Crítica: La Vida Después de Beth (2014)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorUSA, 2014: Dane DeHaan (Zach Orfman), Aubrey Plaza (Beth Slocum), John C. Reilly (Maury Slocum), Matthew Gray Gubler (Kyle Orfman), Molly Shannon (Geenie Slocum), Paul Reiser (Noah Orfman), Cheryl Hines (Judy Orfman), Anna Kendrick (Erica Wexler)

Director: Jeff Baena, Guión: Jeff Baena

Trama: Zach Orfman está devastado por la muerte de su novia Beth, luego de que fueran de excursión y la chica pereciera a causa de la mordedura de una serpiente. En el proceso de duelo, Zach se ha juntado con los padres de Beth para archivar sus cosas y recordar viejos tiempos. Pero luego de una noche de lágrimas y tristeza, el joven insiste en mantener el vínculo con ellos… llevándose una enorme sorpresa al ver su novia recién enterrada, deambulando por la casa como si nada hubiera pasado. Sin explicación alguna posible, los padres de la chica insisten en tener a Beth encerrada mientras Zach la visita a escondidas y sin que nadie se entere. Pero pronto queda en evidencia que algo no está bien y de que el comportamiento de la chica es anormal. Y mientras Zach se debate entre la confusión y la alegría, Beth se vuelve cada vez mas agresiva y sexópata… hasta el punto de comenzar a dominar a quienes la rodean. Y si todo esto ya era de por sí extraño, la confusión de Zach se disparará al ver que gente que creía desaparecida ha vuelto al barrio, aunque comportándose de manera errática y disfuncional. Y no pasará mucho tiempo hasta que Zach llegue a la conclusión de que todos los muertos están regresando a la vida y de que su amada Beth tan sólo fue una de las tantas que integró la primera oleada de cadáveres revividos.

La Vida Despues de Beth Un romance teen con zombies. Ok, ya lo vimos antes en Warm Bodies y tenía su novedad pero, ¿cuánto jugo más se le puede sacar a la premisa?. Si antes era novedoso, ahora había que encontrarle otra vuelta de tuerca. Y mientras que La Vida Después de Beth no es revolucionaria ni equilibrada, al menos tiene un puñado de momentos logrados, de ésos en donde uno se ríe fuerte y parejo. Acá no se trata de historias épicas sobre el fin del mundo, ni de romances que crecen de a poco entre un normal y un diferente, sino de cómo lo que no funcionaba antes, sigue sin funcionar ahora… agravado por el detalle que tu novia se está convirtiendo en un cadáver devorador de cerebros humanos.

Si las historias de zombies funcionan como metáforas, la de La Vida Después de Beth podría tener que ver con la paranoia del control paternal sobre la vida amorosa de sus hijos, lo que va desde la sobreprotección hasta el apañamiento de romances forzados con quienes consideran buenos candidatos para sus críos. Durante la mitad del tiempo vemos a estos padres forzar la marcha, tolerar desquicios y negar la realidad con tal de aparentar que se trata de una familia normal. Tomemos el caso del personaje de John C. Reilly: su hija murió hace un par de días, y acaba de sobar las lágrimas que le ha dejado sobre el hombro su virtual yerno. A la media hora, aparece su hija, enchastrada de tierra y con las ropas rasgadas. Queda claro que a la chica – después del extraño incidente en que la dieron indefectiblemente por muerta y por eso la enterraron – le faltan varios jugadores al equipo: cree que está en época de clases y que tiene que dar un examen, devora todo lo que hay a mano, tiene la líbido de un decena de marineros bengalies que estuvieron en alta mar durante meses, y cae en éxtasis cada vez que escucha jazz suave. El desequilibrado novio (Dane DeHaan) aprovecha el exceso de cachondez pero, por otra parte, no deja de pensar de que en algún momento Beth va a querer arrancarle la yugular. Entre tanto franeleo la chica se pasa de tomar Sol y le sale una ampolla no demasiado normal en la cara. Y mientras DeHaan comienza a darse cuenta que sus peores temores quizás sean verdad, Reilly empieza a presionarlo para que haga un noviazgo en casa y no le diga a nadie lo que pasa… ni siquiera que le explique a la chica por qué su piel se está poniendo violeta y le gusta comer las achuras crudas. Mal día para ponerse de novio con una chica zombie.

La Vida Después de Beth tiene un casting de lujo; lamentablemente el grueso está desperdiciado – lo de Paul Reiser y Cheryl Hines no deja de ser un cameo extendido, y al menos el resto tiene alguna oportunidad mínima (de no mas de 10 segundos) para disparar algún chascarrillo efectivo -, y sólo destacan Reilly, DeHaan, un fascistoide Matthew Gray Gubler (que al menos se olvida por un momento de su nerd pedante de Criminal Minds), y una sacadísima Aubrey Plaza, la cual tiene el protagónico ya que es la novia del director Jeff Baena. La Plaza comienza como nena anodina y mañera hasta que entra en modo bitchy a full cuando promedia el filme y, para colmo, empieza a celar al sufrido DeHaan. Por otra parte DeHaan demuestra que es un actor de la hostia y, dejando de lado su habitual perfil de sicópata, es capaz de llevarse puesto el papel de sufrido novio dominado. La Vida Después de Beth funciona muchísimo gracias a las reacciones de DeHaan, en especial en los primeros momentos del filme cuando descubre que Beth está viva, y en donde se alterna entre la incredulidad y la paranoia pura. Después DeHaan desciende a nivel de víctima serial, de esos tipos que se dejan hacer de todo para seguir amando a su malparida novia. Obviamente el pibe tampoco tiene los caramelos ordenados como corresponde el frasco, como ocurre cuando se cruza con Anna Kendrick – una antigua amiga de la infancia a la que ha reencontrado hace un par de días – y le hace todo tipo de piropos extraños, ya sea que le deje tocar la piel u oler su aliento, lo cual debe ser una maravilla cuando no procede de un cadáver ambulante.

La Vida Después de Beth es bastante dispar, con algún que otro momento demasiado estirado o algunos gags fallidos; de todos modos el filme se da maña para compensar, especialmente cuando Aubrey Plaza entra en modo zombie a full, momento en el cual deben atarle una cocina a la espalda (!) para que no huya y le ponen un grabador con una cinta de jazz suave en el cuello como para que se tranquilice. Aún con sus altibajos (que no son muchos ni duran demasiado) La Vida Después de Beth es una comedia negra muy recomendable, ya que los gags que funcionan lo hacen en gran forma, y hay buenas actuaciones que sirven para sustentar la historia. Y, para uno que viene desbordado de tanta mediocridad, resulta saludable toparse con algo bien hecho, lo cual sirve para reirse un buen rato aunque no deje una marca permanente en la memoria.