hora a sacar las papas del fuego.

En reiteradas ocasiones he señalado mis disgusto por los futuros trashrodados en basurales con dos pesos de presupuesto -, un sub género tomó forma a partir de este filme. Pero la gran diferencia que hace Mad Max 2: Guerrero de la Carretera sobre el resto de sus imitadores es la dirección de George Miller, que es 100% adrenalina. Ninguno de los clones de Mad Max ha logrado alcanzar el virtuosismo de las persecuciones sin fin que ha rodado Miller – imaginen a la versión australiana de John Frankenheimer, manejando las cámaras tal como en Ronin o Grand Prix -, en donde los motores rugen y los autos se chocan sin asco. Este es un filme puramente kinético: la gente habla poco, hace poco y se la pasa batallando y corriendo a 200 km por hora.

Gran parte de la efectividad se debe los fantásticos paisajes australianos, que son tan protagonistas como el mismo Mel Gibson. La fotografía es impecable y hay una sensación de inmensidad que abruma – por contra, los clones de Mad Max se han desarrollado en escenarios mucho más modestos que éstos -. Los hombres, las máquinas, se ven microscópicos al lado del vasto desierto australiano.

En lo simple de la premisa, en lo lacónico del héroe, en lo kinético de sus persecuciones es en donde residen las mejores bazas de Mad Max 2: Guerrero de la Carretera. Es un gran clásico que se encuentra muy por encima del resto de los títulos de su género, y una obra de enorme influencia en el cine. Y es tan impactante que llega incluso a entusiasmar al principal enemigo de este tipo de películas, como resulta ser el autor de estas líneas.

MAD MAX

Mad Max (1979) – Mad Max 2: Guerrero de la Carretera (1981) – Mad Max 3: Mas Allá de la Cúpula del Trueno (1985) – Mad Max: Furia en el Camino (2015)