Crítica: Lightspeed (2006)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2006, telefilm: Jason Connery (Daniel Leight / Lightspeed), Nicole Eggert (Beth Baker), Daniel Goddard (Python / Edward Bartlett), Lee Majors (Tanner), Michael Flynn (Dr. Findlay)

Director: Don E. FauntLeRoy, Guión: John Gray, sobre una idea de Stan Lee

Trama: El Escuadrón Fantasma – un secreto equipo de élite – se encuentra investigando los numerosos robos de armas prototipo que han ocurrido en oficinas de contratistas militares. El responsable parece ser un terrorista conocido como Python, cuyo cuerpo ha mutado hasta convertirse en un hibrido mitad serpiente mitad humano. En su último robo, Python y sus fuerzas han sido interceptados por el Escuadrón Fantasma, pero el terrorista ha logrado escapar después de detonar una bomba que ha demolido el edificio donde se encontraban. Entre los sobrevivientes figura Daniel Leight, jefe táctico del escuadrón y quien ha creido reconocer a Python como su viejo amigo Edward Bartlett. Pero Python está decidido a silenciarlo y provoca un accidente radiactivo en la sala del hospital en donde Leight se estaba rehabilitando. Milagrosamente Leight sobrevive y comienza a recuperarse más rápido de lo normal … hasta que descubre que todo su metabolismo se ha acelerado a niveles descomunales, lo que le permite correr a la velocidad del sonido. Decidido a combatir a Python, Leight utilizará un disfraz para ocultar su identidad, y la prensa rápidamente lo identifica como un super héroe. Pero Python sabe de los poderes de Leight y lo retará para que anule su arma de destrucción masiva, la cual detonará en el centro de la ciudad en cuestión de horas.

Lightspeed Stan Lee. Gloria del universo del comic. Creador de historietas que transformaron al género, como Spiderman, El Increíble Hulk, X-Men, Los 4 Fantásticos,… y la lista sigue hasta el infinito. Editor en jefe de la Marvel durante 30 años que revolucionaron al mundo de las tiras comicas.

Pero, como hombre de negocios, Stan Lee nunca fue demasiado hábil. A él siempre le interesó el mundo de las historietas y el aspecto creativo de ellas, no el manejo de empresas ni las cuestiones legales sobre su obra. Ciertamente no fue tan despreocupado como Ian Fleming sobre las regalías de las obras de James Bond o Jerry Siegel y Joe Shuster sobre los derechos de Superman; con el tiempo emprendió batallas legales contra su empleador de siempre, la editorial Marvel, para obtener el reconocimiento autoral de sus trabajos. Pero los cambios en la gerencia comenzarían a desplazarlo de la editorial desde principios de los años 70, relegándolo a tareas de relaciones públicas y el desarrollo de proyectos relacionados con los personajes de la Marvel – sería la época en que aparecerían las primeras series televisivas basadas en franquicias de la editorial -. Aún con la gran cantidad de privilegios que la Marvel le otorgaba – entre ellos, un contrato de no exclusividad -, Lee se embarcó en una serie de desastrosos proyectos que terminarían por opacar su imagen pública. Primero, fundaría la Stan Lee Media en 1998, y empezaría a desarrollar personajes propios; pero el pésimo manejo de las finanzas terminaría por llevar a la empresa a la bancarrota en tan sólo 3 años. Después Lee empezaría a ofrecer su trabajo al mejor postor, llegando incluso a trabajar para la DC Comics – la rival de la Marvel – en el 2000, generando una serie de especiales en los que reimaginaba los personajes clásicos de la editorial – Batman, Superman, la Mujer Maravilla y otros tantos -. La saga, aún con el respeto que merece Lee, fue considerada un engendro. A esto le siguió el desarrollo de comics a pedido, creando personajes bizarros como Stripperella (una super heroina striper, que aquí se vio brevemente y con el doblaje de Pamela David) e historietas sobre Ringo Starr o las conejitas Playboy.

Como si el bochorno no fuera suficiente como para frenar a Lee de su deseo suicida de seguir recaudando aún a costa de mancillar su legendario nombre, fundó otra empresa llamada POW! Entertainment en el 2005, en donde siguió fabricando engendros. El colmo de los colmos llegaría en el 2007, en donde todos los involucrados abrieron sus fauces al ver la billonaria recaudación de la saga de Spiderman en el cine y se empezaron a demandar los unos a los otros. No sólo la difunta (y ahora revivida) Stan Lee Media demandó billonariamente a la Marvel sino que incluso le inició juicio al mismo Stan Lee (¿wtf?) y a POW! Entertainment por regalías sobre el uso de la marca de El Hombre Araña. Y, mientras tanto, el viejo Stan siguió juntando monedas para pagar los juicios, haciendo bazofias monumentales como el reality ¿Quien Quiere Ser un Superhéroe?. Qué bajo que ha caído este hombre …

En medio de todo ese maremagnum de decadencia y codicia aparece Lightspeed, que es el primer producto televisivo de POW! Entertainment. A esta altura ya nadie duda que la mejor hora creativa de Stan Lee pasó hace más de treinta años, y este telefilme es la prueba palpable de ello. No sólo es una catarata insufrible e interminable de clichés del género sino que la ejecución es sencillamente lamentable.

Durante los primeros diez minutos Lightspeed amenaza con ser un producto medianamente pasable. El villano, que tiene piel de serpiente, tiene un maquillaje muy bueno. La producción se ve prolija. El problema es cuando aparece Jason Connery en pantalla – otro ladrón portador de apellido ilustre -, que es el peor actor que podrían haber elegido para hacer de superhéroe. Connery Jr. había trabajado de manera pasable en Spymaker: La Historia de Ian Fleming, haciendo la mejor imitación de su famoso padre. Pero el resto de su carrera ha sido mediocre en el mejor de los casos, y aquí queda patente el por qué. Simplemente es un actor de madera terciada.

Connery Jr. sobrevive a una explosión y queda en muy mal estado. En un hospital intentan rehabilitarlo mediante un método experimental que consiste en radiaciones; pero el villano de marras, no contento con verlo mal, decide aumentarle las dosis de radioactividad más allá de lo tolerable (diría Scott Evil: ¿no era mejor darle un par de balazos?). Al poco tiempo Connery Jr. descubre que no sólo no es un discapacitado sino que puede correr a la velocidad del sonido. Como la ropa se le desgarra, se va a un shopping y decide comprar un equipo Adidas (wtf??!!) que resista las altas velocidades. Con el equipo de gimnasia, un gorrito y antiparras de esquiadores se transforma en … ¡LIGHTSPEED!. Lo que se dice, un Flash de cuarta.

Las cosas podrían haber sido medianamente perdonables si no fuera por las patéticas escenas en las que Jason Connery decide probar sus hipersónicas velocidades. Connery Jr está visiblemente fuera de estado – gordito, medio pelado como el padre, arrugado – y verlo correr en cámara rápida da la impresión de ver a un geronte haciendo jogging. Es soberanamente ridículo. Y a partir de allí, la película se hunde más rápido que el Titanic. Malos diálogos, actuaciones terribles, un director que hace 50 cortes por segundo en las transiciones entre escenas, efectos especiales patéticos… Lo peor de todo es que el villano Python es bastante malvado y sádico como para tener personalidad propia, lo cual le daba potencial; y si bien durante la mayor parte del filme es medianamente competente, en los últimos 10 minutos se comporta como un sideral idiota. No le dispara a los héroes, les dice donde está la bomba, y se deja vencer de la manera más estúpida posible.

Lightspeed es otro bochorno de esos que últimamente la factoría Stan Lee está engendrando. Para tener una idea del filme, basta decir que Lee Majors es el que mejor actúa en todo el cast, y que el villano es notablemente más interesante que el patético héroe. Pero ni siquiera llega a ser una película tan mala que resulte divertida. Simplemente es lamentable y merece el olvido.